Residente y auxiliar, de 98 y 22 años, sobre la soledad de los mayores: «Sentirme acompañado es una alegría, una cosa estupenda»
Miguel Caño y Manuel Melo hablan sobre las diferencias generacionales
Salamanca
Domingo, 17 de agosto 2025, 11:07
Miguel Caño, de 98 años, y Manuel Melo, con 22 años, son los protagonistas de este 'Frente a frente' en el que se visibilizan las diferencias y similitudes de generaciones que han crecido en distintas situaciones. Miguel es 76 años mayor que Manuel. Toda una vida. Uno lleva décadas acumulando anécdotas y aprendizajes, mientras que el otro apenas empieza a escribir los primeros capítulos de su vida laboral. Cada día se encuentran en la residencia Colisée Santa Marta y ahora comparten sus opiniones y recuerdos.
Tenéis roles muy diferentes en la residencia. ¿Cómo empieza vuestro día aquí?
Miguel Caño — Bajo a desayunar y, al subir, suelo afeitarme y poner la radio o el televisor para enterarme de las noticias del día; a veces leo. Tengo asignados dos días para pintar al óleo, algo que siempre me ha gustado, y tengo la habitación llena de cuadros. Es una rutina tranquila.
Manuel Melo — Yo, cuando entro por las mañanas, vamos levantando a varias personas. Después hacemos baños, cambiamos pañales y demás. Luego damos zumos para que estén hidratados, especialmente ahora. Son las mismas actividades todas las mañanas.
¿Recuerdan la primera vez que coincidieron? ¿Cómo es vuestra relación?
M. C. — Nos conocimos hace un tiempo, pero hemos coincidido poco porque aquí hay mucha gente… Eso sí, la relación es muy buena.
M. M. — La verdad es que hemos coincidido poco, pero sí que lo recuerdo desde que estuve haciendo las prácticas aquí hace unos años, poco después de que llegara.
¿Cómo era/es un día normal en vuestra juventud?
M. C. — Bueno, mi juventud fue dura, eran los años de la posguerra. Me hubiera gustado ser militar, pero soy cojo y no pude. También me gustaba estudiar, saqué muy buenas notas, aunque con el sueldo de mi padre no daba para entrar en la universidad. Entonces empecé a dar clases para ganarme un dinero y conseguí entrar. Estudié Magisterio, que en mi caso eran solo dos años porque tenía el bachiller universitario. Después he sido profesor hasta la jubilación, en pueblos de la provincia al principio, y más tarde me instalé en Santander, donde he vivido 70 años de mi vida. En mi tiempo libre me gustaba tratar con chicas, pintar, coleccionar sellos. También estudié alemán. En cuestión de estudios nunca ponía pegas.
M. M. — Tengo un grado medio y un grado superior de técnico en atención a personas en situación de dependencia. Y también soy educador infantil. Así que estoy un poco en la rama de la educación. Después, me gusta mucho el deporte: practico fútbol sala, frontenis y ahora estoy empezando con el pádel.
¿Qué os gustaría que hubiese tenido vuestra generación que tuvo la del otro?
M. C. — Me hubiera gustado haber tenido opción de practicar más deportes, como tiene ahora Manuel. Aunque fui campeón de ajedrez en un evento.
M. M. — Ahora se consigue todo enseguida, y eso es bueno y malo. Antes, si querías buscar algo, consultabas una enciclopedia o un diccionario, y eso se está perdiendo. Lo hacemos todo con un teléfono.
¿Qué opinan de las nuevas tecnologías?
M. C. — Soy una calamidad con las tecnologías, pero lo veo muy bien. Para el progreso es estupendo, enseguida se tiene la solución de una duda. Yo solo utilizo el móvil para llamar y así hablo con mis tres hijos todos los días.
M. M. — Está claro que es una revolución. Aunque solo tenga 22 años, cuando yo nací tampoco había muchas de las cosas que hay ahora, evoluciona muy rápido. Está muy bien por la rapidez con la que consigues las cosas, pero es cierto que estamos muy enganchados a los teléfonos.
¿Cuál es el problema social que más les preocupa en este momento?
M. C. — La locura de los que gobiernan el mundo. Lo de Netanyahu en Israel y Gaza, la invasión de Rusia a Ucrania… esas locuras. La ambición de las naciones es lo que más me preocupa. Después de haber vivido la Guerra Civil y otras guerras en el mundo, no me esperaba que a estas alturas estuviéramos así. Era más optimista, pensaba que la sociedad progresaría.
M. M. — Cada vez que ves las noticias, siempre están hablando de la guerra. Parece que nunca van a parar. Estamos en pleno siglo XXI y siguen las mismas guerras por tener el control del territorio y el poder. Y es algo que no tendría que pasar a estas alturas. Como joven me preocupa porque puede que también nosotros salgamos alguna vez involucrados.
Se habla mucho de la soledad de las personas mayores. ¿Qué significa para vosotros 'sentirse acompañado'?
M. C. — Sentirme acompañado es una alegría, es una cosa estupenda. Porque no estás solo y puedes compartir con otros compañeros, amigos o conocidos. Puedes compartir una conversación, tener tu opinión, siempre respetando a los demás. El problema es que hay gente de mi edad que sí sufre esa soledad.
M. M. — Estar acompañado es bueno, pero ahora mismo hay que saber de quién te acompañas, porque hay muy buenas personas y gente que acompaña por interés. Para una persona mayor es fundamental, porque hay muchos casos de abuelos y abuelas que viven solos y no suelen recibir visitas. Y claro, se puede temer que alguna vez pase algo y nadie se entere. Por ejemplo, por medio de las nuevas tecnologías también se puede estar conectado con esas personas en caso de urgencia y también como compañía.
Si pudierais volver a cualquier momento de vuestra vida, ¿cuál sería?
M. C. — He tenido momentos muy bonitos. Por ejemplo, cuando mis hijos eran pequeños y había que criarlos. Esos son recuerdos que tendré siempre. También momentos de mi infancia, cuando no teníamos ninguna responsabilidad y nos pasábamos todo el día jugando. Recuerdo que jugábamos a las guerras en un momento en el que había guerras en el mundo… la inocencia de los niños. Y tengo que decir que, para el futuro, deseo una buena muerte, porque hay que hablar de ello: morirse es algo que nos ocurre a todos.
M. M. — Sigo siendo muy joven, pero sí volvería a mi infancia, cuando tenía 4 o 5 años, que no tenías ninguna preocupación de trabajo o de estudios. En ese momento todo era jugar, no teníamos ninguna responsabilidad siendo tan pequeños. Lo que pasa es que cuando eres niño quieres crecer muy rápido y luego te arrepientes.
¿Qué consejo os dais el uno al otro?
M. C. — Pues, como es joven, seguir adelante. Tratar de vivir lo mejor que pueda, en el buen sentido de la palabra. También ayudar a los demás, porque es muy importante para el resto y para ti mismo: es una salvación. Pensar en los demás es un beneficio doble, para uno mismo y para los demás.
M. M. — Sobre todo que disfrute mucho y que esté siempre cerca de los suyos, que es lo más importante. Ser muy feliz con ellos.