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Flotan en el aire el Día de la Mujer, el Carnaval y la primavera. Los almendros ya exhiben sus flores, me cuentan, y el calor de estos días empereza. Según el lado, ayer en el cementerio hacía calor o fresco en el homenaje a Pedro Dorado Montero, uno de los padres, si no el padre, del Derecho Penal moderno. El Derecho Penal es la herramienta más fuerte del Derecho y cuando la Justicia echa mano de ella, malo. Si hace unos meses recordábamos a Muñoz Torrero, uno de los artífices principales de la Constitución de Cádiz, y se decía entonces que fue perseguido por sus ideas, encarcelado y muerto, a Dorado tampoco le fue mejor. Tuvo enfrente a Tomás Cámara, el Padre Cámara, como se le conoce, que arrojaba contra él todas las pestes del infierno desde los púlpitos. Rozó el bueno de Dorado la excomunión o el destierro. Siempre he pensado que Cámara ha sido sobrevalorado en nuestra historia. En este caso, el obispo ejerció de integrista y defensor de clases altas, a las que Dorado quería arrebatar el control que ejercían con el Derecho Penal sobre los más pobres. Con el tiempo, Cámara tuvo escultura principal y Dorado, una calle en el Barrio de Vidal, que se le otorgó en marzo de 1933. Ahora, tiempo después, Dorado será hijo adoptivo de Salamanca, ha anunciado el alcalde, Carlos García, y se le reconocerá su labor como concejal: fue el primer concejal socialista. Aquel legendario enfrentamiento entre Cámara y Dorado fue llevado a libros y hasta podría hacerse una obra de teatro o película con él, en la Salamanca de 1898, con la crisis colonial, la guerra y la pobreza campando a sus anchas en toda Salamanca. La mísera Salamanca de aquella época.

Entonces, más o menos, vino a desaparecer la industria de loza blanca que también dio fama a Salamanca. Esta tarde habla de ello la que más sabe, sin duda, que es Rosa Lorenzo, sabia entre las sabias de alfares y artesanías. Presenta un libro en el que lleva embarcada años y en el que habla de la alfarería salmantina, que tuvo su propio barrio alrededor de la Plaza del Campillo, en el Conejal, entre las puertas de Toro y Zamora. La del Campillo se llamó de Olleros, de ollas, y servía de secadero de cacharros salidos de los alfares del barrio. La cita es en la Sala de la Palabra. Y de tiempos más remotos habla el nuevo libro de Peridis, que vuelve por estos lares a presentarlo el día seis de marzo, en las vísperas del Día de la Mujer, y lo hace con oportunidad porque el libro tiene de protagonistas a mujeres que marcaron ese tiempo.

Marcó el suyo en el Hospital Universitario Cristina Granados, que abandona la gerencia. Ha hecho marca muy alta en coherencia la concejala de Ciudadanos en Salamanca Ana Suárez, afirmando que si Clemente gana ella se va. Y muy alta, también es la eficiencia de Isabel Martín Arija, directora general de Caja Rural, que ha presentado unos resultados más que brillantes en estos tiempos complicadísimos para la banca y el dinero, en los que deberíamos tener siempre presentes las ideas de la Escuela de Salamanca, como deberíamos tener las de Pedro Dorado Montero. Por cierto, y hablando de mujeres. ¿qué hay de aquellos medallones en la Plaza Mayor a Beatriz Galindo, La Latina, y Luisa de Medrano?

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