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El Reglamento de Uso de la Plaza Mayor de Salamanca data de 2015 y su articulado es tan laxo y tiene tan poca concreción que da pie a la autorización prácticamente de todo tipo de eventos y espectáculos y algunos ni siquiera están aún consolidados, como ocurre con la tercera edición del Festival Internacional de Folklore Ciudad de Salamanca, que ha tenido «okupada» con un gran escenario y un andamiaje metálico durante toda la semana la Plaza Mayor, un periodo de tiempo que se unirá a los conciertos y otras actividades programadas con motivo de las Ferias y Fiestas de septiembre que comienzan el 7 y finalizan el 15.
Los días que la Plaza Mayor de Salamanca está ocupada por las actividades y por el montaje y desmontaje de escenarios y mobiliario urbanos sobrepasa los 290 de los 365 días que tiene el año, según denunció el grupo Vox a principios de año. Lo que significa que más de dos terceras partes del año el monumento más conocido que tiene la ciudad lo mostramos con un sin fin de obstáculos.
Además, no son pocas las ocasiones en las que la «okupación» coincide con puentes festivos, fechas en las que Salamanca recibe muchos más turistas que, evidentemente, no se van con la mejor de las imágenes.
La normativa que se aprobó ante el vacío legal que existía hasta el 2015 trataba de proteger un espacio público emblemático y su riqueza patrimonial, aunque se olvidaba de que es uno de los principales atractivos para el turismo de Salamanca, un sector importante para la economía de la ciudad. El exceso de eventos que requieren de la instalación de escenarios de grandes dimensiones no beneficia la captación de turistas.
Es lógico que sea el Gobierno municipal quien autorice las actividades que se pueden o no celebrar, pero en ocasiones ha denegado la colocación puntual de una bandera - no sin razones- y permite la colocación de un «instalache» durante varios días sin más criterio que no tener firmeza para buscar un espacio alternativo.
La Plaza Mayor como monumento necesita protección y aunque el deterioro pueda ser lento y no se perciba a corto plazo, no está exenta de sufrir daño por el mal uso o por el abuso, como cualquier edificio.
El reglamento es demasiado permisivo con las autorizaciones, consolida las actividades que durante los últimos años se han organizado en el monumento, pero sobre todo permite todos los espectáculos o actividades que tengan como promotor el propio Ayuntamiento de Salamanca, como es el caso del Festival de Floklore, que podría haberse llevado a otros espacios, como el parque Elio Antonio de Nebrija, junto al puente de Sánchez Fabrés, que precisamente se construyó con un escenario para acoger determinados espectáculos públicos y que es muy poco utilizado.
La falta de criterios concretos para saber qué se debe y qué no se debe hacer en el monumento continúa casi una década después de que se aprobara el Reglamento de Uso de la Plaza Mayor. Las normas son arbitrarias y dejan al albur del equipo de Gobierno las autorizaciones y las denegaciones, por no hablar de las actividades que va incorporando el Ayuntamiento a su agenda cultural que acabará por consolidarse con la Plaza Mayor como escaparate y será muy difícil después de unas pocas ediciones trasladarlas a otro escenario, como ocurre con las ferias del libro que, después de años, nadie se atreve a decirle a los libreros que hay que cambiar de ubicación los certámenes para no dañar la imagen que se llevan los turistas del principal y más reconocido monumento.
Entre la colocación y la retirada, las casetas de las dos ferias del libro, la de primavera y la de ocasión que se celebra durante más de quince días en otoño, permanecen más de un mes en la Plaza. Los libreros se resisten y el Ayuntamiento no se ha atrevido a trasladar el certamen a la plaza de los Bandos y algunas calles aledañas al ágora. Es una actividad de la que se quejan especialmente los turistas y que poco a poco se ha ido consolidando y cada vez es más complicado que desaparezca.
Los guías turísticos de Salamanca son los que escuchan especialmente las críticas de los turistas que llegan a la ciudad y que no pueden disfrutar de la obra de Churriguera, pero también los especialistas en Patrimonio consideran desmedido el número de actividades que acoge una Plaza que no necesita incentivos para tener vida propia.
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