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Castilla y León cumple cuarenta años como autonomía y lo hace con tantos avances como carencias. La Comunidad de 2023 poco tiene que ver con la de 1983. La sanidad, los servicios sociales, la enseñanza o la industria han dado pasos de gigante, pero seguimos padeciendo un déficit crucial: la sangría de población. En cuatro décadas la Región ha perdido 215.000 habitantes, casi un diez por ciento de sus ciudadanos.
Castilla y León ha crecido en estos cuarenta años, pero más ha crecido el tamaño y el peso de la Administración regional. Basta con comparar los 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros) que conformaban el presupuesto de la Junta de Demetrio Madrid en 1983, el primer año de autonomía, con los 11.500 millones de euros (1,9 billones de pesetas), de que dispone el Gobierno regional en 2023.
El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, expuso el pasado viernes, durante la entrega de los Premios Castilla y León, un balance sobrado de optimismo al analizar la macha de la Región desde que se aprobara el Estatuto de Autonomía. Tenía razón al hablar de la calidad que han alcanzado los servicios, sobre todo en educación y dependencia, pero se olvidó de la sangría poblacional, que no es una circunstancia cualquiera. También alardeó sin motivo para ello del equilibrio territorial (el Oeste y sobre todo la zona de la Raya, están cada día a mayor distancia de los ejes de desarrollo) o de la “personalidad propia” de Comunidad, cuando el sentimiento regional sigue siendo el gran ausente en los corazones de la mayoría de castellanos y leoneses.
La falta de madurez de nuestra autonomía queda reflejada en la propia celebración de la fiesta regional, con los representantes de las instituciones enfrentados en una batalla sin cuartel. Los dirigentes de la oposición regional y los sindicatos no acudieron a la entrega de los premios el pasado viernes y una parte del Gobierno, la representada por Vox, reniega de la celebración en Villalar, que sigue siendo un símbolo de ese incipiente sentimiento regionalista que no termina de calar.
El desprecio que supuso la ausencia del PSOE, Cs o UP en la entrega de las medallas a siete de los mejores ciudadanos que ha visto crecer esta Comunidad no tiene otra explicación que un intento de captar votos a dos meses de las municipales. Hacer electoralismo barato a costa de desairar a siete grandes personalidades de la sociedad castellana y leonesa, entre ellas a los salmantinos María Victoria Mateos, mejor especialista mundial en la cura del mieloma, y el insigne torero Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, muestra el carácter mezquino del plante.
La excusa de los boicoteadores es que los premios se habían convertido “en un acto de Vox”, cuando quienes estuvimos en el Miguel Delibes no escuchamos ni una sola vez mentar a ese partido (ni al PP). El líder del PSOE, Luis Tudanca, dio otra razón bastante estrambótica para justificar el haberse borrado de la ceremonia: la falta de paridad de los premios, en los que durante cuarenta años “solo hay una veintena de mujeres reconocidas”. Lo cierto es que tres de esas veinte corresponde a los galardones de 2023. Todos los premiados tenían un altísimo nivel en sus respectivas disciplinas, y si Tudanca no estaba de acuerdo con la distinción a Sánchez Dragó en el apartado de Letras, porque no lo consideran castellano y leonés ‘pata negra’, o porque no están de acuerdo con su línea de pensamiento, podían haberlo expresado así, pero sin dejar de acudir, para no hacer semejante a feo al resto de premiados y a la gran mayoría de ciudadanos de esta Comunidad que votaron lo que votaron hace poco más de un año.
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