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Sergio Dalma: «Soy un tipo muy inquieto: eso de la zona de confort nunca me ha gustado»
ENTREVISTA

Sergio Dalma: «Soy un tipo muy inquieto: eso de la zona de confort nunca me ha gustado»

Sergio Dalma celebra sus 35 años de carrera musical con un espectáculo hecho para disfrutar. El sábado promete darlo todo por el público salmantino. La cita será a las 21 horas en el CAEM

Roberto Zamarbide

Salamanca

Viernes, 22 de noviembre 2024, 10:12

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Inquieto, curioso, optimista, la sonrisa de Sergio Dalma (Josep Sergio Capdevila, Sabadell, 1964) se transmite hasta por teléfono. Su vitalidad en escena no invita a aceptar el hecho de el cantante de «Bailar pegados» es abuelo desde hace bien poco. El más italiano de los cantantes españoles vuelve a Salamanca para hacer disfrutar con las canciones de su último disco y todos sus grandes éxitos.

El sábado presenta en el Palacio de Congresos el espectáculo de su gira «Sonríe que sales en la foto» ¿Qué se va a encontrar el público salmantino?

- Yo siempre me encuentro muy cómodo en los teatros y creo que además este un concierto pensado para que el público también se sienta cómoda. Habrá una primera parte muy basada en este último trabajo y luego hacemos un repaso por los 35 años de mi carrera. Intentamos que la gente también saboree esa nostalgia y también que todo eso se convierta en una fiesta. Y la gente baile y disfrute y lo pase bien, que nos hace falta a todos.

Cómo disfrutamos recordando lo que nos hizo felices, ¿verdad?

-Bueno, tendemos a ser bastante nostálgicos, ¿no? Porque quizás estos últimos años nos han tocado vivir situaciones nuevas y dramáticas y eso hace que la gente, quieras o no, se dé cuenta de lo vulnerables que podemos ser y lógicamente la sensibilidad está más a flor de piel.

Sus conciertos deberían ser prescritos como terapia contra la tristeza. A usted se le ve que le gusta irradiar alegría sobre el escenario…

-Para mí siempre ha sido así desde el primer momento. Estamos jugando con emociones, y sería bastante triste disfrutar sobre el escenario y no compartirlo con el público. Al final, la gente paga un ticket, una entrada y quieres que salga satisfecha. Yo me exijo mucho estar al cien por cien, siempre he sido así. Y en un teatro, más, porque parece que ahí todo se amplifica y te observan con lupa.

Esta semana se cumple justamente desde que «Sonríe que estás en la foto». ¿Cómo lo está acogiendo el público en esta gira?

-El balance yo diría que ha sido bastante bueno. Como dice el título del trabajo, queremos contagiar ese buen rollo, ese positivismo. En esta gira, desde febrero de este año hasta el que viene, intentamos que la gente salga del concierto con una sonrisa o al menos que se lo pase bien. Ya la experiencia de la grabación de este disco fue una aventura muy divertida.

Normalmente yo he grabado con uno o dos productores, pero grabar con seis distintos parecía una locura. Y no fue así: todo fluyó bastante bien. Lo mismo sucede con el hecho de compaginar gente veterana con gente joven en la banda, como hemos hecho este año. Creo que es bueno, me gusta mucho apostar por las nuevas generaciones. Y redescubrir ese sonido de los ochenta con gente de ahora fue algo muy divertido, sí. Sí, es como darle una nueva vida a las canciones, las va renovando y eso a ti también te refresca tu estilo.

Trabajar con tantos productores distintos en un solo disco -Fernando Boix, Pablo Cebrián, Santos y Fluren, Paco Salazar, Carlos Almazán y Pablo Díez con Alex Perea- se puede interpretar como un gesto valiente y también inconformista. ¿Es asi?

- Sí, yo soy un tipo muy inquieto y eso de la zona de confort a mí nunca me ha gustado. Desde aquel «Bailar pegados» me dije: «Bueno, esto ya está hecho, vamos a seguir adelante». Y creo que al público también ya le ha acostumbrado y espera sorpresas y evolución. Evidentemente cada vez cuesta más, pero el hecho de trabajar con gente nueva, con autores nuevos, productores nuevos, también hace que, lógicamente, tu carcasa vaya cambiando poco a poco.

También se ha rodeado de compositores bien conocidos con trayectoria propia como artistas: Vicco [Victòria Riba], Adrià Salas («La Pegatina»), Conchita, Luis Ramiro… Pero permítame preguntarle por su versión de «Una estrella en el jardín». ¿Por qué escogió este éxito de Mari Trini?

-Es algo que tenía en mente desde hacía muchísimo tiempo, desde cuando preparaba mi disco de versiones «Via Dalma». Artistas como Mari Trini merecen ser recordados, sobre todo pensando en los jóvenes de hoy, por aquella forma de escribir, de subirse al escenario y de interpretar. Nos marcaron muchísimo. «Ojalá esa canción me la hubiesen escrito para mi», me decía. Entonces no me apoyaron, pero ahora volví a proponerla y les pareció genial.

Entre los compositores de este disco se encuentra también el salmantino Juan Mari Montes, que firma dos canciones («He cerrado los ojos para verte» y «Si nos duele») y ya ha colaborado en otros trabajos anteriores…

-Así es, he tenido la gran suerte de conocerle desde hace muchos años y siempre me ha regalado grandes letras, grandes canciones. Y bueno, y aquí tampoco podía faltar.

¿Cómo ha sido la colaboración con artistas como Conchita y Miki Núñez, con quien interpreta la única canción en catalán?

-Últimamente en cada disco hago algunos de los temas en catalán. Cuando recibí esta canción me vino rápidamente a la mente Miki Núñez, porque es de Tarrasa, al lado de Sabadell, donde yo nací, estuvo también en Eurovisión, he seguido su carrera y pensé que con él podía quedar muy bien. Y efectivamente, la aportación de Miki hizo que la canción mejorara muchísimo. Con Conchita tenemos una amistad de hace muchos años, he tenido la suerte de recibir muchas canciones de ella, y cuando le propuse cantar esa canción «Luciérnagas», que creo que es una de las joyas del disco, me dijo rápidamente que sí, y el resultado ha sido muy especial.

¿Cuál sería la colaboración soñada que espera conseguir algún día?

-No es algo que me haya planteado, la verdad. Eso de las colaboraciones surge a partir de las propias canciones: ellas mismas te dicen que podrían quedar mejor en un dúo, o con tal o cual artista. Lo que yo siempre quiero es que haya mucha transparencia a la hora de hacer un dueto: si solo va a ser una cuestión de marketing de la discográfica, eso no acostumbra a funcionar. Alguna vez me ha ocurrido que no he quedado satisfecho con alguna colaboración porque sentía que no había esa química necesaria, ese feeling.

¿Tiene todavía ese tipo de presiones de las discográficas?

- No, no, yo siempre he tenido bastante suerte en ese aspecto, he tenido bastante libertad. Y bueno, ya a estas alturas bastante más. Preparar un disco y montar una gira es un trabajo de equipo. Yo escucho mucho a todo el equipo, y normalmente, fíjese, cuando por ejemplo tenemos que elegir un single, el que yo elijo no es el que sale y el que yo descarto es el que sale y funciona. En eso no tengo nada de olfato (ríe), por eso tengo la suerte de estar bien arropado de un buen equipo.

¿Cuánto debe su trayectoria artística a la música melódica italiana?

-Uy, mucho, mucho… Quieras o no, cada músico siempre tiene alguna influencia y en mi caso quedó muy marcada la música italiana que sonaba mucho en casa de mis padres. Mi madre , sigue siendo muy fanática de Celentano, de Baglioni, de Cocciante, de Dalla, que o escuchaba de pequeño. Por eso mi disco «Vía Dalma» fue mi homenaje a esa generación que nos enseñó esas canciones haciendo así posible que los más jóvenes las descubrieran.

¿Ha versionado algúna canción, digamos, por sugerencia familiar?

-No, no. Respecto a mi intimidad siempre soy muy reacio… Yo acabo de ser abuelo hace un año y algo, y me dicen «¿vas a dedicarle una canción?» No, me gusta diferenciar mucho el aspecto profesional del aspecto personal. A lo mejor dedico todo un concierto a aquella persona que quiero, pero sin que nadie lo sepa.

Cambio de tema. Usted siempre ha sido un artista vendedor, cuatro millones de discos según su web. En este sentido ¿cómo fue su adaptación al declive del disco físico y a la explosión del streaming?

-A mí nunca me ha obsesionado eso de las ventas. Al final lo que importa es que seguimos estando ahí en ese mercado con todos los cambios que ha habido. Yo empecé con el vinilo y el cassette, luego vino la novedad del CD y por entonces había muy pocos lanzamientos de discos a la semana. Ahora se venden canciones y ya no haces ese ejercicio de escuchar un disco de arriba abajo. Yo cada vez que tengo que sacar un trabajo pretendo que haya un equilibrio emocional entre una canción a otra. Pero eso no quiere decir que a lo mejor de aquí a un tiempo tenga también que ofrecer canción por canción y luego publicar el álbum completo. No lo sé; hasta ahora siempre he intentado trabajar como se hacía antes, pero lógicamente han cambiado muchas cosas y la gente ahora busca la inmediatez, lo rápido.

Todos escuchamos mucha música en plataformas y parece que no deja tanta huella como antes. Todo pasa más rápido, y eso sí es lo que me da pena. Una canción de un disco anterior ya parece antigua, y la música no se tiene que valorar así. Pero también hemos conseguido que hoy la gente pague un ticket para ir a un concierto, cuando hace años ibas a las ciudades y todos los conciertos eran gratis. Además, hay un montón de conciertos, muchos artistas de gira. Yo diría que estamos en un momento bastante positivo.

Recientemente se han anunciado las canciones que competirán por representar a España en Eurovisión, un festival al que usted que conoce desde que acudió en 1991 con «Bailar pegados». ¿Qué opina de las canciones que estamos enviando al festival estos últimos años? ¿Y qué le parece el proceso de selección con el Benidorm Fest?

-Bueno, el festival de Eurovisión ha cambiado mucho. Cuando yo fui aquello parecía un festival de fin de curso. Lo hicimos en Roma, en Cinecittà. Mi compañía presentó la canción y nunca imaginé que podía ser la seleccionada. Aquello para mi tuvo una gran repercusión, hubo un antes y un después de ir a Eurovisión. Hoy día me gusta que se haya recuperado un concurso de selección, como hizo Italia con San Remo. Parece que el Benidorm Fest ha despertado interés por parte del público y también atrae a intérpretes y autores. Evidentemente no voy a valorar quién va o deja de ir y el nivel de las canciones, porque al final es el público el que decide ¿no? Pero me gusta que haya vuelto ese interés, aunque al final, salvo el año de Chanel, parece que siempre hay un poco de desengaño.

Sí, gana una canción pero se crea la polémica porque muchos consideran que tendría qe haber ido «la otra».

-Bueno, esto es un deporte muy típico de este país, intentar ensalzar y animar a alguien y subirlo arriba y luego cargárnoslo.

Lo que sí es cierto es que ya no hay canciones de Eurovisión «eternas» como fue su «Bailar pegados»…

-Es lo que hablábamos antes, todo es más rápido, más efímero, más inmediato, la gente busca la novedad y parece que lo anterior ya no cuenta. Yo me pregunto a cuáles serán nuestros clásicos en unos años. Eso creo que no lo sabe nadie.

Mirando al Sergio Dalma de 27 años con aquella melenita y aquella sonrisa que cautivó a todo el mundo en Eurovisión, o al que empezó años antes su carrera, ¿qué consejo le daría pensando en lo que le esperaba por delante?

-A aquel chaval de cantaba en las salas de fiesta de Barcelona, que tenía 16 años y que iba con su padre porque era menor de edad le diría qe no perdiera la ilusión. Que hay muchas puertas que se cerrarán, pero uno siempre tiene que luchar y, al final, trabajar en lo que a uno le gusta. En aquellos primeros años tuve la oportunidad de empezar a cantar jingles de publicidad para radio, para televisión, durante cinco años. Y eso me hacía sentir bien. Llegó la oportunidad de grabar un disco y pensé, «bueno, vamos a grabar un disco y luego ya volveré otra vez a lo que hacía». Pero han pasado 35 años desde aquel primer disco y yo sigo haciendo lo que a mí me gusta, ante 1.000 personas o ante 10.000. Al final, lo bonito es tener esa sensación de que estás haciendo lo que te gusta, subir al escenario y transmitir algo a la poca o a la mucha gente que haya. Y que nunca se rompa esa comunicación.

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