Borrar
Talavante y Juan Ortega a hombros en Alicante. MARE NOSTRUM
ENTRE BARRERAS

Educación taurina

Javier Lorenzo

Salamanca

Jueves, 26 de junio 2025, 07:00

Las normas más clásicas del toreo no están escritas en ningún sitio ni hay un código que las recoja. Se transmitieron a través de las generaciones por vía oral a través de los sabios consejos de los mayores. De los toreros referentes que eran espejo para las nuevas generaciones. El respeto, la liturgia, los valores... esa educación taurina que hizo única y distintiva a una profesión que no tiene comparación con ninguna otra. Por la verdad más absoluta que encierra y también por esos detalles con los que marca las distancias. Los toreros debutantes hacen el paseíllo desmonterados en las plazas en las que torean por primera vez. En el primer toro se pide permiso al presidente para iniciar la faena. La antigüedad (la fecha de la alternativa) es un grado para todos y cada uno de los pasajes de la lidia, cuando el toro está el ruedo e incluso cuando ni siquiera ha salido. La colocación en el paseíllo, en la plaza y hasta para entrar en un burladero. No solo en el orden de las actuaciones sino también en el tratamiento. Todo tiene una esencia y un porqué. En caso de percance, un torero herido que está en la enfermería y ha dejado un toro aún en el chiquero, el compañero que se hacía cargo de él dejaba la montera en la puerta de los miedos en respeto a quien estaba en manos de los cirujanos. Son solo algunos detalles de la infinidad que se dan en una tarde de toros.

Ahí las figuras siempre dieron ejemplo y lo fueron para las nuevas generaciones llamadas a tomar el testigo de esa situación de privilegio. Las figuras actuales naufragan muchas veces en ese doctrina y los que les admiran se ahogan en la ignorancia. Los toreros de antes respetaban a un torero herido y, en el caso de estar en la enfermería, incluso con el triunfo en la mano y el pasaporte de la puerta grande, renunciaban a ese honor en respeto al compañero. Eso apenas sucede hoy. La última vez, el domingo en Alicante, con Marco Pérez en la enfermería; y el triunfo para Talavante y Ortega que se lanzaron al infinito de la gloria sin acordarse de quien estaba en el lecho de dolor. Nadie reparó. Puede que incluso nadie del público hubiera entendido ese gesto, entre otras cosas, porque ya no es habitual ni quienes mandan dan categoría a su status. Las figuras dejaron de poner en valor esos detalles porque en el fondo se ha perdido parte de ese respeto que siempre tuvo y se tuvo con la profesión. Esos pequeños detalles que la hicieron grande.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Educación taurina

Educación taurina