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Ángel García regresó a España para cumplir un sueño. CASAMAR
Los viñedos salmantinos regados con sabiduría francesa

Los viñedos salmantinos regados con sabiduría francesa

Con tan solo 27 y 30 años, Melissa Comellas y Ángel García, enólogos e ingenieros agrónomos, rescatan del olvido tierras salmantinas para crear su propia bodega en La Fregeneda

Domingo, 2 de octubre 2022, 17:20

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Resulta inevitable relacionar Francia con el vino más refinado, destinado a los más gourmet. Sin embargo, en el corazón de Las Arribes, y tras acumular una vasta experiencia en vendimias tanto españolas como francesas, una joven pareja ha decidido establecerse en Retortillo, y desde hace poco gestionan concienzudamente parcelas distribuidas por el oeste salmantino, la mayoría en San Felices de los Gallegos.

Tanto Ángel García como Melissa Comellas, de 30 y 27 años respectivamente, atesoran, a pesar de su juventud, los conocimientos intrínsecos a sus dobles titulaciones: Ingeniería Agrónoma y Enología. Aunque Ángel proviene de la Ciudad Condal, su familia tiene raíces salmantinas, y fue ese vínculo el que le llevó a descubrir los vinos de Las Arribes, destapando así todo su potencial.

“Estudié en Barcelona, vine a Salamanca a hacer un máster y conocía todo esto; empecé a trabajar en una bodega de aquí mientras estudiaba”, explica Ángel, remontándose al origen de esta aventura.

Sin embargo, fue en Francia donde estudiaría finalmente Enología y conocería a Melissa Comellas, madrileña con raíces francesas, la pareja con la que formaría un tándem perfecto para el proyecto que actualmente aflora entre los vinos Denominación de Origen de Las Arribes. “A Melissa le empezó a nacer también la inquietud del vino, esa espinita”, un detonante que sería decisivo.

Llegó, inexorablemente, el momento de decidir qué camino tomar: quedarse en Francia, acumulando más experiencia en viñedos, o comenzar una andadura en tierras arribeñas. “Mi bisabuelo tenía una viña en Retortillo, la cual hemos replantado con la variedad Juan García, que es precisamente como se llamaba mi abuelo”.

Como si de una señal se tratase, y lo que empezó con una barrica “experimental” en 2018, ha terminado por convertirse en un plan de vida apoyado en unas siete hectáreas, más de treinta variedades de uvas, y una bodega de la que saldrán, según los cálculos, unas ocho mil botellas de vino ecológico.

La bodega debe su nombre, además, a la historia de San Felices de los Gallegos: “Dominio del Noveno”, un nombre que alude al asfixiante tributo que los agricultores debían pagar antaño, y de cuya liberación surgió la característica fiesta.

“Algún día me gustaría hacer vino aquí”, pensó para sus adentros Ángel cuando descubrió lo que considera “un tesoro”. Más que eso: “un tesoro increíble, un súper tesoro”, enfatiza. “A veces no sabemos valorar lo que tenemos”.

La prueba está, sin ir más lejos, en que en Champagne, por ejemplo, a los visitantes se les muestra con orgullo los viñedos a la foule, que no es otro sino el que precisamente aquí se encuentra a mansalva. “Se trata de tener variedades mezcladas, eso a la gente de aquí le parece caótico, que no vale, y allí lo enseñan como si fuera algo muy especial”.

La bodega de Ángel y Melissa, en una antigua quesería de La Fregeneda, podría, con paciencia y trabajo, llevar la marca de Las Arribes a todo el mundo. “Aquí no es fácil, vendemos sobre todo a Barcelona y Madrid”. La visión es que el producto hable por sí solo, y poner en valor, recalca, el vino de Las Arribes.

Un viaje con meta en los orígenes

Ambos amantes del vino y expertos en la materia han trabajado en viñedos de Francia y España, y además de iniciar este proyecto a largo plazo, se dedican a la consultoría de bodegas, por lo que viajan a menudo, y están a caballo entre Retortillo y Madrid. Llegaron, de hecho, a gestionar su primer producto, aquella barrica de prueba, desde Francia. “Fue complicado”, recuerda Ángel. Pero el proyecto estaba encima de la mesa, y todo lo aprendido les permite extrapolar técnicas. La vida es apacible, y los vecinos de la zona muestran interés por estos dos emprendedores. “Vienen mucho a curiosear y a preguntar qué tal va la cosa”. Entre sus principios está el impulso de un vino con la mínima intervención: “tan solo gas carbónico y justo antes del embotellado, sulfitos”, y voilà, vino arribeño.

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