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Alzheimer patrio

Jueves, 26 de septiembre 2019, 05:00

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El pasado 29 de agosto, desde estas páginas de LA GACETA, anuncié que Sánchez quería nuevas elecciones y que Podemos claudicaría de sus pretensiones. También dejé la puerta abierta a una más que esperada traición de Ciudadanos. Tristemente el tiempo me ha dado la razón.

El de Galapagar ofreció una bajada de pantalones en todas sus exigencias -Sánchez la rechazó-. Luego Rivera, siguiendo su propio papel, lanzó el órdago de abstenerse para que Sánchez saliera investido -Sánchez (¡oh, qué extraño!) también rechazó la propuesta-. Alberto Carlos Rivera sólo pedía tres cosas: no subir impuestos, enviar a freír espárragos a los etarras y enchironar a los puigdemonios. El tipo es astuto y sabía de sobra que Sánchez no aceptaría estas condiciones -ni ninguna otra-. Rivera también sabía que de esta manera arrojaba a la opinión pública la sensación de haberlo intentado, así Sánchez se quedaría con el dos de oros al aire. La jugada le salió bien. ¡Demonios! Le salió bien a todos. PSOE, Cs y PP ya tienen unas elecciones que sólo pueden mejorarles. Mientras que Podemos, el gran perdedor, se enfrenta a la suerte del voto con un electorado diezmado y dividido desde dentro.

¿Y qué papel jugamos los cuarenta y siete millones de remeros de este país? Me permito la osadía de citar al inmortal Melville para ilustrar nuestra posición: entre tiburones y espadas, en un triste peligro y un mal guisado. Estas nuevas elecciones nos costarán otros 140 millones. Cuando todo pase -si pasa-, entre ponte bien y estate quieto, se habrán fundido casi 600 millones de nuestro dinero. Una fortuna que no tenemos dilapidada en llevarnos de paseo arriba y abajo, con la boleta en la mano, como si fuéramos gilipollas.

El país está paralizado, una nueva barra libre de crisis está llamando a la puerta y Cataluña entra en una deriva peligrosa. Aún no se ha disipado el eco de los disparos de ETA y ya tenemos a los golfos de los pantumacas llenando sótanos con explosivos para atentar contra los cuarteles de la Benemérita. ¿Quién les habrá enseñado las técnicas de la kale borroka? ¿Quizás su amigo Otegi? Dime con quién pactas y te diré cómo preparas las bombas.

Este paripé, esta mascarada política, secesionista y proetarra sería impensable en países serios. Pero para nuestra desgracia vivimos en payasolandia y aquí todo vale. Somos un pueblo sumiso y cobarde, la sombra de lo que éramos, y tragamos con todo lo que nos echen. Sería mejor ignorar nuestra orgullosa Historia pues moriríamos de vergüenza al ver la piltrafa en la que nos hemos convertido. Mucho golpe en la mesa del bar, mucho grito e indignación, pero cuando se nos pasa el calentón volvemos a casa, bajamos la cabeza, ponemos el partido y a olvidar. Si la gente de este país tuviera memoria, sólo memoria, cuantas cosas cambiarían.

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