Los «limpias» de la Plaza, servicio atento a sus pies
Desde «El Fatty», junto al Coliseum en los años de posguerra, a Tomás el de Las Torres, los limpiabotas han formado parte del paisaje humano del corazón de Salamanca hasta hace muy pocos años
Durante décadas fueron protagonistas en el paisaje humano de la ciudad y la Plaza Mayor era su escenario principal. Los limpiabotas llegaron como un útil servicio al ciudadano y su actividad se extinguió no hace tanto tiempo con los nuevos usos del vestir y del calzar. Pero su imagen permanece en nuestra memoria.

La aparición del oficio de limpiabotas en la capital se ha situado en los últimos años del siglo XIX. Los primeros profesionales que ejercieron este servicio se instalaron en los arcos de la Plaza Mayor, entre los dos pasajes del pabellón de Correos -lado oeste- y por los principales cafés de la capital, como eran entonces el café La Perla, el Suizo, las Cuatro Estaciones, el Pasaje y el Novelty. Se les conocía, y así lo detalla el historiador José María Hernández Pérez, como el Cantalpino, el Perdigón, el Colás, el Belmonte, Santiago Cordero «el Chago», Ángel Álvarez «el Barrabás»... presencias amistosas y serviciales pero casi anónimas.
Los primeros limpiabotas de Salamanca pagaban a cambio de su carné acreditativo tres pesetas trimestrales como contribución al Ayuntamiento, que era muy estricto en la concesión de licencias, y no faltaron frecuentes denuncias por intrusismo. Aquellos pioneros, que llegaron a ser cerca de 50, tenían que afrontar en los días de Ferias la «invasión» de los limpias de «Valladolid», capitaneados por el Rata, el Pechitos, el Roña y el Piri, a quienes se les permitía ejercer pagando las pertinentes tres pesetas. Pero cuando los salmantinos querían hacer lo mismo en Pucela, el Ayuntamiento se lo impedía.

Cuenta Hernández Pérez que en Ferias llegaban a recaudar 25 y hasta 30 y 40 pesetas diarias, «pero en tres días mal contados. En el resto del año se conformaban con obtener 2 pesetas y saltaban de júbilo si llegaban a 12 ó 16 reales.»
El paso del siglo XX fue renovando a los profesionales del betún, el cepillo y la gamuza. Como uniforme no oficial, camisa y pantalón negros con botones plateados. Algunos de los más recordados fueron Isidoro Caballero «El Fatty»; apodado así por el popular actor cómico de los años 20 Roscoe «Fatty» Arbuckle. «El Fatty», habitual junto al pasaje del Coliseum, marcó una época por su destreza y profesionalidad. Haría pinitos como boxeador y falleció en 1977. En los años 40 sus colegas Pedro Ciro «El Baulero» y «Belmonte» le acompañaron en más de una becerrada en la plaza de toros.

Posteriormente llegarían «El Grabao»; Pablito, «El Primi», José «Zorita» Mateos, luego mozo de espadas de «El Capea»; Antoñito; Marino Gutiérrez Manso, que murió atropellado por el coche del médico de Tejares; «El Ciclón», popular andarín del que se recuerda que dio la vuelta a todos los arcos de la plaza caminando de espaldas y que acabó su vida ahogado en el río. Y muchos recordarán aún a Mariano Gómez Bartolomé y sobre todo a Tomás Rivas, hijo de «La Múcheres», habitual delante de la cafetería Las Torres con su reclamo de «¡bribribri, señorito!», de quien se contó que estuvo trabajando 75 de los 88 años que tenía a su muerte en 2017, según refirió entonces Santiago Juanes. Cuentan que presumía de haber lustrado a Alfonso XIII, a Franco y a Millán Astray, entre otros.

Junto a los limpiabotas ambulantes que prestaban sus servicios principalmente en distintos lugares de la Plaza y de los Portales de San Antonio, otros tenían puesto en las cafeterías: Manolo, otro hijo de «La Múcheres», servía en el Plus Ultra; luego Pepe «El Panduro», capaz de conseguir cualquier número de lotería o localidad para los toros; «El Madriles» en el «Novelty»; Felipe, más tarde Fernando «El Gitano» en «Las Torres» y Demetrio en el «Multiplaza».
Más nombres que recopilaron en los últimos años tanto Juanes como Alberto Estella, gran cronista oficioso de la vida salmantina: Manuel San Martín, del Casino; Miguel, en el «Toscano», experto en las novelas de Marcial Lafuente Estefanía y Juan, que también ejercía en la Puerta de Zamora. Son sólo algunos de los «limpias» que ejercieron en la segunda mitad de los 90.

La muerte de Tomás Rivas hace ocho años pareció la página final de la historia de los «limpias» en Salamanca pero en los últimos años reapareció la figura del 'uniforme' negro y el cajón de betunes de la mano de Enrique Carbajosa «Carba» y del exnovillero Poli Benito, con su caja «Manolita», que estuvo sacando lustre a botas y zapatos en la castiza ruta que comunica el bar Plus Ultra y el Casino de Salamanca. El oficio del cepillo se resiste a pasar al álbum de recuerdos en la época de las fotos en color.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.