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Jueves, 1 de agosto 2019, 21:30
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Antonio Fernández Alba (Salamanca, 1927)), arquitecto y académico de la RAE, ve con buenos ojos que el Ayuntamiento de Salamanca renueve la plaza de Barcelona, una obra suya inaugurada el 24 de febrero de 1985 en época de Jesús Málaga como alcalde. “No le vendrá mal la reforma”, dice a LA GACETA. “Fue una obra muy económica, pero fue una buena idea organizar un espacio frente a la estación del tren”. “La cimentación”, recuerda, “estaba muy mal. Allí había una escombrera de residuos de derribos de la ciudad”.
“Encuentro normal”, prosigue en una conversación telefónica, “que se hagan reformas. Hay que mirar al futuro y contar con una accesibilidad para los tiempos modernos. La actividad de los arquitectos es una sombra en el paisaje”. La remodelación, no obstante, mantendrá una de las señas de identidad de la plaza, la pérgola, cuya cubierta gris de zinc se sustituirá por un tratamiento de resinas en color bronce que quiere dar calidez al conjunto de la plaza y realzar la estructura, que se encuentra en un buen estado de conservación.
Retirado como arquitecto hace tres lustros, Fernández Alba no descansa. No solo va a reuniones en la Real Academia Española. También está a punto de ver la luz su libro “Cantos rodados”, un libro “un poco poético” sobre sus obras, incluyendo los edificios que levantó en Salamanca.
Del convento del Rollo (1962), Premio de Arquitectura de 1963, el salmantino menciona que fue una obra “amable”. El edificio, por criterio expreso de la comunidad religiosa, debía responder a un carácter eminentemente tradicional en cuanto a los métodos constructivos, con grandes muros de sillares de piedra arenisca, característicos de los edificios salmantinos. Alejandro Martín Herrero, arquitecto, escribe en la página de la Fundación Docomomo, que el edificio trata de imponer una geografía contundente a un entorno carente de edificaciones. Para ello, añade, “contrapone la geometría neutra y cartesiana del volumen de los dormitorios a una geometría libre que es la ocupada por la capilla como volumen que jerarquiza toda la composición”.
También se encuentra satisfecho Fernández Alba del Colegio Mayor Hernán Cortés (1974), en el paseo de San Vicente, que ha sido remodelado interiormente en 2009, pero que mantiene sus rotundos volúmenes exteriores, que dieron respuesta a una complicada topografía.
Antonio Fernández Alba, que en 1989 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, también ha recibido el Premio Castilla y León de las Artes (1988), la Medalla de Oro de la Arquitectura (2002), la Medalla de Oro de la Ciudad de Salamanca (2002), el Premio Nacional de Arquitectura a la trayectoria profesional (2003) y la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (2004).
Pese a que a los 20 años se trasladó a Madrid, el arquitecto ha mantenido viva su relación con Salamanca aunque confiesa que hace años que no vuelve por su ciudad natal. “La arquitectura”, sentencia, “es hoy en día el arte del negocio en muchos casos, pero en Salamanca hay edificios hermosos, como el Palacio de Congresos y Exposiciones diseñado por Juan Navarro Baldeweg”.
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