Casi mil hogares de Salamanca obtienen ingresos extra gracias a la industria del español

La política proteccionista de Donald Trump ya ha empezado a hacer mella en la industria del español que tiene un impacto de unos 50 millones en Salamanca. Tanto las escuelas como las universidades han empezado a notar ya la pérdida no solo de alumnos, sino también de profesores. El miedo a las dificultades que se puedan encontrar en la frontera, en el caso de personas originarias de países sudamericanos, así como los problemas en la obtención de los visados han empezado a notarse pese a que la matriculación en muchos cursos ya estaba cerrada, pero las peores consecuencias se esperan para 2026.

Más allá del impacto macroeconómico que tiene en Salamanca cualquier ataque a la industria del español, también supone una disminución de la renta para cientos hogares que encuentran en el turismo idiomático una vía para obtener unos ingresos extra. Son cerca de un millar, según apunta Miguel Ángel Benito, presidente de la Asociación de Escuelas de Español de Castilla y León, las familias que de forma habitual abren las puertas de sus domicilios a los alumnos que vienen a aprender el idioma en las Universidades de Salamanca y Pontificia o en alguna de las numerosas academias de la capital.

En tan solo dos años, las familias acogedoras se han multiplicado por cuatro superando incluso las cifras previas a la pandemia. El cierre de fronteras y las restricciones derivadas de la crisis sanitaria que provocó el coronavirus llevaron a las escuelas a una situación límite en la que durante dos años su actividad se redujo al mínimo. Y, en el momento de poner en marcha los motores de nuevo, se encontraron con que la mayoría de las familias que colaboraban en el acogimiento a los estudiantes habían desaparecido. De las 800 que había en 2019 se pasó a unas 250 a finales de 2022.

«La pandemia se quitó de en medio a muchísimas familias. Mucha gente mayor se fue a los pueblos porque era un entorno más seguro, y no han vuelto. Se han quedado allí», explica Benito. «Había mujeres divorciadas, separadas, viudas o solteras de mediana edad, de entre 40 y 60 años, aunque también algún hombre, que recibían estudiantes en pisos alquilados en zonas céntricas y que, después de dos años sin acoger estudiantes, tuvieron que dejarlo y reinventarse. Y muchos están trabajando en otros sitios», añade. Ante aquella situación, el Ayuntamiento, a través de Salamanca Ciudad del Español, lanzó a finales de 2022 la campaña «Familias anfitrionas» con el objetivo de animar a más hogares de la capital del Tormes a alojar estudiantes. Ya sea por esta iniciativa o por los esfuerzos de recuperar la normalidad de las academias, desde entonces hasta ahora los hogares adheridos a este programa superan las 800 y se acercan al millar.

Son entre 25 y 30 euros por estudiante y día la cuantía que reciben cada una de estas familias por ofrecer a los alumnos una habitación independiente y limpia donde puedan estudiar y dormir, así como tres comidas diarias, la limpieza de la ropa y un entorno acogedor. En algunos casos, la motivación para hacerlo no es económica, sino que el objetivo es evitar la soledad u ofrecer a los niños de la familia la posibilidad de conocer otras culturas, pero en muchos otros se convierte en una vía que las ayuda a llegar más holgadas a final de mes.

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