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Deja los micrófonos tras 34 años de labor periodística en Onda Cero Salamanca y unos cuantos más en otras radios locales. José Antonio Ramos, Pepe para todos sus allegados, mira atrás con satisfacción y recuerda anécdotas, algunas sinsabores y sus expectativas ante esta nueva etapa.
¿Qué se siente al colgar el micro después de tantos años? ¿«Me gustaría seguir»? o ¿«Ya era hora»?
—Ha sido un poco complicado, y no es como lo había pensado. Ya se sabe que jubilación viene de júbilo, el paso a una situación más tranquila. Termino a gusto conmigo mismo, y siento que mi trabajo no ha sido tal, sino más bien una experiencia vivida día a día a cambio, eso sí, de estar menos tiempo con mi familia. Me voy con la tranquilidad del trabajo cumplido, y en otras circunstancias me hubiera gustado seguir, pero tras cuatro años como director de la emisora de Salamanca , creo que el final llega en su justo momento.
Pepe Ramos es la voz histórica de Onda Cero Salamanca, en la que ha desempeñado su labor profesional desde el nacimiento en la cadena en 1990. Pero usted no era un novato. ¿Cómo fueron sus inicios en los medios?
—La primera vez que pisé un estudio fue haciendo la mili en Castellón. Un amigo vasco hacía un programa y me invitó a ayudarle. Antes de eso, yo había trabajado pinchando como DJ en discotecas y conocía más la técnica de las mesas y los micrófonos.Ya en Salamanca, pude entrar en la COPE gracias a contactos como Cipri Alonso, el dueño del bar Santa Bárbara, en la calle Bordadores, que era y sigue siendo un buen amigo mío. Allí Orestes Bazo me dejó una hora en la programación en FM90, los inicios de la frecuencia modulada y antecesora de la actual Cadena 100. Eran los primeros años 80 y tenía un programa de música independiente. Imagínese.
Un momento de ebullición musical. Seguro que lo disfrutó.
—Sí... Ponía conciertos en directo de artistas. Los sábados me iba a Madrid a Rockola y a la mañana siguiente me pasaba por la plaza de Cascorro y compraba discos, cintas, lo que fuera. Era el programa que más escuchaban los chavales de Salamanca. Se llamó primero Rocksalada13 y después Chic. Empezábamos a las 10 de la noche, cuando acababan los 40 Principales, y conmigo estaban compañeros como Pepe Tabernero, que hacía un programa de jazz, o Chema Guzón, que hacía el de funk. Yo pinchaba a grupos independientes hasta las 12 de noche, cuando terminaba la emisión con una poesía del director de la COPE, un padre dominico. El subdirector era Ricardo Fernández. Y luego me iba al 'Pipers' a poner discos hasta las 3.
Por cierto que su etapa en la COPE acabó de aquella manera...
—Me echaron por poner a Las Vulpes, el grupo punk femenino de aquella polémica canción «Me gusta ser una zorra». Lo mismo que le pasó a Carlos Tena en TVE. De hecho, pude comentárselo un día que vino a Salamanca. Fuimos a grabar un concierto que dieron en Benavente. Allí había mucho jaleo, apenas se oían las canciones, la gente empezó a a tirar botes de coca cola, pero llenos ¿eh? Cipri y yo estábamos debajo del escenario. Al mánager le abrieron la cabina y se montó una terrible. A las chicas ni les dejaron terminar la canción. La verdad es que en la grabación lo que más se oía eran palabrotas. Intenté 'limpiarla' lo que pude, pero lo emití porque me parecía un documento. Al poco tiempo Ricardo Fernández me despidió.
De ahí pasó a Radio Cadena Española y después a Radio Nacional, donde ya abordó otros géneros...
—De los programas musicales pasé a hacer el programa deportivo del fin de semana con compañeros como Chema Blanco. Allí los medios que teníamos eran espectaculares. Pero hubo una reestructuración y me mandaron a Ponferrada. Por entonces ya estaba casado y no quería moverme de Salamanca. Así que esperé un poco hasta que me llamaron de Cadena Rato en 1990, donde estuve cinco años haciendo deportes siguiendo a la Unión Deportiva Salamanca.
Allí llegó el primer reconocimiento por su labor.
—Con solo un año la Universidad de Salamanca nos dio un premio al mejor programa deportivo, «El cronómetro». Yo estaba alucinando, y me sentí muy orgulloso. Currábamos mucho, la verdad, pero las ganas lo suplían todo. Tenía a 4 o 5 colaboradores, entre ellos Gabi Alonso, el fotógrafo, que hacía de reportero. Cubríamos todos los deportes y hacíamos «El Cronómetro», un 'carrusel' los domingos en el que hablábamos de todos los deportes, desde los resultados de Primera hasta el último partido de fútbol modesto. Después llegaron «El penalty» y »Radioestadio».
Y a aquel premio se sumó en 2021 el Cossío por un reportaje por el conflicto en torno a la mina de Retortillo.
Si, este tal vez fue el recuerdo más satisfactorio de mi carrera. Había mucha tensión, con dos pueblos enfrentados, muchos intereses en juego y me jugué el pescuezo.Se emitió en el programa «La Brújula» . Le tocó el premio a ese, pero también he disfrutado haciendo otros reportajes, como los que hice para Radio Nacional con el récordman de altura Javier Sotomayor, que se emitieron en Radio Nacional. Fue un honor.
Aquella experiencia como periodista todoterreno seguro que le sirvió para su carrera posterior, al frente del magazine y de los informativos de la emisora.
—Yo es que estudié Magisterio, y eso solo me sirvió para juntar palabras (ríe). Y luego es que la radio da mucha libertad. Pero es cierto que me ha tocado hacer de todo. Desde el control de sonido, el control de las cuñas que iban saliendo, lidiar con la tecnología nueva, llamando a alguien mientras presentaba a un protagonista... Éramos verdaderos malabaristas.Recuerdo, por ejemplo, una vez que llamó el director a las 3 de la mañana porque se había ido la emisión y tuve que ir a enchufar el centro emisor, que estaba en lo alto de una finca de la carretera de las Veguillas. Allí un señor tenía un mastín atado con una cadena que llegaba hasta el camino por el que tenía que pasar.Terrible.Llegué a pasarlas canutas...
En estas ultimas décadas la revolución tecnológica en los medios también ha sido enorme. ¿Cómo se llevó con la técnica?
—Me he tenido que ir adaptando... Porque te adaptas o mueres. En una radio local hay que saber hacer de todo, un día en control y otro a hacer entrevistas en la calle.
Comentaba antes que el reverso de la entrega a esta nuestra profesión es el tiempo que nos quita de estar con nuestra familia. ¿Puede ser lo que peor ha llevado?
—Si, claro, es que son muchos los momentos familiares que me he perdido. Cuando nació mi segunda hija yo estaba con la UDS en Canarias, y recuerdo que coincidió con el nacimiento del primer hijo del entrenador, Juan Manuel Lillo. Los dos estábamos buscando la forma de salir cuanto antes de Canarias para estar con la familia. Por eso ahora espero con mi jubilación disfrutar más y compensar a mi mujer, que ha sido una santa todo este tiempo. Lo ha aguantado todo.
Y en plena época de internet ¿a dónde cree que va la radio?
—Veo que tiene un futuro clarísimo, ahora además con el podcast. Aquella canción de «El vídeo mató a la estrella de la radio» no acertó. Creo que de todos es el medio más rápido y directo, el mas fácil de atender, y te da una veracidad incuestionable.
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