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Casi lleno en los tendidos. Unos 2.100 espectadores. Sol y calor (30º).
GANADERÍA 6 toros de Victorino Martín, de buena y entipadas hechuras. Orientado el cinqueño 1º, que se rajó; peligroso y complicado el 2º; exigente el 3º; noble el 4º, Esculpido, nº 35 de 525 kilos y nacido en diciembre de 2019, premiado con la vuelta al ruedo. Bravo y bueno el 5º que fue el mejor del encierro; y bueno el 6º.
DIESTROS
MANUEL ESCRIBANO. Gris plomo y oro Estocada (dos orejas); y estocada (dos orejas).
EL CAPEA. Carmesí y oro Estocada trasera y tendida rematada con un descabello (ovación con saludos); y estocada (dos orejas).
JOSÉ GARRIDO. José Garrido. Verde y azabache Estocada casi entera (oreja); y dos pinchazos y estocada (oreja).
No fue una sorpresa que saliera un pañuelo azul al tapete presidencial en un palco tan generoso como el chacinero. Sí lo fue que saliera para premiar a un toro vulgar como fue Esculpido, el cuarto, que tuvo el único mérito de encontarse con Escribano; y no lo hiciera con el bravo de verdad, Hebreo, que no tuvo tanta suerte con El Capea. Aquel toro premiado con la vuelta al ruedo no sumó virtudes en ninguno de los tercios ni superó los límites en casi ninguno: Tras su espectacular salida de chiqueros, se emplazó en los medios y sin moverse de allí, pidió toreros que fueran a su jurisdicción. Escribano fue el más valiente y a por él se fue.
Ni se entregó en el capote ni lo hizo en el caballo que montaba un portentoso picador como Juan Francisco Peña, el toro empujó con un solo pitón en la pelea y con la cara por encima del estribo y apuntando al cuello del caballo en una fea pelea alejada de la bravura. Tampoco apareció en el tercio de banderillas, donde esperó, midió, se orientó y no se lo puso fácil a Escribano, que como hizo en el primero, solventó una papeleta similar con oficio. Y en la muleta no embistió ordenado hasta que lo sometió y consintió el torero de Gerena. Rebrincado, sin entrega, sin humillar y sin tener ningún ritmo; apareció tímidamente al final cuando rendido al mando de la poderosa y templada muleta de Escribano brotó la nobleza que escondía. Los números no salen para premiar una vuelta al ruedo que fue una caricatura de la bravura. Un ridículo.
El señor Salinero, en el palco, no supo, sin embargo, calibrar la bravura selecta de Hebreo, el quinto, que fue el toro más bravo que lidió Victorino Martín en su debut en Guijuelo. De entrada, portaba un porte de los que enamoran. Redondo y cuajado en su esqueto, las manos cortas y las hechuras muy bajas: una lámina preciosa;los pitones tímidamente acucharados para darle aún mayor seriedad y armonía terminando hacia adelante. El Capea firmó un espléndido saludo a la verónica, en el que no solo jugó los brazos muy bien, pese al corto trazo pero conduciendo con la manos muy bajas en largo metraje, sino que además en cada envite fue ganando pasos para cerrar el remate de la media en los mismos medios. El toro tromó el percal entregado, con nobleza y calidad. Ahí empataron por lo alto ambos. Comenzó a distanciarse Hebrero en el pelea con el caballo, donde demostró ya ser el más bravo de los seis, por su entrega, por su fijeza, por empujar con la cara por debajo del estribo y por no cabecear ni una sola vez. Pelea de toro bravo. Alegre y franco en banderillas permitió banderillear con facilidad a Porritas de Guijuelo y Alberto Carreto. Y en la muleta terminó embistiendo de categoría, sobre todo en una tanda al natural. El Capea se sintió siempre más agusto por la derecha; pero le costó tragar en los momentos clave para disparar la faena y que no se quedara solo en buena voluntad: varios desarmes le hicieron perder el pulso que ganó el toro de Victorino. Esos desarmes frenaron la gloria de Hebreo, la eficacia con la espada disparó el doble trofeo para el torero. Y el palco castigó con la ignorancia el juego de un toro bravo que no supo calibrar ni valorar.
Esos dos pasajes, por el derroche primero y por el fallo después, marcaron una tarde que mantuvo el interés de principio a fin por el juego de los toros: Escribano estuvo autoritario con el orientado primero al que bajó rápido los humos en una faena en la que supo jugar a la perfección con las querencias del toro. Capea estuvo meritorio con el peligroso segundo al que consintió más de lo que mereció. Garrido firmó una faena de gran interés con el bravo tercero, que no regaló nada y entregó todo cuando encontró mando y poder en la muleta; fue vibrante la batalla, porque no regaló ni un centímetro de sus embestidas y el pacense dio la cara con él. Y el propio Garrido firmó un excelso toreó a la verónica con la pierna flexionada al sexto; que también apuntó cosas muy buenas. Ambos alcanzaron las mayores cimas en el el inspirado y arrogando inicio de faena por ayudados, pero todo se fue disolviendo para terminar en nada.
La variedad de comportamiento del encierro de Victorino fue la clave;la poderosa muleta de Escribano y la contundente espada fue la que marcó al diferencia en la que Capea y Garrido torearon francamente bien con el capote. Las tres horas de función parecieron más cortas que el mismo tiempo del plomazo inaugural.
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