Polémica alojamientos turísticos: ¿Los vecinos están molestos o están conformes?

En la vivienda de una calle céntrica de la ciudad, Pilar Fuentes recibe a LA GACETA. En la tercera planta de su edificio se encuentra un piso turístico que lleva funcionando poco más de un año: «La seguridad es uno de los grandes inconvenientes. Se facilita la llave del portal a todo el mundo y eso es un riesgo enorme», explica. Asimismo, el edificio cuenta con un patio interior, propiedad de toda la comunidad. La vecina asegura que lo encuentra lleno de colillas, algo que anteriormente no pasaba. «El patio se llena de colillas y suciedad. Conozco a los vecinos y en el lado derecho del edificio nadie fuma. El piso turístico está en ese lado y nos damos cuenta de que no tienen cuidado de tirar cosas al patio», afirma. Por otro lado, Fuentes asegura que el piso turístico no está señalizado correctamente: «Es obligatorio que se cuelgue un cartel en el portal y en la puerta de entrada al alojamiento. Aquí solo lo señalan cuando va a venir alguien».

María Sandoval reside desde hace 30 años en una comunidad de vecinos con dos pisos turísticos ubicados en la planta quinta del edificio desde hace un par de años. «Estamos encantados con ellos. Convivimos y no hemos tenido ningún problema. El propietario, que es nuestro vecino, tiene comunicación con nosotros, hemos hecho reuniones y juntas y le apoyamos y echamos una mano si lo necesita», afirma. Asimismo, asegura que el tiempo que pasan los turistas en el edificio es muy reducido. «Normalmente están aquí muy poco tiempo, solamente para descansar porque el resto del tiempo lo pasan fuera», asegura.

El bajo comercial de otra calle salmantina cuelga el cartel de «Se vende». Al preguntar por su futuro uso al propietario la respuesta es «he recibido varias ofertas para la construcción de pisos turísticos».

Paquita y Lorenzo Barragán son dos residentes de diferentes pisos de una comunidad de vecinos salmantina que alberga un piso turístico en la planta octava. «No tenemos queja ninguna. Las personas que se alojan aquí suelen ser matrimonios, parejas y son respetuosos con las zonas comunes. El ruido es siempre mínimo, escuchas maletas y poco más. Siempre hay alguna persona un poco más irresponsable, pero no es algo significativo», afirma Barragán. La seguridad no es un tema que preocupe especialmente a la comunidad, atendiendo a las conversaciones que han mantenido los vecinos en las juntas. «Nadie tiene la llave del edificio y los huéspedes cuando se van la devuelven. El cambio de toallas y sábanas creemos incluso que lo realizan la propietaria y su pareja y no solemos ver a mucho personal de limpieza. La realidad es que no nos enteramos de que este alojamiento turístico está aquí», asegura la vecina.

Mari Ángeles Gómez reside en el piso sexto de una comunidad de propietarios formada por 34 viviendas de uso residencial. Recientemente, una empresa constructora puso en marcha en 13 apartamentos turísticos y 24 trasteros: «Ya había una sobresaturación de apartamentos de este tipo en todas las calles aledañas que sumaban entre 20 y 25 alojamientos turísticos. No entiendo cómo las instituciones pueden dar de paso algo que puede llegar a romper la tranquilidad y la convivencia de las familias», asegura la vecina. Asimismo, afirma que «los alojamientos turísticos no cuentan con salida directa a la calle», por lo que «van a dar a una zona común que es el patio comunitario». Aunque esos apartamentos aún no han comenzado a funcionar con tal fin por su reciente construcción, según Gómez, «temen posibles riesgos futuros relacionados con ruidos, seguridad o conflictos». Hace especial hincapié en «la necesidad de elaborar una regulación que pueda amparar a las comunidades de vecinos en un futuro».