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Christe Eleyson de Ucrania

Sábado, 26 de febrero 2022, 04:00

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LAS tropas rusas han dejado como una antigualla la guerra relámpago, que practicó con tanto éxito como desvergüenza Hitler. Han batido el récord israelita de “la guerra de los seis días” (1967) contra Egipto, Siria, Jordania e Irak (un amigo y colega gallego, de religión judía, quiso incorporarse y luchar con los suyos ¡y llegó con la guerra acabada!). El ejército de Putin, en menos de tres días, ha entrado en Kiev, desde hoy ciudad mártir. Cabalga de nuevo sobre el caballo rojo del Apocalipsis, con una gran espada, su jinete, al que se le concedió “quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros”. Junto al caballo de la guerra, galopan el negro del hambre — que tendrá pronto sus víctimas—, y el macilento de la muerte —que ya se ha cobrado solo Dios sabe cuantas—.

En mi último farol (excusen la auto-cita), donde relataba que el notario Linage se sabía los Kiries de la catedral de Kiev, y que Putin nos distraía retirando tropas, escribí: “Kirie eleison, Señor, ten piedad de Ucrania”. Producida la brutal agresión al derecho internacional, y estando la bota rusa pisando cruelmente el patuco ucranio, solo puedo añadir “Christe eleison, Cristo, ten piedad”, porque hace pocos años, un suspiro en la historia, estuvo “papá Stalin” con sus cincuenta millones de muertos. Y aún en caliente, los envenenamientos ordenados por Putin de todo aquel que ose oponerse a sus designios. Quien es capaz de acusar a Ucrania de genocidio, ¡siendo su presidente judío! —que del holocausto algo sabrá—, y justificar su atropello en esa mentira para niños e incautos; quien justifica la invasión en “desnazificar Ucrania” (¡); quien acusa a Occidente de ser “el imperio del mal”, volviendo del revés la histórica acusación del presidente Reagan de EEUU a la Rusia de Andrópov; quien, en suma, se ha criado aprendiendo los métodos sutiles y brutales de la temible KGB, será capaz de cualquier cosa que justifique sus sueños imperiales.

Me pregunto cuántos refugiados ucranios que huyan de aquel horror, llegarán a España, y cuántos intentarán rehacer su vida en Salamanca. En mi memoria, aquel contingente de niñas y niños alemanes que acogió España después de la segunda Guerra Mundial, y varios que fueron acogidos por familias salmantinas —mientras la destrozada Alemania se fue rehaciendo lentamente—, con los que tanto jugué e hice amistad.

En mi ignorancia en cuestiones internacionales, nada serio puedo sostener. En mi simpleza, creo que se trata de un sueño del dictador ruso por reincorporar a su nación territorios que históricamente fueron de la Gran Rusia, pero cuyos pobladores han demostrado de muchos modos que prefieren occidente y que quieren refugiarse bajo el paraguas de la OTAN. Esto me lleva a los años ochenta, cuando la izquierda española se oponía a la entrada de España en la OTAN y Felipe González nos sacó de la integración militar en la Organización e hizo un referéndum esperando que no permaneciéramos en ella... ¡Cuánta demagogia! Que desemboca siempre en la izquierda radical de “OTAN no”, el hipócrita “No a la guerra”... Afortunadamente nos protege, y ojalá que nunca haga falta su intervención, porque con el presupuesto destinado al Ministerio de Defensa, aunque nuestras fuerzas armadas son muy leales y competentes, carecen de medios para afrontar eficazmente un conflicto.

No son malos días para recordar la sentencia de Erich Hartman, considerado el piloto de guerra mas importante de la historia —participó con la Lutwaffe en 825 combates—, llamado por sus adversarios “el diablo negro” por las pinturas de su fuselaje. No necesita comentarios : “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan entre ellos, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.

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