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Jueves, 26 de septiembre 2024, 06:30
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«No pretendo ningún linchamiento, si en algún momento se puede hablar de linchamiento desde luego es el que ha sufrido la víctima». Directo y preciso, pero sin dejar detalle, duro y demoledor como lo requiere el caso, podría decirse que el fiscal del crimen de Santa Marta, el fiscal jefe Juan José Pereña, ha estado magnífico en su papel y especialmente en su informe final en el que ha pedido al tribunal la máxima condena para un crimen «perfectamente planeado».
Según el relato del fiscal, conversaciones telefónicas a media tarde del 4 de enero de 2023 precedieron a la llegada de Yeis María Pérez Quejada (de 46 años) al domicilio de David García Martín (que entonces tenía 39). La mujer llegó entre las 00:30 y la 1:00 horas a su casa, en la calle Bajada del Río (Santa Marta). Tras emborracharla y consumir drogas, la ató desnuda con los brazos en cruz a las patas de la mesita del salón.
A partir ahí, añade el fiscal, le dio primero un fuerte golpe, que la dejó casi sin sentido y más tarde la amordazó, probablemente en el momento en el que ella le dijo «basta ya hijo de puta», como pudo oír una vecina.
Una vez en ese estado, sin posibilidad de defensa, le dio más y más golpes, puñetazos y patadas por toda la parte superior de su cuerpo, pero especialmente en la cabeza, como precisan los forenses.
Ya prácticamente inconsciente, tras la salvaje paliza que se prolongó durante nada menos que tres cuartos de hora, la desató de la mesa cayendo por su propio peso al suelo, lo que se corresponde con el fuerte golpe seco que la vecina de arriba declaró haber oído y al que siguieron consecutivas series de golpes que se corresponden con el resto de patadas y puñetazos que le propinó.
No conforme con ello, David culminó la primera parte de sus actos con un fuerte pisotón en la cabeza llegando a partirle el cráneo, como atestiguan los informes de los forenses que le realizaron la autopsia, lesión por si sola mortal, así como el informe de los peritos, que aunque no pueden asegurar al 100% que la huella del calzado sea la que se corresponde con la que se encuentra 'tatuada' en la cabeza de la víctima, sí consideran que es compatible. En el mismo sentido informaron los forenses en la autopsia y también en el juicio al concluir que si solo hay una huella y es similar a la del calzado que se encuentra en la habitación y necesariamente ese pisotón mortal se produjo allí, en el domicilio del asesino, la necesaria conclusión es que este, después de darle una paliza le pisó la cabeza partiéndole el cráneo y causándole la lesión mortal.
¿Cuando ya la tiene prácticamente muerta cómo reacciona el asesino?, ¿se arrepiente?, ¿llama con urgencia a la Policía o a los servicios médicos? No. Señala el fiscal que, lejos de ello, David se regodea en sus actos. Se burla de la víctima. Muestra su desprecio hacia ella y hacia las mujeres. En este punto hay que recordar que ya había sido procesado por violencia contra la mujer y una vecina manifiesta que ya habían sido puesto mas denuncias que su anterior pareja retiraba. Así que envía una fotografía a uno de sus amigos donde le dice que «da miedo», imagen que envió a las 3:39 horas (poco después de la hora a la que dicen las vecinas que acabaron los golpes).
A los pocos minutos, envía un vídeo a otro amigo, un espeluznante vídeo en el que muestra a Yeis agonizando, con la cabeza inflamada por los golpes, pero no con la intención de que su amigo le preste auxilio, sino para quejarse de lo que huele, llamarla 'mongue' (mongola) o mugre y pedirle una máquina para que la saque de allí.
Finalizada la comunicación con sus amigos, mete a la víctima en la bañera, pero no para salpicarla y espabilarla como dice él, sino para asegurarse de que muere, pues no puede entenderse de otra manera que a una persona a la que acaba de grabar en un vídeo respirando mientras agonizaba le introduzca la cabeza debajo del agua. Y es que como han dicho los médicos que llegaron al lugar y también los forenses la cantidad de agua hallada en las vías respiratorias solo puede producirse por una inmersión de la cabeza bajo el agua y no con simples salpicaduras o con la alcachofa de la ducha como él mantenía.
Cuando ya se asegura de la muerte, limpia el piso mientras canta flamenco, según los vecinos, hasta el punto de que coloca hasta los adornos que había encima de la mesita.
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