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LA GLORIETA Casi tres cuartos de entrada en los tendidos en tarde entoldada y de fría temperatura. 6º y último festejo de la Feria.
GANADERÍA Corrida concurso de ganaderías. Toros de Puerto de San Lorenzo, noble y de excelente calidad; Garcigrande, bravo y bueno; José Enrique Fraile de Valdefresno, boyante, emotivo, franco, poderoso y repetidor; Domingo Hernández, noble con carácter; Carmen Lorenzo, nobilisimo y de exquisita bondad, embistió al ralentí; y Hermanos García Jiménez, bravo y muy completo, emotivo y vibrante en todos los tercios, Ateo, de nombre, que fue premiado con la vuelta al ruedo.
DIESTROS
López Chaves. Celeste y oro Media estocada certera (dos orejas); pinchazo y estocada (oreja tras aviso); y dos pinchazos y estocada con descabello (oreja tras aviso).
El Juli. Sangre de toro y oro Pinchazo y estocada (oreja); dos pinchazos y más de media tendida (ovación con saludos); y gran estocada (dos orejas y rabo).
Enfermería. José Núñez 'El Pilo' fue atendido en la enfermería de la plaza de toros de La Glorieta de dos cornadas, una en el muslo derecho de 20 centímetros; y otra más de 15 centímetros en el soleo.
¡Toreros! Hasta el último suspiro. Hasta el último segundo de sus vidas dentro de un traje de luces. Dos despedidas soñadas. Dos toreros que pusieron La Glorieta en plena ebullición en una tarde feliz y de gran contenido. El reflejo de dos vidas entregadas ... al toro en 150 minutos de fulgurante función. Con la tarde vencida, a López Chaves y El Juli se los llevaron a volandas por la puerta grande al encuentro de la gloria eterna del toreo charro representados en los monumentos de El Viti, Capea y Robles, que se erigían en la anochecida sobre la multitud de aficionados que abarrotaban la explanada de La Glorieta para dar el último aliento de admiración y cariño de la despedida más apasionada a dos torerazos. El final feliz de una tarde dichosa.
El toro de Puerto de San Lorenzo parecía el ideal para una alternativa de torero recién estrenado en el escalafón, por la nobleza templada y rítmica que derrochó en su fabulosa entrega. Sin embargo, se encontró con un torero en sazón que lo saboreó como pocos en el antepenúltimo aliento de una carrera de guerra y dinamita. Y aquí se templó como nunca. Bajó incluso una velocidad a la interpretación con el último de su vida, de Carmen Lorenzo —como aquel de la alternativa hace un cuarto de siglo— al que había que acariciar con muñecas de seda para saborear las almibaradas acometidas que parecían soñadas. Chaves fue guerra y pasión. Amor y entrega. Látigo de pundonor con alas de mariposa, en una faena tan desigual, tan irregular, tan bella porque los muletazos casi se sentían antes de ejecutarlos el torero y de emprenderlos el toro. Y eso que a punto estuvo de esfumarse todo antes de empezar, porque Talaván corriéndolo a una mano al burladero del 8, lo estampanó contra las tablas, dejando al toro casi patas arriba. El fondo de bravura y de bondad del de Espino Rapado le sirvió incluso para venirse arriba y que Chaves lo paladeara. Tanto lo hizo que hasta en dos ocasiones salió prendido y por los suelos. Ese arrebato pronto se templaba. Se le atascó la espada y ahí perdió un triunfo mayor. No quiso pasear la oreja concedida que el público le entregó con cariño.
Uno de los toros de más fondo, más boyante, de más peso y de más importancia de la tarde fue el cuarto de José Enrique Fraile de Valdefresno, el único cinqueño —a solo dos meses de los seis años— de nombre Lirio, que sacó carácter y al que solo le afeó un inoportuno ademán de escarbar en cada ronda de envites, primero en el caballo y después en la muleta. Sin embargo, aquí, cuando más le exigió el torero, más afloró la potente condición del toro que viajó con una embestida eterna, humillado, codicioso, entregado. Como si saliera humo de aquellas pezuñas que pisaban con autoridad el ruedo. Chaves solo supo pulsar esa tecla correcta con la muleta en la derecha, por la izquierda no lo hizo tanto, aunque el toro atisbó la misma buena condición. Pareció más toro incluso de lo que se vio.
Hubo otro astado importante que quedó escondido entre la pasión de la tarde. El de Garcigrande que hizo segundo e hirió a El Pilo en banderillas, después de que el picador Salvador Núñez le tapara la salida sin argumento en el tercio anterior. El Juli brindó al maestro Capea la actuación con un Enrollado pronto, codicioso, humillado y con picante. Como el de José Enrique Fraile parecía un toro de examen para otra guerra que no era la de ayer. Molestó mucho el viento y ahí se escondió la bravura que se vio cuando la muleta de El Juli viajó baja y de forma exigente. El de menos condición fue el quinto, de Domingo Hernández, noble pero picante y sin entrega.
Y así se llegó a la explosión del sexto, después de la emotiva ceremonia del corte de coleta de Chaves. Ni en la última quiso El Juli ceder el protagonismo. Sacó la arrolladora raza de figura que le llevó a lo más alto en este último cuarto de siglo, para cuajar a lo grande a un formidable Ateo de Matilla, que se unió a la fiesta con plena efervescencia. Lo recibió El Juli con una larga cambiada en el tercio del 6, para ir ganándole pasos a la verónica hasta los medios. Galleó por chicuelinas para poner el toro en suerte, donde el toro empujó bravo y con fijeza, tras ir en la primera vara al relance y en la segunda alegre y galopando. No se entendió que le taparan la salida. El quite por lopecinas avivó la pasión y puso la plaza en pie rompiéndose las manos a aplaudir. Tanto fue así que Juli se atrevió con los rehiletes para protagonizar otro brillante tercio. La plaza rendida a gritos de ¡torero, torero! El brindis de la despedida, al público. Se encadenaban las ovaciones. Y, a partir de ahí, otra faena a puro huevo, a placer. De nuevo con las dos rodillas en tierra para templarse a lo grande y rebozarse la embestida de Ateo. Erguido tanto igual o mejor. El toreo hecho frenesí, mientras el pupilo de García Jiménez no bajaba el diapasón. El Juli, caligráfico para pulsar, acariciar, poder y someter las embestidas. No había ya quien parara aquello. La estocada, en lo alto. Dos orejas, rabo, pañuelo azul... el ruedo se llenó de jóvenes. Izaron a hombros a los toreros y ya no hubo quien parara la catarata de emociones que pusieron fin a una tarde emotiva y brillantísima, con lágrimas en los ojos y un eterno ¡Hasta siempre!
9
Javier Román (Picador)
7
Héctor Piña (Picador)
8
Ángel Rivas (Picador)
7
Jesús Talaván (Banderillero)
3
Roberto Blanco (Banderillero)
8
Rubén Blázquez (Banderillero)
6
Javier Gómez Pascual (Banderillero)
LO MEJOR
La entrega indisimulada de principio a fin. Un derroche total en su versión más templada y apasionada
LO PEOR
La espada que le impidió redondear su tarde en el último toro.
9
Salvador Núñez (Picador)
3
José Antonio Barroso (Picador)
5
Diego Díaz (Picador)
4
José María Soler (Banderillero)
6
Álvaro Montes (Banderillero)
5
Agustín de Espartinas (Banderillero)
5
José Núñez 'Pilo' (Banderillero)
S/C
LO MEJOR
La explosión y desbordante actuación de entrega y pasión del sexto.
LO PEOR
El mal uso de las espada en los dos primeros toros.
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