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La lluvia obliga a suspender las cuatro procesiones del Viernes Santo y desata las lágrimas de los congregantes
La lluvia frustra las cuatro procesiones previstas para la tarde del Viernes Santo en Salamanca, dejando las calles vacías y la emoción contenida dentro de los templos
Ángel Benito, Carlos Rincón, Elena Martín y José Fuentes Rajo
Salamanca
Viernes, 18 de abril 2025, 20:04
El Viernes Santo de 2025 quedará grabado en la memoria colectiva de Salamanca como una jornada en la que la devoción se refugió entre muros de piedra y no encontró eco en las calles. Cuatro procesiones —cuatro esperadas citas con la emoción, la tradición y el silencio roto por tambores— se han visto obligadas a cancelar sus salidas debido a las persistentes lluvias que comenzaron a caer desde primera hora de la tarde y no dieron tregua.
La primera señal de que algo no iría como estaba previsto llegó pronto, cuando el solemne acto del Descendimiento, uno de los más antiguos y simbólicos de la Semana Santa salmantina, se celebró bajo techo. El cambio de escenario ya dejaba entrever lo que más tarde se confirmaría como una de las jornadas más duras para las cofradías: la suspensión total de todas las salidas procesionales previstas para la tarde.
La Capilla de la Vera Cruz fue la primera en claudicar. A las puertas del templo, decenas de fieles aguardaban entre paraguas y oraciones mientras el Hermano Mayor, Tomás González, luchaba contra el parte meteorológico y la esperanza. Ni siquiera la consulta directa a la base aérea de Matacán sirvió para torcer el rumbo del cielo. A las 17:20 horas, se confirmó la noticia: la procesión del Santo Entierro no saldría. Las cruces permanecieron desnudas, los cofrades en silencio, y la capilla, abierta desde las 18:00, se convirtió en el último refugio de un fervor que se negaba a desaparecer.
Poco después, llegaba el segundo golpe. La Congregación de Nuestro Padre Jesús Nazareno también anunciaba la cancelación de su salida desde la iglesia de San Julián. La lluvia no solo calaba los hábitos, sino también los ánimos de los cofrades que, dentro del templo, se abrazaban entre lágrimas contenidas. Las tallas no desfilaron por las calles, pero sí desfilaron emociones intensas entre bancos y columnas, donde el recogimiento suplió al paso rítmico de los costaleros.
La tercera suspensión llegaba desde San Pablo. La Ilustre Congregación de Jesús Rescatado y Nuestra Señora de las Angustias confirmaba lo que ya muchos temían: tampoco habría procesión. El Hermano Mayor, Emilio Alberto Sánchez, lo dijo con serenidad: «Va a seguir lloviendo hasta la madrugada». No hubo marcha, pero sí gesto: los pasos se colocaron en el umbral del templo para que los fieles pudieran al menos contemplarlos, como una promesa suspendida en el aire. La noticia dolía aún más sabiendo que la hermandad había preparado con ilusión una nueva carroza que hoy debería haberse estrenado.
Y, cuando parecía que la tarde no podía ser más gris, la Cofradía de la Oración en el Huerto cerraba la lista de suspensiones. Desde el Carmen de Abajo, el Hermano Mayor, Agustín Calvo Vegas trasladaba una mezcla de resignación y esperanza: «Dios ha pensado que hoy no era el día». Los cofrades, lejos de rendirse al silencio, hicieron sonar las marchas dentro del templo, movieron simbólicamente el paso y abrieron las puertas, como un acto de fe que se aferra al futuro.
De esta forma, Salamanca ha vivido un Viernes Santo sin incienso en el aire, sin cirios iluminando la piedra, sin saetas rompiendo el silencio nocturno. Las calles, acostumbradas a vibrar con la solemnidad de cada paso, se han quedado vacías. Pero, dentro de cada iglesia, el fervor ha resistido, más íntimo, más hondo. La lluvia podrá borrar huellas en el suelo, pero no en el alma de una ciudad que, incluso cuando no camina, sigue creyendo.
Ahora, todos los ojos se elevan hacia el cielo, con la esperanza puesta en la próxima cita: la salida de Nuestra Señora de la Soledad desde la Catedral Nueva. ¿Será este el broche que rescate la noche?
Fotos: Manu Laya y Miguel Obes.
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