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Cargos y responsabilidad

Al personal se le olvida a la mínima lo que representa su puesto y las consecuencias que puedan tener sus actitudes

Lunes, 28 de abril 2025, 06:00

El fin de semana ha estado marcado por la Copa del Rey. El viernes, los árbitros del choque entre culés y madridistas en rueda de prensa dijeron que se sentían atacados por el Real Madrid y el club blanco amagó con no presentarse a la final de Sevilla. Al final, todo quedó en un susto y el Barcelona se llevó el título en un partidazo memorable de los dos contendientes. Eso sí, lo que me queda es la lectura de que hay personas que no pueden decir abiertamente lo que piensan o posicionarse de un modo u otro. Sus profesiones o su perfil personal condicionan su vida y no pueden opinar libremente.

Un árbitro no puede opinar de un club (aunque lleven razón, que no seré yo quien defienda al Real Madrid), como un juez no tiene el privilegio de hablar así alegremente en público y posicionarse de forma tajante sobre algún tema, debido a que sus dictámenes pueden verse salpicados por la sospecha de la duda. Un profesor tampoco puede hacer ver que tiene predilección o animadversión a determinados alumnos. Un padre o una madre que tengan varios hijos no pueden permitirse decir abiertamente que quieren más a un vástago que a otro, o por lo menos no deberían, aunque en el fondo lo piensen. Hay cosas que no se pueden decir y punto. No es valentía, es temeridad.

El problema es que este tipo de gestos no atañen solo a los que protagonizan unas declaraciones, sino a todo el colectivo al que pertenecen. Los colegiados de toda España, si ya estaban en la picota, después de la rueda de prensa de los trencillas de la final copera tienen la diana de la opinión pública sobre su cabeza, dejando en el aire si su neutralidad es tal. Entiendo que hay miles de árbitros honrados, pulcros y de lo más honestos que ven cómo su labor queda bajo sospecha por hechos como estos. Pero es que sucede lo mismo con los jueces de este país. No puede haber sector progresista y conservador. Los jueces y los árbitros deben hacer cumplir las normas y, al menos de puertas para fuera, parecer lo más ecuánimes posible, aunque después en su casa sean lo más progresistas o lo más de derechas viendo al Madrid, al Barcelona o al Atlético de Madrid.

Al personal se le olvida a la mínima lo que representa su cargo y las consecuencias que puedan tener determinadas actitudes. Un claro ejemplo nos llega en el funeral del papa Francisco. El presidente Pedro Sánchez decide no ir y delega la representación en dos de sus vicepresidentas, María Jesús Montero y Yolanda Díaz, junto al ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños. Pues van las dos de luto y partiéndose de risa y se ponen a hacerse fotos en el funeral de un papa en el Vaticano. La educación y el saber estar no va de rojos o azules, sino de cuna y clase, algo que les falta en grandes cantidades a estas dos que dejaron el pabellón español por los suelos. Para eso no vayas. Y es que educación no es dar los buenos días y las gracias, que como el valor en la mili se presuponen, sino que ser educado es saber comportarse en cualquier situación, ya sea en la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias o en un funeral de un papa.

Pero es que estos gestos, las ruedas de prensa de árbitros o los jueces con etiqueta progresista o conservador lo único que hacen es poner en tela de juicio a todos los colectivos que representan. En España el ansia de tener cargo es deporte nacional desde hace muchos siglos, pero después muy pocos saben ostentarlos. No aprenderemos nunca a ser un país civilizado. Son solo detalles sin importancia dirán algunos, pero en realidad una persona se distingue del resto por esos pequeños detallitos.

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