El secreto para que la lenteja de La Armuña sea verdosa: «Es algo que hemos mamado desde chicos»
Ildefonso Armenteros conserva la forma tradicional de siega, este año sin zazurca
Ildefonso Armenteros recuerda que era un niño cuando iba con su padre a recoger las lentejas. En su casa siempre se sembraron y él, desde que tiene su explotación, en 1987/1988, no ha habido año que no las cultivara. «Es algo que hemos mamado desde chicos y, además, es muy beneficioso para la tierra», apunta.
Ahora es uno de los pocos agricultores salmantinos que aún siega y luego trilla la lenteja, que se resiste a cosecharla directamente aunque duplique el trabajo y no tenga una justa recompensa en precio. Y lo hace, para conservar el color verde que es característico de la lenteja de La Armuña. «Al dejarlas secar para cosecharlas pierden mucho verdor», advierte, y cuenta que lo que hace es segarlas cuando empiezan a amarillear».
La siega la hacía con una reliquia, una segadora conocida como zazurca, que en Salamanca se ha visto hasta hace nada tirada por un tractor Motransa Nuffied, por Villaverde de Guareña. En esta ocasión, Ildefonso ha optado por segar con cosechadora con un acople para que corte la lenteja pero no la suba a la máquina: «que las corte y vaya al suelo», dice. Y explica que, por su experiencia, «cuando mayor es el corte que llevas, peor segadas». Reconoce que «de esta forma avanzo más y no quedan mucho peor».
Este domingo terminó de cosechar sus lentejas y el proceso fue más rápido que otros años, por el calor. En campañas pasadas la lenteja estaba segada sobre la tierra una semana y, en esta ocasión, le han bastado tres días para secarse, que es cuando las trilla. «Trillos que se utilicen quedan el mío y pocos más», apunta. «Esta máquina la hacían en León, la utilizaron primero para alubias y luego la adaptaron a las lentejas. En Salamanca habría 7 u 8 como esta, pero la mayoría están guardadas», explica. «Luego da gusto ver cómo quedan las lentejas», explica Ildefonso, y mantiene que aunque a las cosechadoras más modernas les ocurre menos, «siempre cortan o pelan alguna lenteja». El problema común para los agricultores que se dedican al cultivo de las lentejas es luego la cantidad que quedan en la tierra, sin poderse recoger.
Ildefonso, que está a punto de cumplir los 59 años, recuerda cómo ha cambiado el cultivo de lentejas, desde que él era pequeño y se cogían a mano «cerro a cerro», hasta que empezó a utilizarse un arado con cuchillas grandes con las que se cortaban las raíces de las lentejas. «Lo que ocurre es que ahora lo que siembro yo, 12 hectáreas, era lo que se sembraba entonces entre 3 o 4 familias», señala, y apunta que su padre cultivaba entre 2 y 3 hectáreas « y eran casi tres semanas cogiendo lentejas, acarreándolas, limpiándolas...», explica.
Ya con la cosecha suya fuera del campo -aunque quedan aún por cosechar algunas parcelas de Pedrosillo o La Vellés-, el balance que hace de cómo ha ido el año es «bueno», con una media alta, que estima en 900-1.000 kilos por hectárea aunque no ha sido su año estrella. Ildefonso recuerda que en el 2011 llegó a los 1.400. «Fue una cosa extraordinaria», apunta y dice que «aunque se mojaron justo cuando segué, no recuerdo otro año como ese», dice. Este año tienen «buena vista» y apuntan a ser de calidad, según mantiene Ildefonso. Reconoce que está contento.
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