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El buey highland, de la explotación Prado Alegre.
La buena vida del buey highland

La buena vida del buey highland

Irene y Paco trabajaban en Madrid y decidieron crear en un pequeño pueblo de Salamanca una explotación ganadera de cebo semiextensivo orientada al bienestar animal

Susana Magdaleno

Salamanca

Jueves, 17 de abril 2025, 18:56

Lo suyo parece de película. Ambos, Irene y Paco, trabajaban en una gran empresa en Madrid, en marketing, y visitaban con frecuencia Salmoral, el pueblo de él. Tienen allí amigos ganaderos, les gusta la vida de campo para sus hijos y, entonces, piden que les avisen si hay posibilidad de comprar un terreno.

Llega el momento ansiado, adquieren un terreno y compran tres vacas, que las niñas «bautizan» como Josita, Justa y Bonita. A partir de ahí y pasados cuatro años, tienen ya 100, entre vacas y bueyes, tan peculiares como el highland. Ella ahora se dedica a la ganadería y él sigue en la empresa. Han conseguido crecer desde cero, sin tener familiares ganaderos, ni terreno o instalaciones heredadas. «No sé en qué momento nos encontramos con 100 animales», reconoce Irene González riéndose. «Nos dimos cuenta de que lo que queríamos montar era casi lo mismo para 50 que para tres», explica. Y así nació la Ganadería Prado Alegre.

Desde el principio, fueron conscientes de que querían regalarles esta vida a sus hijos y también del inconveniente de tener que aprender a ser ganaderos sobre la marcha, pero con la ventaja de «no tener vicios adquiridos».

Su proyecto lo apoyan en el bienestar animal y, unido a ello, en la calidad de la carne, además de en trabajar por la España vaciada.

En su explotación, como cuenta Irene, priorizan el bienestar de los animales con cebaderos en semiextensivo, con cercados amplios. «Nos decían que estábamos locos y nosotros sabíamos que íbamos a tardar más en cebar el ganado, pero también que la calidad de la carne sería mayor porque repercutiría: el tiempo nos lo ha demostrado».

En su explotación, se preocuparon de que hubiera sombras para que se cobijara el ganado o comederos rodeados de hormigón para que en tiempo de lluvia no tuvieran siempre el barro en las patas. También disponen de rascadores con depósitos para desparasitar y la explotación está ideada para realizar tareas con el tractor desde fuera para interferir lo menos posible en el día a día del ganado... «Cuanto menos manejes a los animales, están más tranquilos», explica Irene.

Acordaron con un especialista en nutrición la fórmula de pienso ideal para el ganado -«que fuera de muy alta calidad»- y ahora es el que les dan. Tuvieron claro que no hay que tener prisa, que producir es tiempo, de ahí que optaran por vacas y bueyes. También que los bueyes sólo son los animales castrados antes del año y que luego deben tener un mínimo de cuatro años. «No todo lo que se compra como buey lo es -explica la ganadera-. Nosotros trabajamos con buey y vaca vieja porque la idea era diferenciarnos».

En cuanto a razas, su apuesta son las autóctonas, como avileña o berrenda en negro o en colorado, pero también tienen el buey highland, «porque surgió la oportunidad». La raza highland también es conocida como de las Tierras Altas escocesas y los animales se diferencian por su pelo, largo y lanoso que suele ser de color rojo. Su carne está considerada de alta calidad, magra y con sabor, y los animales de esta raza son muy valorados por su capacidad para resistir el frío y adaptarse a terrenos difíciles, además de por su carácter dócil.

En la explotación de Irene y Paco hay además una apuesta por la parda de montaña, pero también por cachenas -la espectacular raza gallega de pequeño tamaño y gran cornamenta- o por el wagyu cruzado. Ellos no miran la cantidad, sino la calidad, pero tampoco huyen de tendencias del mercado.

A través de las redes, contactaron con Alberto Salto, el «As de las carnes», y cuando él visitó la explotación, le encantó la iniciativa y llegaron a un acuerdo para la venta de la producción. Ahora no tienen intermediarios, la carne de «Prado Alegre» es en exclusiva para él y «no damos abasto para la demanda». Son socios en una hamburguesería y su idea es seguir creciendo con la ganadería, pero «manteniendo estándares de calidad, no como gran industria», explica Irene.

Su otra «batalla» está en el apoyo a la España vaciada. En Salmoral son un centenar de vecinos y ellos abrirán una casa rural en las antiguas escuelas. Al pueblo le han regalado unos columpios para los niños porque los que tenían estaban ya viejos.

Esta es la historia ganadera de Irene y Paco. Ella tiene claro que partiendo de cero, sin que hubiera mantenido él su empleo, habría sido imposible. «Nos decían lo valientes que éramos. No sé si valentía o locura», reconoce.

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