1984
Fue bastante antes cuando leí el libro de George Orwell. Me refiero a ‘1984’. Bueno, igual leerlo como tal ocurrió después. En aquel momento se ... trató de traducirlo: trabajo del curso que nos propuso un profesor de inglés adelantado a su tiempo. Resultó del todo motivante. En vez de tediosos artículos de prensa que poco nos aportaban, no por su contenido, sino por nuestra edad, un libro completo, curioso y original que nos presentó una visión distinta y futurista de un mundo aun por descubrir.
Recomiendo la lectura de la novela, así que no es mi intención hacer spoiler. Hay que ver lo que ese libro ha dado de sí, en especial debido a los programas de televisión que toman de la obra ese concepto del ojo que todo lo ve y en los que participan personas en proceso de convertirse en personajes de perfil tan bajo que resultan patéticos en casi todo. Los convierten en cobayas expuestas al más denigrante y morboso seguimiento de telespectadores que buscan una simple distracción en esta era de locura, tiempo de calidad escaso y contenido televisivo de dudoso valor, en general. Sálvese quien pueda.
Dicho esto, Salamanca viene convirtiéndose en una suerte de Big Brother. Por donde quiera que uno pase se encuentra vigilado por cámaras. La versión oficial es que tiene que ver con el plan obligado por el gobierno central referente a crear en las ciudades de más de 50.000 habitantes Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, no puedo evitar un escalofrío cuando tengo esa sensación de que alguien, sin saber muy bien quién, ni con qué intenciones, puede ver cada cosa que hago o cada paso que doy.
Tener vigilada a la población aumenta la presión sobre ella, genera datos de su comportamiento y, desde luego, permite recaudar mediante multas y sanciones, sea porque el vehículo no tiene distintivo debido a su antigüedad o quién sabe por qué motivo pasado mañana. He visto ciudades hacer lo mismo con anterioridad para generar el negocio multas de tráfico. Ojo que Salamanca está comenzando a llenarse de radares que ya sí funcionan y sancionan. Hasta tenemos alguno bien situado en el ranking nacional.
Siempre me he definido como liberal, sin tener detrás una ideología en que apoyar tal afirmación. O puede que en parte eso sí. Desde luego no unas siglas o unos colores que me representen.
Tal vez por eso vengo defendiendo la desaparición del tráfico en el centro de las ciudades desde que tenía rizos y usaba secador de mano. Mucho antes, incluso, la libertad individual basada en la educación y en el respeto a las normas que todos nos demos. Quienes nos gobiernan tienen que hacer que estas se cumplan, estamos de acuerdo, pero es que ya no caben más leyes, más reales decretos, más normas... Ni más cámaras. Lo más curioso es que este otro libro termina siempre en recaudación. Será casualidad, seguro.
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