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Incombustible, incomparable e inclasificable, Javier Gurruchaga (San Sebastián, 1958) pondrá hoy a bailar los salmantinos con todos los éxitos de la Orquesta Mondragón y una pizca de humor tenebroso entre canción y canción.
¿Qué recuerdos le trae esta ciudad?
—De Salamanca tengo muchos recuerdos estupendos. Solíamos ir a un hotel como de película, el Gran Hotel. Ytambien fueron muy entañables aquellos conciertos en la Plaza Mayor, con ese color tan bonito que tiene. Y siempre con muy buena vibración.
¿Cómo surge este proyecto de «Historias extraordinarias»?
—Aunque ahora no salgamos mucho en televisión, segumos dando conciertos, porque canciones tenemos unas cuantas:las viejas, las más recientes, versiones... El objetivo es entretener y cantar, recordar y hacer alguna improvisación con los elementos del rock, del blues y del rhythm'n'blues que siempre nos han gustado.
Esta vez la parte teatral del show son sketches sobre relatos de Edgar Allan Poe.
—Si, es un pequeño pretexto para contar historias que tienen que ver con lo fantástico. Pequeñas clases magistrales de terror que al final no lo son tanto, sino una excusa para reirnos un poco con las canciones. Vamos, que no habrá ninguna conferencia sobre Allan Poe ni nada parecido...
Ya desde su primer disco «Muñeca hinchable» (1979) se distinguieron por unas letras y una puesta en escena, digamos, irreverente y transgresora. Pero ya no estamos en los 80 y hay mucha gente con la piel muy fina. ¿Se lo han tenido que pensar con cuidado para no meterse en charcos?
—Pues sí, un poco de autocensura hay. Me ha gustado eso de la piel fina, jajaja... Yo nunca he tenido problemas con las canciones, pero somos conscientes de que algunas no son las más adecuadas en ese momento. Estos tiempos que estamos viviendo no son los más entusiastas y estupendos como podrían ser los 80 y los 90. Son tiempos un poco raros. Hay como mucho miedo a las canciones, mucha autocensura por lo políticamente correcto. Hay mas miedo para crear, para hacer películas... Nos comemos mucho la cabeza.
Hace siete años que publicaron su canción «Que viene Trump» con ocasión de su llegada a la Casa Blanca. ¿Imaginó que tiempo después tendrían una oportunidad para rescatarla? ¿Lo harán?
—No, no... Bueno, quién sabe, igual encuentro el peluquín que debo de tener por ahi (bromea) Pero no, no lo tenemos pensado. Quién iba a pensar que este señor, con la de cargos e historias que ha tenido y lo mal presidente que fue pudiera salir de nuevo. Y ahora no hay disculpas, porque el pueblo americano lo ha elegido holgadamente. Yo alucino, es una pesadilla.
Por cierto, recuerdos de nuestro compañero Juan Mari Montes, que escribió esa canción con ustedes.
—Ah, Juan Mari, espero verle ahí. Es un paciente colaborador de la Orquesta, muy abierto y ecléctico.
Además tenemos guerras en Europa, más tensiones y radicalismos... ¿A dónde va el mundo, Javier?
—Me preocupan mucho las guerras, lo de Israel en Gaza y el Líbano, lo de Ucrania y Rusia... Todo es una gran mentira, un gran disparate. Y hay miedo, ¿cómo no? Son tiempos duros, si. Pero oiga, esta entrevista va por un tono muy dramático.
Pues vamos a intentar reconducirla. Con este panorama, ¿usted cree que al artista le toca comprometerse o más bien su papel debería ser el de entretener?
—Nosotros nos hemos comprometido muchas veces. Ya desde que hace 40 años sacamos el disco «Es la guerra», cuando Popotxo salía vestido de soldado y hacía de hombre misil. Entonces llegaba Reagan y nos parecía el fin del mundo, y mire ahora cómo está el tema. La última canción que hemos compuesto se llama «No dispares más». Nosotros nos mojamos pero a nuestra manera, con un poco de broma y parodia.
¿Cómo se lleva con las redes sociales?
—Pues poco. Me las llevan para las cosas más elementales, pero no, yo no estoy ahí. Prefiero leer a Dostoyevski.
¿Y desde fuera las ve como algo más positivo o negativo?
—Creo que son una herramienta interesante pero que, en la mayoría de los casos, se hace un mal uso. El día tiene solo 24 horas y no quiero engancharme a mas cosas. Ya es muy breve la vida como para dedicarle más horas a eso.
¿Le interesa alguna música de la que se hace ahora mismo?
—No estoy muy al tanto, la verdad, no hay muchas cosas que me llamen la atención. Yo oigo música de otras épocas, otros estilos, también clásica. Y no hay nada mejor que estar una temporadita en silencio.
Eso se descubre con la edad, ¿verdad?
—Hay una especie de obligación de poner música para rellenar un hueco, «porque si no, estoy vacío». ¿Qué coño vacío? ¡Solo se está estupendamente!Leer es uno de los grandes y mejores descubrimientos que he hecho con los años, más incluso que ver películas, que ahora no son tan buenas.Leer es maravilloso.
¿Y qué está leyendo ahora Javier Gurruchaga?
—Estoy con varias cosas, Leo a Dostoievsky, ahora también me gusta mucho Azorín. Y bueno, ahora que vamos a Salamanca, aunque era vasco,. he leido a Unamuno y me ha parecido fascinante, todo un descubrimiento. También he hecho una lectura más sosegada de El Quijote, y luego historias policíacas, me gusta mucho Conan Doyle. Y Honorato.... jajaja, suena muy gracioso... bueno, Honoré de Balzac... que es uno de mis escritores favoritos
Usted formó parte del elenco del mitico programa de televisión «La Bola de Cristal», del que ahora se conmemoran los 40 años. ¿Cómo cree que sería recibido por los niños y los padres de hoy?
—No sabría decirle, yo creo que bien. Era un humor muy universal, con muchas referencias clásicas. Yo cuando era chaval tuve que descubrir a los Hermanos Marx, a Charlot... Hoy creo que se ignoran muchas cosas interesantes del pasado. Como diría Séneca, hay que leer más y perder prejuicios.
¿Habrá nuevas canciones de la Mondragón pronto?
—Si, tenemos ya bastantes canciones. El problema es que ahora cuesta más hacer un disco porque se vende poco. Y la pandemia nos ha descolocado un poco en cuanto a la relación con el públíco. A ver qué nos depara 2025, que cumpliremos 49 años trabajando.
Para los 50 años habrá que hacer algo gordo, ¿no?
—Si, si, algo gordo. Actuar en Salamanca desde un globo, jajaja. Alguna cosa habrá que hacer, si.
¿Hace dos años le concedieron la Medalla de Oro de las Bellas Artes. ¿Qué tal le sentó a su ego?
—Hace mucha ilusión que se acuerden de ti. Parece que te están jubilando. Pero, no, en serio, estas cosas son bienvenidas a la edad que sea. ¡Y me hice una foto con los reyes! Precisamente ahora he visto el retrato de Anne Leibovitz...
¿Y qué le parece?
—La encuentro un poco oscura. Y me gusta Anne Leibovitz muchísmo, ¿eh? Desde cuando hacia las primeras fotos de John Lennon, Tina Turner, Woopi Goldberg... El rey se ve... parece el duque de Alba o Felipe II. Y a ella se le ve como más ligera, no lleva ni corona. Es un enfoque muy personal. Esa oscuridad recuerda a Goya. Y también, con los reyes. un poco a las Meninas.
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