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En su “Manual de resistencia”, ese ajuste de cuentas contra los suyos y los otros, Pedro Sánchez cuenta que su primera medida al llegar a Moncloa fue cambiar el colchón. A día de hoy, a la espera de un nuevo libro, desconocemos si habrá celebrado las urnas redecorando el palacio con algún otro cambio logístico–estético. Ahora mismo, cuando ha pasado menos de una semana de las elecciones quizá tenga usted más dudas que certezas. Gobernará Sánchez seguro, lo intentará hacer en solitario y mantendrá a muchos de sus ministros. Hasta ahí llega lo imaginable y a partir de ahí comienza lo inescrutable. Esta vez, la certidumbre del resultado no va a arrojar respuestas rápidas. Es lo que tiene la nueva política multi-partita y sobre todo, el nuevo horizonte electoral a menos de un mes vista. Por eso hasta junio, quizá finales, ni tendremos nuevo Gobierno, ni sabremos quién apoya la investidura, ni conoceremos lo que unos y otros han pedido a cambio. Nadie se quiere mover, antes hay que contar los votos del 26 de mayo.

Eso sí, ni usted ni yo tendremos que esperar hasta entonces para saber su primera intención nada más ganar las elecciones. Está escrita en el Plan de Estabilidad que el ejecutivo envió este mismo martes a Bruselas. 134 folios, quizá guardados bajo el colchón de Sánchez, con una subida de impuestos para recaudar la friolera de 26.000 millones en 4 años. Es lo que tiene cumplir con el déficit, la deuda y pagar los viernes sociales. ¿Y cómo lo va a hacer?, pues, entre otras cosas, subirá el IRPF a las rentas más altas, el impuesto de Sociedades a las empresas y por supuesto, el diésel a todos.

Las dos primeras medidas las justificará echando mano del recurrente modelo del “Robin Hood fiscal”. Ese que viene a decir que tienen pagar más los ricos para dárselo a los pobres. La otra, la del diésel, la argumentará con el marchamo ecológico, tan de moda, aunque el objetivo sea recaudatorio.

Los impuestos son necesarios, desde luego. Sirven para mantener los servicios públicos y el bienestar de todos. Otra cosa es, si hay que subirlos para recaudar más. A mí, desde luego, me gusta más esa otra teoría que Arthur Laffer dibujó en una servilleta durante una cena con el jefe de gabinete del presidente de EEUU, Gerald Ford. Una simple curva pintada en un papel que venía a demostrar que las rebajas fiscales acaban impulsando la actividad y, por lo tanto, la recaudación. Son muchos los economistas que alertan de que el castigo a las empresas puede retraer las inversiones y de que la subida a los contribuyentes puede contraer el consumo. Sin embargo, Sánchez ha optado por la vía más fácil, elevar la presión fiscal a niveles que no se veían desde 2007.

Esa es, esta vez, su primera decisión en su nueva etapa en Moncloa... ahora que ya tiene colchón para gobernar.

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