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Mis estudiantes de Criminología recordarán la tontería que les dije el pasado 10 de marzo mientras resolvían una práctica. Mientras ellos se afanaban por averiguar si el delito sobre el que les pedí que trabajaran era doloso o imprudente, bromeé diciéndoles: “Quién sabe si ésta será nuestra última clase del curso en la Facultad”. Reímos con la ocurrencia. Aún eran tiempos de manifestaciones reivindicativas, de congresos políticos, de Champions. Y el maldito bicho, pululando por ahí.

Tras casi cincuenta días de encierro, se anuncian tiempos de lento desconfinamiento y progresiva desescalada —qué palabros—, siempre que todo vaya bien y la infección no vuelva a extenderse. Con todo, ya sabemos que el presente curso deberá concluir a distancia; sin aulas, sin pupitres, sin presencia física. En su lugar, alumnos y profesores nos hemos resignado a permanecer encerrados, asumiendo la necesidad de continuar la tarea desde casa porque, como dijo Freddie, “el espectáculo debe continuar”. No sabemos hasta cuándo; podremos prever mil planes, pero serán las circunstancias las que nos autoricen o no a ejecutarlos.

De cara a la finalización del presente curso, nuestras autoridades académicas han realizado un esfuerzo extraordinario de adaptación al que creo que hemos sabido responder sin condiciones. Alumnos, profesores y personal de administración lograremos concluir el curso satisfactoriamente gracias a nuestro esfuerzo conjunto y a esa huida al teletrabajo —forzada y atropellada— para cuya implementación estábamos desigualmente preparados.

¿Y el próximo curso? Ayer se reunió el Consejo de Gobierno de la USAL —virtualmente, claro está— y no se aprobó cambio alguno sobre el calendario académico del próximo periodo lectivo. No sabemos si para entonces la curva estará doblegada o desdoblegada. Lo dije antes: tal vez sea pronto para hacer cálculos, pero debemos prepararlo todo para un posible nuevo arreón de ese microbio con corona. Siendo conscientes de que no todo se puede arreglar en el marco de la autonomía universitaria, tampoco podemos encomendarnos a la improvisación y a la buena voluntad de todos.

Termino. Veintiséis mensajes de e-mail en este último rato. Los estudiantes están inquietos con sus ejercicios. Saben que les voy a responder. ¡Y yo con estos pelos!

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