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El obispo de Salamanca Francisco de Bobadilla colocaba la primera piedra de la Catedral Nueva en 1513 pero pasarían más de dos siglos hasta que una de las últimas catedrales góticas estuviese concluida. Tras un siglo de parón de las obras, fue Joaquín Churriguera, de la ilustre saga de arquitectos, el elegido por el Cabildo para ser el maestro de obras que proyectara el cénit del conjunto catedralicio. En el año en el que se cumplen 300 años de su muerte, la Catedral ha querido reivindicar la figura que proyecto grandes obras de la basílica de las que apenas han llegado unos tesoros hasta nuestros días.
Virginia Albarrán, conservadora de Patrimonio Nacional y gran historiadora de la obra de Churriguera invita a pasear por los vestigios que aún quedan en la seo de una de las grandes figuras del barroco español y que ha quedado ensombrecida, en parte por su hermano, Alberto, continuador de gran parte de su obra y responsable del inicio de las obras de la Plaza Mayor de Salamanca. «Fue el responsable de mantener a Salamanca y su provincia en la vanguardia estética del momento con las tendencias artísticas que llegaban directamente a Roma. Cualquier persona que habla de esta ciudad, lo hace de Churriguera», reivindica.
Para observar el legado de Joaquín Churriguera en la Catedral hace falta cerrar los ojos y dejarse guiar por el testimonio de Albarrán para retroceder tres siglos. Imaginar la gran cúpula que coronaba el trabajo que se había iniciado dos años antes y que el terremoto de Lisboa dejó inservible. «Fue la obra más ambiciosa que construyó», avanza.
Señala hacia el techo y describe como la cúpula de Churriguera tenía 50 metros desde el suelo a la clave con varios cuerpos repletos de esculturas con la plementería calada y ventanas de cinco metros con bastante ligereza, tal y como se describe en los testimonios de la época y una traza que se conserva en el Archivo de la Catedral de Zaragoza. «Con el terremoto de Lisboa quedó muy dañada con una parte que se cayó y otra que no se pudo hacer nada». Ante esta catástrofe tuvo que desmontarse e iniciar un nuevo proyecto en la segunda mitad del siglo XVIII que realizó Juan de Sagarvinaga. A pesar de la diferencia de épocas, el arquitecto supo valorar el estilo de Joaquín Churriguera y mantuvo la decoración y los ángeles y arcángeles del arranque de las pechinas y los relieves de la vida de la Virgen del tambor que realizó José de Larra Domínguez. «Supone un reconocimiento de Sabarbinaga y gracias a ello ha llegado a nuestros días».
A pocos metros, Albarrán entra en el coro de la Catedral y sube a la primera fila para ver la obra maestra con detalle y comprobar las semejanzas entre la traza que hizo Joaquín Churriguera con la que convenció al Cabildo en 1724, y la que finalmente ejecutó su hermano, tras su muerte. «Alberto Churriguera respeta el diseño y la estructura de sitiales altos con santos de cuerpo entero con un espacio en la parte inferior donde había proyectadas escenas de la vida de los santos». Sin embargo, también se tomó algunas adaptaciones al estilo posterior sustituyendo una figura proyectada con ropajes al viento, como alegoría de la fe o de la religión, por un copete con angelotes, vegetación y rayos dorados. En la intervención del coro participaron los escultores más importantes de la época en Salamanca como José de Larra, Alejandro Carnicero o José Martínez de la Fuente con los mejores tallistas y ensambladores del siglo XVIII.
El último retazo de Joaquín Churriguera en la Catedral fue el diseño del gran tabernáculo, que también ejecutaría su hermano, Alberto, que no tuvo más de una década de duración. «Era una obra monumental», reconoce. «Debía de ser tremendamente impresionante ver la Catedral en 1734 con el tabernáculo, la sillería del coro y levantada la cúpula con el cimborrio de Joaquín», subraya. ¿Cómo se sabe que fue el encargado del diseño del tabernáculo y de la sillería del coro? El Archivo de la Catedral conserva la traza que presentó al Cabildo y entre los bienes de Joaquín se encontraba un diseño de los planos del tabernáculo. Lamentablemente, la irrupción del estilo neoclásico y el combate de las ideas barrocas provocó que la gran construcción del tabernáculo con más de 30 metros de altura empieza a reducirse hasta casi desaparecer. A día de hoy han llegado las esculturas principales de los padres de la Iglesia latina, realizados por Jose de Larra, la figura de la Religión, que coronaba el tabernáculo, los cuatro padres de la Iglesia griega y una Asunción que se conserva en la Colegiata de Toro.
La conservadora detalla que durante gran parte del siglo XX se ha tenido la teoría incierta de que Joaquín Churriguera había fallecido en Plasencia. De hecho, a día de hoy, sigue figurando la ciudad extremeña en el portal de Wikipedia. Albarrán detalla que este error se debe a que cuando fallece estaba trabajando en el retablo del tránsito de la Catedral de Plasencia. De hecho, la fecha que se admitía como cierta hasta ahora era el 30 de septiembre, día en el que seguramente llegara la noticia del óbito a Plasencia. «La verdad es que fue el día 28 y en Salamanca. Se publicó en un estudio de Memoria Ecclesiae donde accedían al inventario de bienes realizado tras su fallecimiento». Albarrán ha ido más allá y ha localizado junto a Pedro Gómez, archivero de la Catedral,el fallecimiento en el libro de difuntos de la parroquia de San Pablo, donde era feligrés, aunque finalmente fue enterrado en San Esteban. «Otra investigación que podría abrirse es localizar la tumba de Joaquín Churriguera en San Esteban. Sabemos que fue enterrado en un funeral con todos los honores, un estrado y 80 hacheros (grandes candelabros), pero no sabemos el lugar», reconoce. A pesar de la fama del artista, Albarrán lamenta que Churriguera falleciera pobre debido a la multitud de deudas que tenía por los trabajos realizados no pagados.
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