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El mal es oscuridad y el bien luz. De esto no hay ninguna duda. El ser humano lleva toda su existencia escondiéndose en las tinieblas para hacer algo malo, mientras que se ha encargado de pasear con alegría lo agradable y lo honorable. Esto siempre ha sido a lo largo de la historia, pero ahora los callejones de fechorías están en un teléfono móvil y en la cruel cobardía del anonimato digital.
En 1766, Esquilache, ministro preferido de Carlos III, propuso la sustitución de las arraigadas capas largas y los enormes sombreros de ala ancha, que tapaban con suma facilidad la identidad de un individuo, por capas cortas y el sombrero de tres picos o tricornio. La capa servía para esconder cualquier arma y el sombrero hacía de pasamontañas de la época para no ser reconocido. Dar con un sospechoso de asesinato en un callejón oscuro de Madrid, después de una noche larga donde el alcohol ahogaba al honor, era una tarea casi imposible. El resultado fue que la población se alzó en armas y se produjo el histórico motín de Esquilache.
Hoy en día las capas y los sombreros de ala ancha, que también lucía el capitán Alatriste, han pasado a mejor vida y el personal en la red los ha sustituido por una foto de perfil de un escudo de fútbol, un paisaje o un meme y un alias en el nombre del tipo 'jose1983_crack'. Estos pueden llevar una doble vida. Tienen la opción de ir paseando por la calle y saludarte muy efusivo, y doblar la esquina y coger su móvil y con su perfil falso emprender una campaña de desprestigio contra uno.
El Gobierno, ahora que ha visto que son ellos las víctimas de los ataques políticos y personales, busca limitar esto para perseguir estas malas conductas digitales. Aunque su fin es controlar el mensaje y limitar el impacto negativo de las críticas, podría ser un primer paso para abrir, de una vez, el melón de la identidad digital.
¿Vivimos en la era más tecnológica de la historia y me van a decir que todavía no podemos tener una identidad digital para participar en las redes sociales? No me lo creo. En la vida real, una persona que se dedica todos los días a amenazar, insultar, increpar y perseguir a otra cada mañana cuando sale del portal acaba siendo detenido y la justicia le pone en su sitio. Si eso mismo se hace a través del anonimato cobarde de las redes, el final puede ser el mismo, pero el camino es más pedregoso, tanto para el que denuncia como para las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.
Hay redes sociales como X (antes Twitter) que en muchas ocasiones se convierten en un bar de borrachos, pero con la peculiaridad de que la inmensa mayoría de la clientela va con la cara tapada y puede decir lo que le venga en gana sin consecuencias. Y alguno me dirá que si no me gusta, que me salga de ese local de pasados. Yo estoy en X por mi trabajo. En los bares siempre está LA GACETA y en el bar del pajarito, aunque haya días que el ambiente esté insoportable, tenemos que estar encima de la barra como siempre hemos estado. El camino es intentar escuchar a los que dicen algo coherente y pasar olímpicamente de los que van tapados.
Evidentemente, no soy muy partidario del insulto y de las faltas de respeto, pero si se hacen debe ser a cara descubierta y con el DNI por delante. Y esto no es limitar la libertad de expresión, sino que es hacerla más auténtica todavía. Vas a poder criticar todo lo que quieras, siempre desde el respeto, y esa tasca de pirados con pasamontañas va a mejorar en su ambiente con la prohibición de entrar en la sala sin capa y sin sombrero de ala ancha. Irán menos elegantes, pero serán más valientes.
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