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Marta Pérez y Manuel Diosleguarde conversan en el hospital Virgen de la Concha de Zamora. FOTOS: JAVIER LORENZO
El reencuentro de Diosleguarde y su cirujana cuatro meses después del milagro

El reencuentro de Diosleguarde y su cirujana cuatro meses después del milagro

El diestro visita a Marta Pérez en el hospital de Zamora después de que le salvara la vida tras la brutal cornada, la más grave de toda la temporada, que el salmantino sufrió el 28 de agosto en el coso de Cuéllar (Segovia) | Ambos se fundieron un entrañable abrazo de reencuentro con la vida

Miércoles, 28 de diciembre 2022, 20:46

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Han vuelto a reencontrarse cuando se han cumplido cuatro meses del milagro del verano. Este miércoles exactamente. El milagro tiene nombre y apellidos. Marta Pérez López. La cirujana que se encontró con la brutal cornada que le infirió Caminante, el toro de Cebada Gago, y dinamitó la pierna derecha de Diosleguarde. Sobre aquella mesa de operaciones de la enfermería del coso de Cuéllar, Manuel tiene el recuerdo y el dolor aún latente de un aspirador que le abrasaba y al tiempo absorbía la sangre a marchas forzadas con la celeridad que trataba de amarrar la vida que pendía de un hilo y se marchaba por momentos. En aquel mar de nervios y miedos, primó la calma de las manos primorosas de Marta Pérez que abrió el muslo en canal, encontró la arteria y las venas para clamparlas a tiempo y respirar. Cirugía de urgencia. De manera literal le salvó la vida a Manuel Diosleguarde que hoy, ya en pie, se desplazó hasta el Hospital Virgen de la Concha de Zamora, donde la cirujana desempeña su trabajo diario, fuera de la excepcionalidad de las plazas de toros en días de festejo. Allí fue a darle las gracias y a felicitarle la Navidad. Una Navidad que disfruta gracias a ella. Como cada segundo de su vida desde ese 28 de agosto en el que aquel toro carbonero puso sobre la mesa la más cruda, y necesaria, realidad que hace de este espectáculo un arte único y distinto.

Marta Pérez: “¡Manuel, a volar! Vamos a empezar de nuevo a vivir normal. Ya estás. Ya pasó. Ahora ya sí que pasó de verdad”

Recibido el aviso de la llegada del torero al Hospital, Marta Pérez salió en busca de Manuel Diosleguarde. Ambos se reencontraron en el pasillo de la tercera planta del centro médico. Y se fundieron en un abrazo. Era el feliz reencuentro después del drama primero, de la incertidumbre de las mil horas de hospital después. Diosleguarde ya está en pie y piensa en volver a torear. De inmediato lo llevó a una consulta, lo tumbó en una camilla y examinó la pierna. Una imponente cicatriz desde la zona inguinal hasta casi la rodilla le ha quedado dibujada para siempre. Marta Pérez rápido señala y presiona en la ingle el punto exacto por el que entró el pitón: “Este trozo de aquí es el problemático, que es donde fue...”. Con las manos sobre la herida, Marta Pérez miró a los ojos a Diosleguarde y exclamó: “¡Estás fenomenal!”. Y ahí rápido los dos compartieron la felicidad indisimulada con la más sincera de las sonrisas. Esa con la que solo se entienden quienes protagonizaron y sintieron aquella situación crítica. “No hay nada de edema, tienes muy buen pulso. Y eso es buena señal”, comenta. “Ahora, ante cualquier mínimo ejercicio físico, se cansa como un abuelo, para la recuperación aún tardará. Cualquier cirugía se tarda al menos dos meses para volver a estar como estaba antes. Y esto no ha sido una cirugía normal. Esto ha sido una brutalidad. Perdió sangre, tuvo que sustituirse una vena y una arteria por otra, después ha estado mucho tiempo en la cama...”, comenta Marta Pérez, a lo que Diosleguarde interrumpe: “¡36 días!”. Fueron los que vivió, con sus horas, minutos y segundos, en el hospital, de Valladolid primero y de Salamanca después. Marta Pérez continúa con una suculenta inyección de ánimo: “A partir de ahora, todo va a ir cada vez más rápido”. Y ahí llegaron las recomendaciones. Mucha piscina y natación, bicicleta, mucha bici estática, correr, en la cinta primero y, sobre todo, a campo abierto, con el reto de recuperar la capacidad pulmonar y la masa muscular. ¡Ahí ya eres tú! Nadie te lo puede hacer. Y comer mucha carne”. Siendo de Dios le Guarde ese parece el menor problema. Antes evidenció las limitaciones a las que se enfrenta: “Su capacidad de retorno venoso es menor que la del resto de las personas”. Manuel asentía sabedor de su obediencia y de que la disciplina y la constancia de los toreros que le van a llevar de nuevo, más pronto que tarde, a la parrilla de salida.

“Si no vuelves a matar, no serás torero...”

Diosleguarde mantiene de forma continua una media compresora desde el pie a la cintura que le aprieta la pierna, se sigue pinchando heparina (seis meses) y tomando Adiro, ya de forma diaria: “La media es tu salvavidas para que no se hinche la pierna, para garantizar el retorno venoso; el Adiro no va a ser inconveniente para torear. Lo que no te puedes permitir jamás es que el bypass se trombose”, aconsejó la cirujana. Además del físico, ahora es trascendental también “recuperar la cabeza”. Antes, una evidencia que no es más que la dura y cruda realidad en los toreros: “Todo el que se pone delante de un toro le tienen que pillar; antes o después le llega. Recuerdo —sigue Marta Pérez— que el toro levantaba la cabeza; y la suerte de matar es la suerte de matar. Pero tienes que matar. Si no matas, no eres torero”. En busca de esa recuperación mental para volver a la cara del toro, Marta Pérez le dijo a Diosleguarde: “Ponte bien, no pienses que estás enfermo. Ya no lo estás. Estás vivo y estás bien”. “¡Manuel, a volar! Vamos a empezar de nuevo a vivir normal. Ya estás. Ya pasó. Ahora ya si que pasó de verdad”, exclamó la cirujana. “Tienes que ir a torear en Cuéllar. Tu solo. Es el sitio donde tienes que ir. Ahí es donde vas a crecer, te echas una becerra... El día que consigas eso, vas a poder con todo. Es el sitio donde vas a quitar los fantasmas. Cuanto antes vayas, mejor. Es el sitio donde se te va a pasar todo. Y si eres capaz de hacerlo allí, lo vas a hacer en cualquier lado”, le aconsejó Marta Pérez. El torero tras aquella sesión, que más que de revisión médica resultó de perfecta terapia, acabó con una frase contundente: “Te voy a contratar de médica... y de apoderada”.

“Tienes que volver a Cuéllar. Tú solo. Ahí es donde vas a crecer. El día que hagas eso te darás cuenta de que ya puedes con todo”

Desde aquel trance trascendental en la vida de Diosleguarde, el torero reconoce que apenas había vuelto a tener contacto con Marta Pérez: “Al verla y volver a encontrarme con ella me he puesto nervioso. Son sensaciones muy raras, es la persona que me ha salvado la vida y lógicamente le estaré eternamente agradecido”. ¿Qué sensaciones dejó ese nuevo reencuentro? La pregunta parecía evidente, la respuesta no lo fue tanto: “Marta, más allá de lo que es como cirujana, que ya lo ha demostrado, es una persona tremenda, te inyecta una motivación para la vida impresionante. Entras a verla con unos pensamientos y sales con la moral por las nubes. En un momento es capaz de cambiar todas las ideas que tienes en la cabeza. Una conversación con ella te hace ver la vida de otra manera”.

“Ahora ya he empezado a notar la evolución”

Esa vida de la que habla Diosleguarde ahora está centrada al 100% en la recuperación. En la nueva puesta a punto que comienza desde mucho más atrás que de cero: “Ya empiezo a notar la evolución, la pierna va cogiendo fuerza. No lo noto día a día, pero si hoy pienso cómo estaba hace quince días claro que lo noto. Y eso motiva mucho”. Cada mañana acude a las sesiones de rehabilitación; y ahí confiesa que los dolores son tremendos. Trabajan en recuperar el 100% de la movilidad de la pierna que aún no tiene. “La cicatriz me tira, he perdido toda la masa muscular y con ella el fondo físico; aún no puedo correr, se me carga mucho la pierna. Todo está siendo normal”.

Esa normalidad no impide que mirar para atrás de vértigo y sea como estar al filo de un precipicio: “Es mejor mirar hacia adelante —dice el diestro—, lo que más deseo es torear. Ponerme otra vez delante del toro y sentir”. Y ahí descubre y se quiere quedar con la parte bonita de todo el proceso de la recuperación: “En el momento en el que llegó la cornada fue un auténtico aluvión de apoyos, mensajes, ánimos de todo el mundo. También hoy, ya en menor medida, lo sigo notando. Eso me motiva y anima mucho, saber que la gente me quiere volver a ver donde estaba”.

Ahora, viendo lo que ha pasado, lo que está sufriendo, lo que le ha tocado vivir, reconoce que no se cambia por nadie. Ni tampoco cambiaría nada de lo que ha sucedido. No guarda rencor: “Cuando uno entrega la vida al toro sabe que estas cosas pueden ocurrir. Y luego es bonito comprobar como uno se puede sobreponer a estas cosas, a circunstancias tan graves y casi al límite como te puede poner un toro”.

“Voy a salir reforzado de todo esto”

Está convencido que va a salir “reforzado”. “Esto me hace madurar como torero y como persona. Pienso que me costará volver a empezar pero estoy seguro que seré capaz”. Ahí incide: “A día de hoy psicologicamente no me ha afectado mucho, aunque ahora me queda lo más difícil que será cuando empiece a torear y me ponga otra vez delante del toro”. Pese a todo reconoce que ha habido momentos en los que se ha venido abajo: “Hubo días que me llevaron hasta llorar, ver como la pierna no avanzaba, es más retrocedía, era muy duro. Eso ya ha pasado, lo quiero dejar atrás”. ¿Se imagina ya la reaparición?, le pregunto. “Es algo que no le doy muchas vueltas. Hasta ahora he ido viviendo el día a día y quiero que todo siga así”: Pese a todo reconoce que volver a torear le ilusiona por encima de todo: “Es lo que más deseo y no me inquieta ni me da miedo. Al revés”.

El sueño es torear en cuanto pueda. Y no importa el sacrificio. Ni el esfuerzo ni todo lo que le ha tocado vivir. “Yo nunca pido nada pero estoy convencido que tarde más o menos, al final la vida te devuelve todo lo que le das”. Así será.

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