Pandemia a pandemia
Ha irrumpido con fuerza en cualquier charla con amigos el concepto de salario emocional, algo impensable antes de 2020
Un empresario millonario de la India, junto a su mujer, quieren convertirse en monjes jainístas. Una antigua religión originada en la India que aboga por desprenderse de todo lo material. Para ello, la pareja ha repartido el dinero por las calles de una ciudad en el oeste de la India.
Es la típica noticia curiosa que se cuela en la agenda mediática con la misión de suavizar la cruda realidad que vivimos y en algunos casos, muy pocos, invitar a la reflexión. No, esta columna no va de vivir del aire y tener el espíritu lleno de energías positivas y buenas vibras. Llámenme lo que quieran, pero me gusta vivir con ciertas comodidades que cuestan un dinero y tengo que trabajar para conseguirlo. ¿Soy un esclavo del sistema capitalista? Puede ser, pero para ser medianamente feliz necesito algo de dinero. No es que tenga el alma negra y quemada y que sea un ser insensible, sino que mi estampa idílica de felicidad no es muy cara, pero sí que requiere pasar por caja.
Muchos pensamos que este matrimonio de la India que se desprende de todo tiene serios problemas en sus cabezas, pero no van tan desencaminados con las nuevas tendencias que aparecen en el planeta y que se han acelerado tras la pandemia. Entre esas modas ha irrumpido con fuerza en cualquier charla con amigos el concepto de salario emocional, algo impensable antes de que llegara la crisis mundial del papel higiénico en marzo de 2020.
Sí. Ahora un amigo te cuenta que se ha cambiado de trabajo y ya no te dice que va a cobrar más o que va a tener más responsabilidad, sino que te narra orgulloso y satisfecho que el dinero es el mismo o menos, pero que las condiciones laborales son mucho mejores. En parte, son como ese matrimonio de la India, pero a pequeña escala. Otra de las reflexiones que imperan ahora en los aquelarres de amigos en alguna sobremesa que amenaza con café torero es que muchos preferirían renunciar a parte de su actual salario a cambio de tener más tiempo para sus vidas privadas y ser más felices.
Tiempo y felicidad van de la mano en la actualidad y son claves en esta encrucijada social en la que nos encontramos. Normalmente, cuanto más trabajas, más dinero tienes para hacer cosas que te hacen feliz, pero después no dispones de tiempo para disfrutar de esas actividades. Sin embargo, si tienes un montón de tiempo disponible no ganas el suficiente dinero para hacer las cosas que te gustaría vivir. Es decir, un laberinto emocional que otros lo llaman vida.
A todo este jeroglífico indescifrable en busca de la felicidad, hay que añadirle que en 2020 nuestro sistema establecido, o establishment como lo llaman lo norteamericanos y esos asesores que te quieren cobrar 20 euros más la hora por utilizar términos en inglés, saltó por los aires. Nuestra pirámide de Maslow quedó trastocada con nuestro sistema de necesidades totalmente alterado. No hay que ser muy listo. A todos se nos hizo añicos por unos momentos nuestro plan mental de vida y nuestros proyectos se ponían en duda cuando semana antes hubiéramos dado la vida por el camino que estábamos recorriendo en ese momento.
Otro de los estragos de la pandemia es que el personal ya no piensa a largo plazo y se aferra al corto plazo. En esto sí que estoy de acuerdo, debido a que antes nos pasábamos media vida planificando o preparando otra media vida que nunca acababa de darse como uno había diseñado. Y esto nos lo ha tenido que venir a decir un entrenador de fútbol como Simeone con el 'partido a partido'. Semana a semana, pandemia a pandemia. Para ser feliz solo hay que evitar mirar más allá.