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Vinicius se ha pasado de frenada en su cruzada contra el racismo diciendo que España no debería albergar el Mundial de 2030 si sigue siendo racista. Es cierto, que también explica en la polémica entrevista que «en España, la mayoría no son racistas, pero hay un grupo pequeño que acaba afectando a la imagen de un país en el que se vive muy bien». El caso es que no ha medido bien sus palabras y ha incendiado las tertulias. En lo de que hay racismo en España tiene toda la razón, pero es que si abusamos del verbo generalizar no queda nadie en pie.
Se equivoca la estrella brasileña del Real Madrid y es que la animadversión que despierta en algunos campos y a algunos rivales no es solo por el racismo, sino que a ese plato de odio hay que añadirle dosis de envidia que le tienen, por lo buen jugador que es, y una guarnición grande de chulería y provocación. Es un todo. No es solo el color de su piel. A las pruebas me remito. Su compañero Rodrigo tiene un color de piel similar, también es brasileño, juega en el Real Madrid y es muy bueno (no tiene tanta pomposidad, pero me parece incluso mejor que Vinicius) y no tiene problemas de este tipo. La clave, su personalidad.
En esa receta, que acaba con cuatro bobos llamando mono a Vinicius, también aparece que, por desgracia, todavía seguimos en el fútbol español viendo cómo cuatro acomplejados suplen sus carencias sociales y emocionales insultando desde la grada.
Más que quitarle el Mundial de 2030 a España hay que eliminar esta competición. No se puede jugar en ningún rincón del planeta. La última edición se disputó en Qatar y los derechos humanos allí brillan por su ausencia. El Mundial de 2018 en Rusia no sé yo si hubiera pasado el filtro de Vinicius con Putin imponiendo una dictadura encubierta con tufillo a la KGB persiguiendo homosexuales. El de 2014 en casa de Vinicius, en Brasil, estaba salpicado por la corrupción, la violencia en las calles y en los estadios, la inseguridad y el miedo a que te metan una bala en la cabeza por 10 reales mientras que te haces fotos en una favela. Y así podemos seguir buscando grietas a todas las sociedades de las naciones que albergan mundiales.
En todos los lados hay racistas, aunque en lo del fútbol es muy curioso. Algunos llaman negro al jugador rival como un insulto, pero en la jugada siguiente aplauden y jalean a sus futbolistas de su equipo con el mismo tono de piel. Es alucinante. Bueno, también están los forofos que se hacen los ofendidos sin llaman mono a un jugador negro de su equipo, pero se parten de risa cuando lo escuchan del contrario. Esto del fútbol es muy divertido, pero saca lo peor de nosotros como sociedad.
Después entran en juego el tema de los colores. Yo soy culé hasta la médula, pero no por ello me han molestado más las palabras desafortunadas de Vinicius. Una cagada de este tipo la puede hacer cualquier jugador de cualquier equipo. Pongo la mano en el fuego por pocas cosas en esta vida, pero ya les digo yo que nunca lo haré por el hecho de que los jugadores de mi equipo no la vayan a liar parda con declaraciones desafortunadas. Una cosa es defender un escudo y otra cegarse por sus jugadores o dirigentes.
Vinicius ya es una estrella mundial y será candidato al balón de oro durante una década, pero todavía le queda para decidir qué países pueden albergar un Mundial o no.
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