«No nos dejan quitar ni las zarzas por los nidos de los pájaros o los reptiles»
Jesús Hernández, ganadero, escribe su carta de desahogo, la cual comparten otros muchos después de uno de los grandes fuegos desatados en Salamanca
«No es que no nos dejen cuidar del mundo rural como se ha cuidado toda la vida, sino que si intentas realizar una acción para evitar estos desastres (los incendios), tienen orden de sancionar». Lo cuenta Jesús María Hernández, ganadero de Cipérez, en una carta que ha enviado por redes sociales, después del incendio que asoló su zona desde el pasado 15 de agosto y en el que ardieron miles de hectáreas.
En la carta cuenta cómo ha solicitado arreglar el monte, hacer cortafuegos o quitar zarzas y la respuesta de los técnicos de Medio Ambiente han sido «actas negativas a realizar los trabajos: si quitas las zarzas se pierden nidos de pájaros, reptiles, etc. Si podas árboles, se secan porque lo hacéis mal: cuando se caiga un árbol o rama si quiere lo cortes; no puedes gradear porque hay mucha pendiente y es perjudicial para el suelo... », escribe, y se pregunta, «¿quién nos va a dar solución para poder seguir viviendo de nuestros trabajos con miles de hectáreas quemadas?» En su caso pedía poder limpiar una finca de unas 110 hectáreas «y unas 50 serán zarzalones, así que...».
La vigilancia no para en la zona de Cipérez, Peralejos de Arriba, El Villar, Espadaña... Los ganaderos siguen con turnos por miedo a que reactive el fuego, como justo ocurrió en Cipérez. Jesús María Hernández recuerda el inicio, el viernes al mediodía y en el mismo punto en el que «martes o miércoles se habían quemado 500 hectáreas por un rayo». Él llamó dos veces al 112 para comunicarlo. Recuerda que media hora después de la segunda llamada llegaron los bomberos. «Habíamos salido ya todos los del pueblo a apagarlo y los de alrededor y hasta vinieron desde cerca de Salamanca con tractores para ayudar. Pero en dos horas y media arrasó 10 kilómetros. Se fue de las manos», dice.
En Espadaña, se ve claro el efecto del cambio de viento: son hectáreas de superficie quemada en línea recta y, de repente, se frena. En ese pueblo trabaja como empleado municipal Isidoro Muriel y con el objetivo de limpieza «para que no haya fuegos», dice. Él considera un milagro lo que ocurrió en Becerril. «Se ha quemado todo el término y lo único que se ha salvado son las viviendas, donde yo iba a echarle a una perrita y a las tres gallinas que tengo. Es impresionante. Lo que creo que pasa es que está más machacada esa zona y el resto, sin arreglar». Entre Espadaña, Puertas y Cerezal suman sólo en torno a 120 vecinos. Con Cipérez y Villaseco de los Reyes, unos 700. Zona despoblada, destaca la alta cabaña ganadera, sobre todo de vacas, con grandes fincas. En El Payo, también con un gran fuego, la realidad del terreno es muy distinta a la de la zona de Cipérez: allí el monte y los grandes árboles madereros lo ocupan casi todo y hay presencia de vacas, pero no tan destacada. Les une a las dos zonas la sensación de desamparo y el miedo. También la crítica a restricciones en podas. «A un roble le pueden sobrar 25 ramas pero si llegan a un grosor, no se puede tocar.», explica Jesús María Hernández. Isidoro Muriel en su tarea de limpieza de Espadaña reconoce que sufre porque «no te dejan quemar nada, ni en invierno. Y en podas te impiden todo». Eduardo Martín, otro de los ganaderos que participó en las labores de extinción del fuego desde Puertas, asegura también que el campo «no está cuidado. Hay mucho matorral bajo y la limpieza está restringida por Medio ambiente. No se puede limpiar, no se puede quemar cuando quieras».