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Dice el DRAE que emprender es acometer un negocio, especialmente si encierra dificultad o riesgo. La definición de por sí ya asusta. Eso sin contar con la fase de búsqueda de financiación y apoyo: casi mejor llamarle de aventura, porque, en este nuestro querido país, resultan ciencia ficción, con el agravante de que, con toda seguridad, se cumplirá aquello de que la realidad supera a la ficción.

Aunque el emprendimiento no tiene edad, las nuevas tecnologías han traído al primer plano a esa especie de especie humana que llamamos coloquialmente estartaperos. Igualmente, los mayores o más experimentados que vienen de empresas familiares u otras se lanzaron un día a probar de ese riesgo que tiene mucho de innato, de instinto. Por eso podemos generalizar y decir que los emprendedores suelen ser jóvenes con ideas novedosas a las que hay que sumar el impulso, la fuerza y la inconsciencia propias de la edad.

En general, el problema radica en que esas nuevas empresas, Start Ups, por desgracia, no suelen conseguir los objetivos previstos y sus impulsores se ven en situaciones de máximo riesgo, comprometiendo el patrimonio de familiares y amigos que vienen siendo su primer y único apoyo, en la mayoría de las ocasiones. Pero de nuestros dirigentes, organizaciones empresariales y banqueros, no suele haber más noticias que el látigo del impuesto, la nada o cosas peores. Así que nos vamos a Oriente Medio y nos traemos a puñado de afortunados que tienen “solo el problema de abrir el grifo del gas y del petróleo cada mañana y de cerrarlo por la tarde”, frase que me dijo uno de ellos durante una visita con empresarios a Catar, hace algunos años.

Por coherencia, no haré lo del periodista deportivo que fui, cambiando la crónica en función del resultado. Así que alabo el gusto, la idea y el emprendimiento público, en este caso, de organizar el evento Peace City World. Cosa distinta es que me crea la palabra de personas de ese perfil tan lejano al nuestro, mucho más lejano que sus propias latitudes, porque lo he sufrido en carne propia. Igualmente, me adhiero a la ilusión y a la esperanza, que buena falta nos hacen en esta tierra y en esta ciudad.

Aunque sabemos que las empresas, como hijos mercantiles que son, no salen siempre como los padres pretendemos, no hay otra que formarse, aprender, estudiar, mejorar. Así que, de momento, me voy a sumar al proyecto de Genyus School, que ya está arrancando en Castilla y León, y que, de la mano de AJE, entrará en Salamanca en breve: talleres, para niñas y niños de primaria, en los que aprenderán a acometer, diseñar y presentar sus primeros emprendimientos, reflexionando, activando la imaginación y aprendiendo a colaborar y a comunicar, ahí es nada. Si les enseñamos a esas edades, igual ellas y ellos si serán capaces de crear la ciudad del futuro.

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