Con dos y un lazo
De toda la vida un regalo que se precie ha de llevar lazo, al menos así lo hemos vivido quienes ya vamos camino de clásicos ... por no decir de antiguos.
Miles de lazos nos recordaron el pasado día 19 lo importante que es disfrutar del mayor regalo, la vida. Disfrutar la vida propia y la de cualquier humano con el que nos encontremos en el camino. Esos lazos hicieron brotar nuestra vena más sensible y solidaria, no de forma ñoña si no como llamada al compromiso ante una enfermedad que se nos hace familiar, el cáncer. Estos lazos que envuelven el regalo de la vida nos situaban más concretamente ante el cáncer de mama. Una realidad que hemos de asumir con más frecuencia y en entornos cercanos. Nadie está libre de sentir y experimentar en sus propias carnes, o en la de seres muy queridos, el latigazo ácido y amargo de esta enfermedad. No podemos pues hacer oídos sordos ni la vista gorda a la hora de poner de manifiesto nuestra preocupación por encontrar respuesta al dolor, la angustia, la tristeza, la soledad, el miedo, la incertidumbre, y muchos otros sentimientos y momentos vitales que cada enfermo y sus seres queridos han de vivir hasta superar la enfermedad. A buen seguro no faltará quien ponga de manifiesto su sabiduría, aunque no tenga ni idea, así como su experiencia ejemplarizante a modo de comparación desafortunada si tenemos en cuenta que cada uno somos un mundo y cada organismo responde como mejor sabe y puede. Ahora bien, hemos de vivirlo con agradecimiento pues es gratificante sentir que alguien se preocupa e intenta, como buenamente considera oportuno, aliviar momentos tan difíciles, duros y a veces dramáticos.
Más allá de esta parte humana, entrañable, familiar y solidaria hemos de hacer causa común con quienes cada día se levantan con el propósito y la esperanza de avanzar en sus conocimientos a través de la investigación y lograr si no la solución a la enfermedad por lo menos mejorar la calidad de vida de quien se enfrenta a ella. Con dos y un lazo pelean cada día Eugenio Santos y el equipo del Centro de Investigación del Cáncer en nuestra querida Salamanca. Lo triste y lamentable es que para enfrentarse con la enfermedad tengan que luchar primero contra el olvido de las instituciones, contra la pesada maquinaria de la burocracia y la apatía de quienes pudiendo facilitar la economía necesaria, que permita tener los medios oportunos para avanzar en la investigación, no se den por enterados porque están jugando a otras guerras. Sin duda alguna muchos son los gastos que han de afrontar los gobiernos, sin embargo, cuando no se invierte en investigación estamos cavando nuestra propia sepultura. Con dos pechos, con uno, sin ninguno, pero siempre con un lazo de esperanza y compromiso con quienes realmente se lo creen y luchan.
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