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Dos discos de estudio, un puñado de EPs y sus festivas actuaciones han servido a Rodrigo Cuevas para, desde la aldea asturiana en la que ha elegido vivir, poner patas arriba la música española como gran renovador de la música tradicional, maestro del electrocuplé y «agitador folclórico», como le gusta denominarse. Activista LGTB, ha recibido el Premio Nacional de las Músicas Actuales.
Su éxito de un tiempo a esta parte es exponencial y su fama crece a toda velocidad. ¿Cómo se asimila un fenómeno así?
- Pues con mucha tranquilidad. Sigo teniendo mi vida en mi casa, que es la que me pone en mi sitio y me mantiene haciendo las cosas que me gustan y de las que hablo luego en los discos también. Así que bien.
Para los salmantinos que aún no le hayan podido ver en directo, preséntenos «La Romería».
-Pues es un espectáculo con banda en directo, con bailarines, y ya desde los camerinos intentamos pasárnoslo nosotros muy bien para que luego la gente se contagie de todo eso. Tocamos las canciones de mi último disco «Manuel de Romería», pero también del anterior «Manual de Cortejo, y bueno, hay mucho despiporre y mucha improvisación.
Va a tener que poner en pie a un auditorio con butacas.
-Estoy acostumbrado, Y de hecho, a mí me gusta más casi el teatro que los exteriores, es más cabaretero.
Usted huye habitualmente de que le cataloguen como 'salvador del folclore' o de referencia en su género. Pero admita que algo deberá de estar haciendo bien para tener este éxito.
-Bueno, a partir de mi trabajo hay mucha gente que se está acercando al folclore desde un punto menos temeroso y como más natural. Hasta ahora había como un miedo a ofender al folclore. ¿Pero cómo se va a ofender el folclore, o una bandera, o una montaña? La ofensa te la puedes inventar tú, pero es mentira.
Hubo unas décadas en las que mucha gente en este país volvió a la espalda del folclore. ¿Ha tenido en su carrera que superar muchos prejuicios entre el público porque el folclore aún arrastraba ese estigma de épocas pasadas?
[En este momento Rodrigo pide al periodista hacer una pausa en la charla porque le traen a casa una carga de leña. «Atiendo a este señor y te llamo en dos minutos», promete.
(Unos cuantos minutos más tarde se disculpa)
-Perdone, como tengo poco tiempo, pues… Ha habido que pedirla hecha. Es la primera vez. Me da un poco de vergüenza comprar leña, la verdad.
¿Y eso por qué?
-Bueno, pues porque la leña hay que hacerla uno mismo.
Le hablaba de romper el estigma que tenía el folclore.
- Bueno, cuando saqué mi primer EP «Yo soy la Maga», la gente no lo entendió muy bien y fue como un poco shock. Pero enseguida ya fueron entendiendo todo. Y ahora yo creo que a la gente del folclore le gusta mucho lo que hago y vienen mucho a verme a los conciertos.
Ha comentado en alguna ocasión que la canción tiene que ser como una obra de teatro, que te pase por dentro. ¿Insinúa que hay demasiado postureo sobre los escenarios?
-Creo que a veces sí lo hay. Los artistas no suelen tener suficiente formación teatral y entonces no te los crees mucho. No quiero generalizar, la mayoría de los artistas en España son buenísimos. Creo que ahora mismo hay un nivel en España de artistas de música que vamos, somos un poco la envidia del mundo. Pero sí que es verdad que hay artistas a los que les ves esa carencia. Aunque eso también se consigue con tablas.
Usted se distingue también por la retranca de sus letras, que rezuman picardía y diversión. Pero también por el compromiso. ¿De qué temas necesita hablar en estos tiempos?
-Pues fíjese que todo el rato al final hablo un poco siempre de lo mismo. Yo creo que a los artistas nos pasa eso, que tenemos temas obsesivos de los que nos da la impresión de que nunca llegamos a matizar del todo lo que nos obsesiona y todo lo que nos va ocurriendo sobre ellos. Yo hablo todo el rato de la autenticidad y de esas cosas. Pero la autenticidad en diferentes aspectos de la vida, en el amor, en la fiesta, en el way of life un poco. Vivir la vida como si fuera la última, la única y como si fuera algo importante, no como si fuera un ensayo.
Y si lo reivindica será porque nos falta mucho actualmente esto, ¿no?
-Bueno, creo que es fácil despistarse. Lo reivindico no para darle lecciones a los demás. La gente me dice: «¿por qué haces tantos manuales? ¿Tantas lecciones nos tienes que dar? ¿Tanto sabes? Y yo les digo que no es para los demás, es para mí. Para acordarme de todo eso.
En estos tiempos, tomar partido requiere cierta valentía. Con internet es más fácil que te llegan los palos de todas partes. ¿Tienen hoy los artistas más miedo a decir públicamente 'pienso esto, estoy en contra de lo otro'?
-Yo creo que hay mucha gente que no se moja. Pero no solo por temor a las críticas, sino porque es verdad que se corre el riesgo de opinar de lo que no se tiene ni idea. Si tengo una opinión tan vaga, lo más seguro es que esté metiendo la pata.
O porque significarse en algo puede hacerles perder seguidores, y vender menos entradas y discos, no?
-Ya, hay mucha gente que le tiene muchísimo miedo a eso también. Yo no lo entiendo, porque tampoco es tan importante... No sé. La gente no se da cuenta de las cosas importantes de la vida. ¿De qué te sirve a ti tener tantas entradas vendidas si vives en un mundo de mierda? ¿Es mejor vender menos y vivir en un mundo mejor? ¿Es mejor ser un poco más pobre y vivir en un lugar más libre?
Lo dice usted que vive en una aldea de Asturias. Pero claro, hay mucha gente que lo que busca es hacer dinero, cuanto más y cuanto antes, mejor.
-¿Y qué van a hacer con ese dinero? Esa gente ya está forrada. ¿Qué más quieren?
Pues quizás comprarse una casa en el campo y terminar viviendo como usted, fijese en la paradoja.
- Pues eso es barato, no hace falta tanto dinero.
Cambiemos de tema. ¿Usted es de los que desde pequeño ya decía 'Mamá, yo quiero ser artista'?
- No, no, no. ¡Qué va! Yo desde pequeño sí que estuve estudiando música. Pero yo quería ser veterinario. O ganadero, que también me gustaba. Pero no lo decía en voz alta porque nadie me lo proponía. Entonces todas las opciones de futuro que te planteaban pasaban por la universidad. Y ganadero no era una opción posible. Ni artista. Hasta que estudiando en el Conservatorio con 16 años un profesor de tuba me dijo: «oye, Rodrigo, ¿sabes qué? Te puedes dedicar a la música». Y le dije que no me lo había planteado.
¿Qué música escuchaba el guaje Rodrigo?
-De todo. Ya por aquella época escuchaba música antigua: Sara Montiel, también mucho flamenco de aquella época, a Los Chichos. A Sabina, mogollón; sus discos viejos, el de La Mandrágora, «El hombre del traje gris»…
¿Y hoy día qué músicas le llaman más la atención?
-El último disco de Judeline me gustó mucho. También el último de Nathy Peluso. Pero ahora estoy obsesionado con Tito Rodríguez. Estoy en modo bolero a saco, todo el día con los boleros puestos en casa. Y también escucho mucho a Bobby Capo.
Esta semana pasada tuvo repercusión en medios su denuncia a un caso de acoso homofóbico a una persona en las calles de Gijón. ¿Qué tiene que pasar para que esta lacra de la homofobia desaparezca? ¿Estamos yendo por buen camino o vamos a peor con el nuevo escenario político?
-Creo que vamos por un mal camino con la entrada de fuerzas abiertamente homófobas y hasta racistas en los parlamentos. Eso es horrible, es algo que no nos hubiéramos imaginado hace diez años, pero ni de coña. Hace diez años, o así en España, hubiera sido impensable. Entonces, por ese lado, mal. Pero que se relajen, porque enfrente estamos ya muy fuertes y organizados. Sabemos cuál es el lado correcto de la historia y sabemos responder mejor que nunca a todo esto. Lo van a tener muy difícil para volver a meternos en los armarios.
Hace unos meses recibió el Premio Nacional de las Nuevas Músicas. ¿Cómo ha digerido un reconocimiento semejante?
-La verdad es que me dio una visibilidad y un reconocimiento increíble. Todos los periodistas que me llamaban estaban como encantados de la vida. Pude sentir la alegría colectiva que supuso. Vi como un montón de gente súper emocionada con el premio. Fue lo que más me gustó, más incluso que el propio premio.
¿Lo percibe como, más allá de la música estrictamente, un premio a la defensa de nos valores, una postura ante la vida?
-No sé, pensé por ejemplo en todas las señoras y señores que siguen hablando asturiano, pese a que todo el mundo les dijo toda su vida que eran unos aldeanos, por cómo hablaban, que eran unos ignorantes, que eran unos paletos. Y que aun así siguen hablando la lengua que aprendieron en su casa. Pues para mí fue un premio para toda esa gente.
Y luego la pregunta del salseo. ¿Cómo fue el encuentro con los reyes? ¿Hubo complicidad asturiana con doña Letizia? ¿De qué se habla con una reina?
-Pues sí, la verdad que sí, estuvimos hablando bastante tiempo. Hablamos de todo, yo hablé del asturiano precisamente, hablé de la república, hablé de muchas cosas. La verdad que tiene conversación, es una persona con la que se puede hablar de todo. Ella me dijo que ya me seguía mucho por sus redes sociales y que sabía todo lo que hacía. Los reyes lo ven todo por un agujerito, eso desde pequeño te lo dicen, ¿no? (risas)
Terminamos. ¿Sigue tejiendo habitualmente entre concierto y concierto?
-Síiii, estoy haciendo ahora un chal que me está llevando la vida porque tengo unos puntos complicadísimos. Aprovecho cuando estoy de gira en los viajes: en la furgoneta, en el avión, en el tren. Ahí es donde más tejo. ¿Qué me aporta? Ay, pues no sé, es como un videojuego, ¿sabe? Lo ves avanzar y es como que te da satisfacción. Y no guardo nada, todo lo regalo. Cuando hago algo ya pensando en alguien, mientras lo tejo pienso mucho en esa persona y me gusta. Por ejemplo, hice unos calcetines para Jorge, mi técnico de sonido, y mientras los haces, que tardas un montón en hacer unas calcetines, pues piensas mucho en esa persona. Esta guay.
En Salamanca ha estado varias veces. ¿Qué recuerdos le trae?
Si, tengo buenos amigos allí. Noches de fiesta no, pero lo que más recuerdo es la primera de las dos veces que fui al Espacio Almargen. No vino a verme casi nadie, igual seis o siete personas. Al final vino a saludarme Cefe Torres y me dijo: «¿pero qué maravilla es esta? Tú vas a volver y te va a venir a ver la gente, ya verás». Volví y ya Cefe se encargó de moverlo. Le dijo cosas a 50.000 personas y se llenó. Me gusta ir mucho por Salamanca, a los encuentros que hacen de folclóricas…
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