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Tomás Centeno, en su finca de La Huérfana de Gejuelo del Barro.
De empresario emigrante a ganadero en España: «El problema que tenía Venezuela era la inseguridad»

De empresario emigrante a ganadero en España: «El problema que tenía Venezuela era la inseguridad»

Tomás Centeno llegó a tener su empresa de gas licuado en Venezuela y ya con Chávez en el poder volvió a España y se convirtió en ganadero

Domingo, 4 de agosto 2024, 17:52

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Tomás Centeno tenía 17 años cuando dejó Fermoselle (Zamora), donde nació y decidió iniciar su aventura. «En aquella época la gente tenía que emigrar porque no había medio de vida en los pueblos y entonces yo tenía un tío en Venezuela que se había ido hace 7-8 años y me fui para allá», explica.

Lo que se encontró allí no le gustó. Era un pueblo de interior, en el estado de Monagas y «medio salvaje. Veías cosas que no había visto en mi vida». Por ejemplo, recuerda que «hacían fiestas todos los domingos en un templete que llamaban, que era como un frontón de pelota, y la música terminaba cuando mataban a una persona. Eso da una idea de cómo era aquello».

Tomás trabajó dos meses en la gasolinera y después se marchó a una ciudad, a Barquisimeto, estado de Lara, donde se dedicó a vender cuadros. Estuvo allí aproximadamente año y medio y después llegó a Caracas, donde comenzó a trabajar en una empresa distribuidora de gas en la que de las 70 personas, al menos 50 eran españoles. Recorrió todos los departamentos de la empresa y se hizo profesional de plantas de llenado de gas licuado. Después de 10 años allí y de especializarse en camiones cisterna, un directivo montó una empresa similar y le invitó a irse con él, lo que aceptó. Tres años después, Tomás creó su propia empresa de gas licuado en Caracas y llegó a entablar amistad con personas del Ministerio de Minas o del cuerpo de Bomberos.

Vuelta a España

Estuvo 25 años con su empresa hasta que decidió volver a España. «El problema de Venezuela es la inseguridad. Allí la vida no vale nada», asegura. Tomó la decisión de regresar después de que le atracaran una decena de veces «y eran atracos con metralleta. Tenía ya dos niñas y las enviamos a estudiar a España. Luego llega un momento en el que ves que a fulanito le mataron en un atraco, o al otro, y decides cambiar dinero por salud». «Allí pasaba que si un partido político era malo, el otro era peor. Y la gente hubo un momento en el que pensó que como Chávez era militar, ese señor iba a arreglar el país y fue todo a peor. Es lo curioso, que cuando él ya estaba gobernando aumentó la inseguridad y la Policía estaba corrompida totalmente».

Tomás vuelve a España y recuerda que se hizo lo que llama la pregunta del emigrante: «¿de qué vivo?». A su padre siempre le gustó el ganado y eso hizo que él diera el paso de comprar una finca y después otra, y el ganado. Reconoce que aunque era un enamorado de su profesión, de las plantas de gas, no le costó mucho adaptarse «porque soy una persona que me fijo mucho en lo que hacen los demás». Sí vio que la ganadería estaba y está, dice, «un poquito dejada. Aquí no tenemos asesores y debes caminar por aquí o allí, según veas, y eres tú el que experimentas con sembrados, praderas, razas, inseminaciones...» Por esa necesidad de probar cree que una persona joven que quiera salir adelante con la ganadería «tiene que tener mucho dinero o que se lo dejen los padres».

De Venezuela recuerda a sus 82 años las grandes fincas, de 10.000-30.000 hectáreas en las que el dueño iba en avioneta y donde las razas de ganado más habitual eran cebú y limusín. «Pero el problema era el mismo en todos los sitios: la inseguridad. Allí hay ganaderos que no van a las fincas por miedo a secuestros o ves fincas valladas y dos guardas armados en una torreta».

Tomás reconoce que quiere mucho a Venezuela. «Lo único que llega un momento en el que tienes familia y tienes que tomar decisiones». De lo ocurrido en las últimas elecciones, pocas sorpresa. «Que Maduro y su gente vayan a dejar gobernar a otros es muy difícil», dice.

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