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Dictadura Progre

Lunes, 12 de julio 2021, 05:00

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Asistimos atónitos al aumento de la creencia de que vivimos en una dictadura progre contra la que rebelarse. Una supuesta “ideología” que arrasa con todos los valores de la sociedad y ante la cual ser políticamente incorrecto se torna en una supuesta necesidad. Ponía Espinosa de los Monteros en Twitter “el problema es que en España hemos pasado de un extremo a otro. De pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley”. Y me pregunto, ¿cuál es exactamente esa ley? ¿La de que no puedes pegarle una paliza de muerte a nadie impunemente por el hecho de ser quién es?

El aumento de las agresiones LGTBfobicas -también de las xenófobas- se unen a las constantes por violencia machista. Se le ha dado alas a la discriminación en el espacio público bajo las premisas de que los que no la sufren están perdiendo derechos. Se disfraza de incorrección política mostrar un rechazo visceral e irracional a mujeres, trans, homosexuales, personas racializadas y pobres simplemente por serlo. Algo que de toda la vida se ha llamado falta de empatía. Es decir, que se aplique una legislación específica para garantizar el propio ser de personas que de otra manera no podrían disfrutarla en igualdad de condiciones se ha convertido en una opresión para aquellos que no pertenecen a tales colectivos. Entonces qué, ¿las medidas cautelares en los casos con indicios de violencia machista son una clara opresión para el hombre? ¿el reconocimiento de la identidad de una persona trans vulnera tú derecho a ser hombre o mujer? Absurdeces de quienes mienten para mantener su estatus, mientras rezuman peste a la Alemania de los años 30.

Conozca el lector que no creo que la discriminación positiva sea la solución. Son parches del bienestar ante discriminaciones enraizadas en lo más profundo de la construcción de las sociedades y naciones. Sin embargo, y en lo que intentamos romper valores conservadores de tradiciones que realmente sí son opresoras, habrá que garantizarles su seguridad y dignidad. No porque lo diga yo, sino porque nuestra Constitución, esa a la que algunos recurren con celeridad cuando les interesa, reconoce en su artículo 14 la no discriminación. Mientras, 1.100 mujeres han sido asesinadas por el machismo desde 2003. Parece mentira que puedan seguir diciendo que la violencia no tiene género. Al igual que es increíble las dudas que existían sobre el asesinato homófobo de la pasada semana. Si te llaman maricón mientras te matan creo que no hay duda de la homofobia. Y es la punta del iceberg. No hay más ciego que el que no quiere ver.

Dirá Carmen Calvo que no es lo mismo, pero si su señoría fuese más empática, se daría cuenta de que ambas comparten, en buena medida, la estructura de un delito de odio basado en una violencia que ejerce el hombre en muestra de su virilidad como garante del orden público y del bienestar de la nación. El cénit de una violencia estructural cuyo último escalón es provocar la muerte. Como si no hubiese tenido suficiente con haberse encontrado frente a una sociedad en la que se le considera antinatural. Como si quien decide dar el paso para decir que es María, aunque tenga cara y cuerpo de Manolo, tenga que venirle alguien a decir que no puede ser quien es. Y si lo es, que se quede en casa. Como si fuese un capricho que a Juan le gusten los hombres y que, en su ello freudiano, María sea una mujer. ¿Acaso tú que estas leyendo esto estarías dispuesto a asumir el precio de aguantar que María exprese quien es con todo lo que va a tener que aguantar por un mero capricho? Quien habla de privilegios no deja de ser un egoísta. Lo llaman privilegios porque al no afectarle personalmente, no creen que sea un problema. Privilegiado es quién tiene los espacios públicos para señalar, con una argumentación autovictimista, de que los demás le quitan derechos cuando lo tiene todo. Y lo puede decir, porque se ha admitido como una opinión más, algo valido. Y no como la monstruosidad que es señalar al que ha de ser odiado. Que me expliquen qué clase de opresión sufren los señoros de Vox en sus chalés de un millón de euros, habiendo trabajado nada o poco, viniendo de familias de bien, heterosexuales, con la libertad para ir a los oficios religiosos todos los domingos, para tener los hijos que han querido, para haberse divorciado, para acceder a la sanidad pública y para poder llevar por la calle una estética sin que nadie les vaya a señalar por ello. ¿Esa es la opresión de la dictadura progre?

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