Carrera de obstáculos
No sé muy bien por qué pero leyendo las noticias tengo la sensación de que estamos convirtiendo la vida, nuestro día a día, en una ... carrera de obstáculos. Nos metemos en tal dinámica competitiva que no hay tiempo para saborear la existencia propia y mucho menos la ajena. Don Quijote luchaba contra los molinos de viento fruto de su imaginación y de las lecturas de caballería que afectaron su mente. Hoy no tengo claro qué leemos, qué vemos, qué entendemos, qué aprendemos, qué interiorizamos, qué imaginamos, qué soñamos, qué deseamos,... Son muchos los qués, los porqués y los paraqués que surgen en el día a día. Tal vez cada día más, sin embargo da la sensación que cada día importa menos el para quién, para mi muy importante.
¿Qué importa que arda la Amazonia? ¿Por qué y para qué arde la Amazonia? ¿A quién le importa que arda la Amazonia? Las mismas preguntas podemos plantearlas pensando en quienes mueren en el Mediterráneo, también en los campos de refugiados, así como en aquellos que mueren de hambre o de distintas enfermedades y sobre todo víctimas de múltiples decisiones condicionadas por intereses económicos de quienes manejan los hilos.
Nos estamos complicando la existencia o más bien estamos acabando con nuestra existencia y, sobre todo, estamos generando un futuro incierto para quienes vienen detrás. Comunicarnos es fundamental, utilizar las redes sociales es algo fenomenal, engañar, mentir y generar mundos ficticios y paralelos es arriesgado y peligroso. Jugar con la humanidad, generar confusión a través de las redes y movernos solo desde el interés que genera el capital pone de manifiesto la verdadera crisis de este mundo.
Es hora de abandonar los brazos de Morfeo y como pigmaliones revitalizar y rehumanizar nuestras vidas. Cada vez son más las necesidades que nos creamos y nos creemos, que nos generan y generamos ¿Cuántas son reales? Es fácil adaptarse al sistema y encontrar justificaciones para ello. Ver las consecuencias de esa adaptación es más complejo, nos puede el miedo, la vergüenza,... El árbol nos impide ver el bosque. Se nos está cayendo el tejado y nos preocupamos de limpiar las telarañas.
Quizá no tengamos tiempo o lo tenemos tan ocupado que no hay espacio para nosotros mismos ni para los demás. Quizá la rutina diaria y la pelea con obstáculos más familiares y cotidianos nos entretiene más de la cuenta. Se trata de quitar de en medio obstáculos y no generarlos, ni físicos ni imaginarios. Pensamos en las múltiples terrazas, en el escaso y desconcertante carril bici, mobiliario urbano mal ubicado, márgenes del río infrautilizadas y un montón de cosas más en la ciudad y en los pueblos, pero abramos nuestra mirada, nuestra responsabilidad, nuestro espíritu crítico un poco más allá de nuestro ombligo y de nuestro entorno más cercano.
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