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»Quiere morir ganadera» y lo dice porque nació ganadera y es lo que le gusta, a pesar de que para ella cada día empieza cuando aún es de noche y no sabe nunca cuándo se acaba el trabajo.
Elvira De Miguel es de Fuenteguinaldo, tiene 43 años, y reconoce que no le tiene miedo a nada: es habitual verla a caballo en encierros de toros -en Fuenteguinaldo y Ciudad Rodrigo- y empezó trabajando en una finca pero lleva ya 21 años con su propio ganado.
Fue a su abuelo, Emilio Méndez, al que le debe esta afición por la ganadería. Y es por él porque quien conservó una línea de vacas charolesas. Quizás también le deba a él que no le dé miedo nada, o eso dice. Ni levantarse cuando no se ve, ni ir sola cada mañana en plena oscuridad a ordeñar a la vaca suiza que conserva por si algún ternero necesita leche o luego acudir a los otros 5 sitios «pequeñitos» donde tiene repartida su ganadería, de un centenar de vacas.
Reconoce que pese a empezar hace ya tantos años, cuando apenas había mujeres en el campo, nunca se sintió inferior. «Igual no tenemos la misma fuerza -dice- pero para eso está la cabeza». Y ahí está Elvira dando una muestra de ingenio: en lugar de cargar con un saco de 40 kilos de camperina y luego otro y otro para esparcirla en cada una de las parcelas, lo que hace es enganchar el saco a la bola del todoterreno, abrirlo por el lado contrario y dar vueltas con el coche dentro de la finca hasta que termina y así uno tras otro.
«Además de que pesa, es que te pueden llevar por delante las vacas», cuenta. Para repartir la paja confió en un invento del herrero del pueblo que consiste en meter la paca en una especie de rueda que se engancha al coche y se deshace con el roce con el terreno.
Ahora su nuevo reto es el de participar en ferias de ganado. Ha comprado vacas charolesas puras, se ha inscrito en la Unión de Criadores de Charolés -UCHAE- y ha añadido una nueva tarea entre sus ocupaciones, la doma de becerros. A Salamaq no acudirá porque tiene vendido el ganado con el que podría acudir.
Se carga de más trabajo, lo reconoce, a pesar de que cada día dice que le resulta más difícil ser ganadera. «No me arrepiento de dedicarme a esto pero se ha complicado mucho». Y habla de los saneamientos, «que te marcan una vaca y ya no puedes hacer nada».
Pero también de las dificultades para medicar al ganado: «Ahora mismo con el calor los terneros se deshidratan enseguida y antes le dabas el medicamento pero ahora tienes que ir a Ciudad Rodrigo y entre que lo consigues, a lo mejor se te ha muerto ya el becerro», denuncia. Y denuncia también la cantidad de papeleo que hay que hacer en una explotación. Y también comparte cuál fue su mejor inversión de los últimos años: «El sondeo, sin duda, porque antes tenía que cargar con el agua».
No tiene duda de que se vive mejor trabajando para otros que como ganadera. «Aquí hay meses que lo que has pagado es lo que ganas, así que apenas te queda nada». Su pareja trabaja en una finca y, cada uno con lo suyo, salen adelante disfrutando de lo que les gusta, el campo y esperan que por mucho tiempo.
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