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La figura del forastero es tan controvertida que unos los aman y otros los odian a partes iguales. Este mes de agosto es temporada alta para el turista, visitante, excursionista, extraño, desconocido… En algunos sitios, en el bando de los críticos ya no esconden su animadversión al de fuera. Un bar de la localidad coruñesa de Mera ha decidido cerrar sus puertas del 12 al 19 de agosto para evitar atender a los clientes procedentes de Madrid. El bar Puerto Martina se excusa en que produce mucho «desgaste» la «prepotencia» y las «exigencias» de los clientes madrileños.
Están en todo su derecho, pero la turismofobia en España es algo que no entiendo muy bien. No tenemos mucho más que ofrecer al mundo que sol, playas y un país precioso. Somos un destino turístico de primer orden, pero no queremos turistas. Somos una multinacional de caramelos a la que no le gustan los niños.
Que existen algunas zonas de costa en España que están masificadas es una realidad, pero es que no tienen otras alternativas económicas a las que aferrarse. Hay pueblos muy turísticos que si no es por el turismo sus habitantes lo pasarían bastante mal para sobrevivir. En su momento, con el boom turístico nadie quiso reciclarse en otra cosa. Todo el mundo decía que los de fuera traían dinero y que para qué enfocarse en otros sectores. Pues ahora, no queda otra que taparse la nariz en alguna ocasión.
Venga, nos imaginamos un pueblo costero de pescadores tipo. Muy pequeño, bonito, agradable, acogedor… El alcalde consulta a sus vecinos y decreta que se cierran las puertas de la localidad a los de fuera. Prohibido turistas. Los vecinos respiran aliviados por sus calles y disfrutan de sus playas y terrazas sin que nadie les perturbe su paz. Eso sí, llega final de mes y hay que pagar las facturas. Pues la que limpiaba los apartamentos turísticos ya no tiene trabajo, los bares están con la plantilla al mínimo, ya que no necesitan extras para verano en sus terrazas, el que vendía kilos y kilos de marisco en agosto en ese pueblo se tiene que ir a otro sitio, ya que allí casi nadie cena a ritmo de centollos. Mis hijos y mis nietos se tienen que ir del pueblo a buscarse la vida…
Salamanca es un claro ejemplo. Turistas y estudiantes son sus dos especies invasoras por antonomasia. Representan además uno de los principales pulmones económicos. A veces, a alguien le puede molestar que un jueves durante el curso se cruce por la calle con un grupo de universitarios disfrazados y con el 'puntillo'. Razonable, pero no hay que olvidar que la inmensa mayoría de esos molestos estudiantes pagan matrículas, alquileres, compras y copas en la ciudad, algo que da trabajo a mucha gente. Muchas familias comen en Salamanca de esos ruidosos del jueves por la tarde.
A veces, algunas calles en el centro de Salamanca están hasta arriba de excursiones siguiendo al guía de turno y yo no lo veo como una especie invasora que nos fastidia a los que vivimos aquí. Yo los percibo como un factor económico que se van a dejar un dinero por barba y que va a repercutir bien a la ciudad y por lo tanto de forma indirecta me acabará beneficiando a mí.
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