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La Florida, sábado 24 de agosto. Media entrada en tarde soleada (31º)..
GANADERÍAS 2 toros de El Canario para rejones, con volumen y cuajo;de excelente bondad y gran tranco el 1º, el 4º, noble. 4 toros de Loreto Charro, de preciosa, seria y cuajada presencia. Sin entrega el 2º; noble el 3º con las fuerzas justas; aplomado y sin recorrido el 5º; y con calidad el franco 6º.
DIESTROS
SERGIO PÉREZ DE GREGORIO. Tres pinchazos y rejonazo con descabellos (ovación con saludos); y pinchazo y rejonazo (dos orejas).
MANUEL DIOSLEGUARDE. MARINO Y ORO Pinchazo hondo y descabello (oreja); y dos pinchazos (ovación).
ISMAEL MARTÍN. GRANA Y ORO Estocada (dos orejas); y tres pinchazos y estocada (silencio).
La tarde tuvo el argumento de la entrega y pasión de Ismael Martín y de la mala suerte de Diosleguarde. Al primero le tocaron los toros de mayor nobleza y bondad del cuajado, serio y hondo encierro de Loreto Charro; al segundo, otros tantos de nula opción. Con el lote bueno, Ismael Martín amarró el triunfo de entrada, con una plaza a favor que se entregó sin reservas en los vibrantes tercios de banderillas. Con el lote malo, Diosleguarde poco pudo hacer, en dos trasteos persistentes y sin brillo. Con mérito el primero; más denso el imposible segundo.
Ismael Martín se desmarcó de entrada en una actuación en la que sacó todo el repertorio. Se lanzó en el tercio de rehiletes, porque en el saludo capotero no le acabaron de salir las verónicas rodilla en tierra que intentó ante un Barbanegra que salió con muchos pies. Fue común denominador en los cuatro astados criados en Peña de Cabra. Galleó por chicuelinas el recién alternativado torero de Cantalpino para poner a su oponente en el caballo, y lo quitó por escobinas del peto. Puso la plaza en efervescencia en un emotivo tercio de banderillas y brindó la faena a Sergio Pérez, el rejoneador local. La nobleza del toro era para tratarla con suavidad y sutileza. Para administrarla también. Tenía calidad y las fuerzas justas. Por eso aquella medicina se planteaba clave para sostenerlo primero y sujetarlo después. Eso sí, la reserva de calidad había que buscarla dentro de un fondo limitado. Basó la faena por el pitón izquierdo y el trasteo fue creciendo. Tres circulares por la espalda buscando el filón del pitón izquierdo resultaron claves. Ymeritorios. Los llevó largo y templado y tuvo los arrestos de, al vaciarlos, ofrecerle el pecho y los muslos al toro en su vuelta, con arrestos y con solvencia. Con un par, cuando volvía terminaba el torero encunado entre los pitones para efervescencia del respetable. Ismael Martín sintió el aliento y el impulso de sentirse dominador y victorioso. Ese pasaje, que arrancó con los cuatro mejores derechazos de la tarde, por el temple y el trazo enroscándose al toro a su pequeña figura, lo repitió por tres veces. Todos con la misma capacidad. El último lo hilvanó con un arrogante pectoral. Las luquecinas mantuvieron la llama. La habilidosa estocada puso el broche
El tercio de banderillas del sexto fue mejor que el del tercero. Los adornos y el derroche de facultades para parar el toro por la cara (made in Fandi) resultaron una exhibición de poder. Con este se atascó más con la muleta, en obra farragosa y larga que no terminó de enganchar. Y con la espada. El toro pedía un pulso exquisito para administrar su bondad.
El primero de Diosleguarde tuvo franqueza y fijeza en sus embestidas, pero jamás lo hizo entregado y siempre viajó con la gaita a media altura. Sin embargo, luego, los viajes fueron siempre largos. Pareció que sacó petróleo Diosleguarde de un pozo con escaso fondo, por su persistencia, por no darse por vencido. Aguantó con valor seco y sereno varias miradas en el epílogo que invitaban a la huida y Diosleguarde no se inmutó con las plantas de los pies asentadas en la arena. No solo lo aguantó sino que dominó el pasaje todo, que fue de los que dan sitio y confianza a los toreros. Salió de allí victorioso y supo cortar la faena en su momento apropiado. El cierre rodilla en tierra y otro por arriesgadas manoletinas siguieron sumando. El quinto le hizo tragar quina cuando se le fue directo al pecho en dos acometidas en el saludo de capa, acusando un defecto en la vista que se reducía cuando lo tomaba más en corto. Y eso fue lo que hizo en la muleta, lo que pasa es que el toro se agotó en un suspiro. Apenas un cuarto de muletazo con toro aplomado y afligido demasiado pronto. Diosleguarde se mantuvo persistente con él en busca de un imposible.
La buena suerte de Ismael también la tuvo Sergio Pérez, con dos murubes de nota de El Canario. Entre ellos sobresalió el bravo y poderoso primero que sacó un fondo de bandera. Tuvo nobleza, tranco y son. Y también duración. El rejoneador local firmó una obra en la que primó la voluntad sobre el ajuste. Puso un borrón con el rejón de muerte. Se subió al carro del triunfo con el bondadoso cuarto, en trasteo largo, variado y coronado con la eficacia en el remate. Lo brindó a Lorena Martín, la atleta del pueblo recién llegada de los Juegos de París. Los sones del himno de Peñaranda interpretados de fábula por la banda de Villamayor le dieron a todo un indudable carácter sentimental. Todo quedó en casa.
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