La guardiana del saber de 8 siglos: «Debería ser la envidia de todos los bibliotecarios del mundo»
Margarita Becedas se despedirá en octubre de la Biblioteca Histórica tras tres décadas como directora
Margarita Becedas sabe cómo será su último día como directora de la Biblioteca Histórica de la Universidad. Entrará sola y se despedirá de las vitrinas, manuscritos y siglos de escritura que le han acompañado a lo largo de más de tres décadas de su profesión. Será muy parecido a sus primeros días. «Para empaparme de la biblioteca y tomar conciencia del lujo que estaba viviendo me gustó poder estar sola sin que nadie estuviera conmigo. El último día que venga a trabajar oficialmente me quedaré un buen rato a solas».
Llegó como jefa de servicio en 1990 y en 1997 asumió la dirección de una biblioteca con ocho siglos de historia con el manuscrito del 'Libro del Buen Amor' o el Códice Calixtino, entre sus máximos exponentes. Durante años, Becedas ha sido la responsable de proteger y compartir algunos de los mayores tesoros bibliográficos de la Universidad de Salamanca. Duda al pensar en qué libro salvaría. «Todos los que participaron en Scripta», dice con una sonrisa. «Depende de quien sea el interesado le dará un valor, pero todos son incalculables». Así, pone como ejemplo que algunos de los libros menos vistosos son los que más valor poseen. «La traducción y el comentario del libro de Job de Fray Luis es un manuscrito feo, encuadernado en pergamino y escrito en papel corriente pero recibió la tasación más cara de un bloque que prestamos, más incluso que 'El Libro del Buen Amor', y eso es porque es autógrafo de Fray Luis, quien tradujo al castellano partes de La Biblia, cuando no se podía y es el único que nos queda del convento de los Agustinos y nos llegó porque lo tenía custodiada la Inquisición. Además se lo dedica a Ana de Jesús, la que sucedió a Santa Teresa».
Cuando se anunció el robo del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago, Becedas fue corriendo a revisar de inmediato el ejemplar que custodiaba la Biblioteca Histórica de Salamanca, comprobando que seguía en su lugar. Durante años lo habían prestado con todas las garantías legales y de conservación para exposiciones en Galicia, creyendo que se exponía junto al original compostelano. Sin embargo, tras el robo descubrieron que ese original jamás se había prestado. «Éramos nosotros los tontos que lo prestábamos», comenta con ironía, recordando un episodio que, más allá del valor del manuscrito, evidencia la confianza, la responsabilidad y las paradojas de custodiar un tesoro.
La exposición Scripta organizada por el VIII Centenario de la Universidad en la Biblioteca Nacional (Madrid) supuso un importante trabajo para reunir las mejores obras que custodiaba el Estudio tras ocho siglos de historia. «Era la primera vez que la Biblioteca Nacional permitía una exposición única con fondos ajenos, sin incluir ninguno propio. Al final decidimos centrarnos exclusivamente en manuscritos, que son ejemplares únicos. Elegimos nuestros 'bestsellers y trabajamos sobre ellos». Aún así, había muchas dudas de cuál sería el impacto. La primera visita de la directora de la Biblioteca Nacional las disipó: «Dijo esto va a quedar fantástico. Tenéis unos libros maravillosos». Los Reyes fueron los encargados de inaugurar la muestra y Becedas fue la encargada de guiarles a través de la exposición. Recuerda como si fuera ayer su interés y sus palabras. «Cuando el Rey vio el Códice Calixtino me comentó que acababa de llegar de Bélgica y precisamente le había regalado al monarca belga unas imágenes basadas en ese códice porque es considerado el primer libro europeo». Sin embargo, la reina Letizia le marcó aún más: «Cuando acabaron, me dijo que le había encantado que yo le explicase la exposición porque muchas veces iban a inauguraciones y se lo explicaba el más importante, pero no el que más sabía. Yen este caso se lo había enseñado quien más sabía».
Por la Biblioteca Histórica de la Universidad han pasado presidentes del gobierno, autoridades, doctores honoris causa o premios Nobel. De la visita del emperador de Japón, Naruhito, recuerda que se le mostró un facsímil de un mapa de Japón, pero sobre todo mostró especial atención sobre el tema del agua. «Le enseñamos libros que no suelen enseñarse ilustrados del siglo XVIII de ingeniería, muy bonitos». También evoca la «complicidad» en la visita que tuvieron el rey Felipe y el presidente de Portugal o la de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. «En los dos casos hicieron buenas preguntas, y Rajoy con mucha gracia».
Pero, también ha sido escenario para directores de cine del nivel de Alejandro Amenábar con 'Mientras dure la guerra' o Álex de la Iglesia, con 30 monedas. «Me pidieron permiso para fumar para ambientar la época y solo les dejamos que se vieran colillas apagadas en un cenicero». Más difícil fue con De la Iglesia. Había descartado todas las ubicaciones y la biblioteca era la última opción, pero el director vasco también lo descartaba al haber salido ya en la cinta de Amenabar. Todo cambió en un segundo. «Abrí la puerta de madera del Sancta Sanctorum, luego las dos puertas acorazadas y encendí las luces y le invité a entrar. Se quedó parado y dijo: «Ya tengo una escena escrita para este lugar». Le conquistó el ritual», reconoce.
ABecedas le gustaría que se le recordara como una persona que «trabajó mucho y lo mejor que supo». «Me gustaría que se me recordara que fue en mi época cuando se hicieron las primeras catalogaciones y el fondo digital: cuando se ha modernizado la biblioteca histórica». Lamenta que deja asignaturas pendientes que no han sido posibles por falta de tiempo y recursos. Entre ellas, se encuentra que no esté catalogado todo el fondo histórico en el sistema informático, que no estén todos los manuscritos digitalizados, debido a la ingente cantidad de ellos, y la climatización de la sala antigua. «Sí lo hemos hecho con los manuscritos, pero se debe hallar la fórmula para la sala antigua de la biblioteca».
Cuando se apaguen las luces, Margarita se dedicará a su vicepresidencia en el CES, comenzará a hacer gimnasia y a varios proyectos personales. «Trabajo en el mejor lugar de la Universidad de Salamanca. Debería ser la envidia de todos los bibliotecarios del mundo. La Biblioteca Histórica me va a acompañar siempre, indefectiblemente».