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Ahora que veo en la portada de la revista “Hola” la sonrisa extraordinaria de Tamara Falcó, junto a su guapo novio recién recuperado y perdonado, no me cabe la más mínima duda de que, en este siglo XXI, pese al Metoo, la figura del Don Juan sigue absolutamente vigente. Si Tamara Falcó, guapa, rica y marquesa cae rendida en los brazos de un conquistador de manual, después de una traición televisada y de las advertencias de su sapientísima madre ¿cómo no van a hacerlo cientos, miles de incautas que parecen seguir entregadas a los canallas? El canalla, el malote, el Don Juan, más allá del personaje literario es un prototipo de hombre que necesita seducir de manera permanente y dejar constancia de ello. Es un tipo inseguro y lleno de carencias que conquista precisamente porque le ofrece todo eso que le falta a la mirada tierna y limpia de quien cree que puede primero modelarlo y cuando ya se da cuenda de que vienen acabado de fábrica, cambiarlo y redimirlo. Y eso es imposible.
Nadie cambia. Ni ellos, ni ellas. Lo cierto es que ellas, es decir nosotras, llevamos inoculado culturalmente un germen estrafalario que nos aboca a la abnegación y a la absurda creencia de que conseguiremos transformar al bala perdida que nos ha tocado en suerte y convertirlo en un manso corderito. Y eso no sucede jamás. Ocurre, sin embargo, que si a quien le toca un malvado de libro es a una mujer protegida y poderosa como Tamara Falcó, aunque no se evite el sufrimiento y hasta le saque rendimiento en portadas de revista, es muy posible que acabe cortando la relación cuando esta se enquiste y le haga demasiado mal...Pero hay otros casos donde la mujer seducida por el diablo no solamente sufre sino que es incapaz de alejarse de él por distintas circunstancias: por temas sociales, económicos o simplemente porque no tiene la fuerza emocional y mental de rechazar aquel al que ama y sigue pensando que podrá cambiar incluso cuando los engaños se transforman en insultos, llegan a las amenazas o se vuelven puro maltrato.
No tengo nada contra Íñigo Onieva y espero que sea la excepción que confirma la regla y que el camino de Santiago le haya hecho ver la luz... Pero sí lo tengo contra los millones de donjuanes que empiezan seduciendo con el engaño y acaban maltratando a todas esas Doña Inés que las mujeres llevamos dentro y que lo único que desean es perdonar y redimir y para lograrlo, aguantan —a veces hasta el último aliento—, lo que no se debería soportar nunca.
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