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Con un estilo profundamente reivindicativo marcado por la sensibilidad, el rapero salmantino 'Blake', antiguo integrante del grupo Gran Calibre, consiguió entrar en la escena profesional con su primer álbum de estudio y en solitario, 'Visceral', en 2017. Sus canciones fueron 'su llanto' a la reciente muerte de su abuelo. Actualmente suma cinco álbumes y se encuentra inmerso en la gira de su nuevo disco, 'El diario del loco', lanzado en 2025. Ha colaborado con reconocidos raperos como Nikone, ha participado en festivales y ha llenado salas en todo el panorama nacional.
¿Con cuántos años descubrió su pasión por este género musical?
—Escuchaba rap desde muy joven y comencé a componer en Santa Marta, en el instituto, con 14 o 15 años. Quería dedicarme a esto, me fascinaba pensar cómo el rap permitía decir tantas cosas en tan poco tiempo. Comencé profesionalmente y como autónomo con 17 años.
¿Tuvo miedo de apostar por ello?
—El rap siempre fue mi pasión, pero no pensaba que se podría vivir de ello. Acabé Bachillerato y luego sopesé cursar un ciclo superior de fotografía. Sin embargo, comencé a dar conciertos, vi que me llenaba y decidí apostar por esto. El proceso de crear temas me liberaba la cabeza y eso es adictivo.
¿Cómo fueron esos inicios?
—Es un mundo complicado, porque nadie te enseña. Te metes, te equivocas y te levantas. Tampoco tuve muchos medios, empecé haciendo vídeos con una cámara y un trípode que tenía en mi casa. Para componer conté con la ayuda de mi madre, ella toca el piano y me enseñó.
¿Cómo definiría su estilo?
—Siempre he dicho que soy un cualquiera que hace música para cualquiera. Mis letras contienen mensajes sencillos que están ahí y con los que la gente conecta. Siempre he tenido como referentes a esos raperos que hacen una crítica social de la realidad. Mis temas siempre reflejan problemas de la sociedad a pie de calle y ese mensaje tan importante de valorar el tiempo.
¿Qué me dice de su último disco, 'El diario del loco'?
—Es el resultado de un punto de inflexión que he vivido hace un año. Se acabó mi relación, mi vida, mi mundo... todo se apagó y tuve que empezar de cero. Después, mi madre enfermó y eso me ayudó a descubrir lo que realmente importa en la vida y lo que no. Yo casi dejo todo, pero la ayuda de una psicóloga, con la que estuve nueve meses en tratamiento, me motivó a seguir apostando por la música. Me dijo que era terapéutica y escribí nueve canciones de cada sentimiento. Para mí fue como un diario.
¿Qué significa para usted su primer álbum en solitario, 'Visceral'?
—Coincidió con la muerte de mi abuelo y para mí era lo más importante. Siempre creyó en mí y presumía de mi música con sus vecinos y amigos. Me hacía ilusión que él, que pertenecía a una generación muy distinta, apoyara esto. Cuando lancé el disco no pensé en éxito, ni en números, yo sabía que a él le hubiese gustado ver un disco profesional de su nieto, por eso se lo dediqué entero. Hay gente que tiene frases tatuadas, porque las pérdidas las sufrimos todos. Fue un álbum muy puro y marcó un antes y un después.
¿Algún momento en el que haya conectado mucho con su público?
—Recuerdo a una madre, que tenía más de cuarenta años, que me dio un abrazo llorando en un concierto y me dijo que ella había sufrido maltrato por parte de su expareja. Me aseguró que mi música, por ciertos mensajes, le había ayudado a darse cuenta de ello y a salir de ahí. También me han llegado testimonios de familias de chicos con cáncer o con enfermedades raras. Me decían que les ponen mis temas en el hospital porque les motiva y les ayuda. Esas cosas me llenan como artista.
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