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Vista de la nueva Gran Vía en construcción desde la actual plaza del Empresario. Corría el año 1944.
La Gran Vía (I): solo 850 metros y 70 años para abrirse camino

La Gran Vía (I): solo 850 metros y 70 años para abrirse camino

Hace 50 años concluía la urbanización del último tramo de la Gran Vía. Las costosas expropiaciones y los vaivenes normativos alargaron hasta siete décadas la construcción de la avenida más señorial de Salamanca, ideada en 1903

Roberto Zamarbide

Salamanca

Domingo, 8 de diciembre 2024, 18:28

La idea era interesante: se trataba de trazar una nueva vía urbana que atravesase de norte a sur el plano de aquella ciudad de urbanismo decimonónico con poco más de 25.000 habitantes y que aún vivía encorsetada en sus murallas. De paso, el proyecto perseguía conectar el camino que llegaba desde la estación del ferrocarril, por la que Salamanca se había conectado al mundo en 1877, y el futuro puente sobre el Tormes, que ese mismo año 1902 comenzaba a construirse.

Ambos proyectos que cambiarían el desarrollo de la capital tenían un nombre común, el ingeniero de Obras Públicas Gumersindo Canals. Esa figura clave en la renovación de Salamanca durante el cambio de siglo participaría también en el proyecto del puente Enrique Estevan y en la construcción de la plaza de toros de La Glorieta, entre otras obras. El Ayuntamiento le rindió homenaje otorgando su nombre en 1906 al actual paseo de la Estación, aunque la denominación no llegó a arraigar entre los salmantinos.

La idea de Canals tomó forma al año siguiente cuando el técnico municipal Pedro Vidal Rodríguez Barba retomó la iniciativa y la plasmó en un plano dándole ya el nombre de Gran Vía. Comenzaba entonces un largo camino administrativo que se complicaría a través de siete décadas. Así lo han referido, entre otros, los trabajos sobre el urbanismo en Salamanca firmados por José Ignacio Díez Elcuaz, David Senabre y más recientemente. la historiadora Sara Núñez Izquierdo en su estudio monográfico: «Un hito en la historia de la construcción en Salamanca. La Gran Vía» (2011).

Imagen del mapa del anteproyecto diseñado en el año 1903: el técnico municipal Pedro Vidal diseñó en este plano el trazado de la futura Gran Via desde la Alamedilla (derecha) a la calle Caldereros.

Pronto comenzó el primer vaivén. En 1904 el nuevo arquitecto municipal, Santiago Madrigal, redujo en 5 metros la anchura de 25 proyectada el año anterior por Vidal para el tramo desde el paseo Canalejas hasta la calle Asadería. Desde este tramo intermedio hasta Dominicos, la anchura se recortaba hasta los 19,50 metros. En las frecuentes modificaciones que recibió el proyecto a lo largo de su historia pesó la oposición de enemigos notables como Miguel de Unamuno, contrario a la obra. El rector consideraba que con la Gran Vía se perdían « el carácter pintoresco de la ciudad al subordinarlo todo a la linea recta y a la uniformidad».

Según el proyecto que se manejaba en 1917, el trazado rectilíneo hasta Dominicos preveía las exposiciones parciales del Convento de las Dueñas, recién declarado por entonces Monumento Nacional, y la Casa de los Niños del Coro. Se contemplaba un bulevar con paseo arbolado en el centro y un carril de tráfico a cada lado, al estilo de lo que fue la avenida de Mirat.

Las trabas administrativas aparcaron el proyecto en un cajón municipal hasta 1932. El arquitecto municipal Ricardo Pérez Fernández retomó la documentación de la Gran Vía y resolvió dividir la arteria entre tres tramos con ejes descentrados. El primero, de La Alamedilla hasta San Julián, tendría 19,50 m. de ancho; el segundo, hasta San Justo, se rebajaba a 15 metros y el tramo final hasta el convento de San Esteban se estrechaba en algunos lugares hasta 12 y 10 metros. Con esta irregular alineación, el Ayuntamiento de Salamanca reducía el coste de las costosas expropiaciones. Habría en 1935 nuevos retoques en el proyecto, pero el estallido de la Guerra Civil paralizó de nuevo la planificación. Después de 36 años de estudios, la Gran Via no había dejado de ser líneas y cifras sobre un plano.

El impulso

En 1939 el arquitecto y urbanista Víctor D'Ors Peix se encargaría de redactar el Plan General de Ordenación Urbana. En él abordó la futura avenida como una vía de circulación rápida, que serviría de alternativa a la ronda y al paso por el corazón de la ciudad. Al año siguiente se aprobaban las ordenanzas que regularían el primer tramo del trazado, en las que las que se establecían edificios de 17 metros de altura, lo que correspondía a inmuebles de cinco pisos y solares de 110 metros cuadrados como mínimo para edificar. La normativa concretaba también los materiales de cada elemento de la fachada.

En 1944 se aprobó el Plan de Reforma Interior y Urbanización del Ensanche, redactado por Paz Maroto, estuvo vigente hasta los años sesenta, y entre las nuevas ordenanzas para la Gran Vía estableció una de las que aún hoy seña de identidad: la presencia de soportales en las fachadas orientadas a poniente (lado de Canalejas). El primer edificio que se diseñó bajo estas ordenanzas fue el del teatro Gran Vía (1945) y marcaría el estilo de los siguientes proyectos.

Las posteriores modificaciones urbanísticas acordadas en la década de los 40 restaron ornamento y concedieron cierta libertad a los siguientes edificios para evitar la monotonía. La nueva década trajo de la mano del arquitecto Fernando Población del Castillo el proyecto que establecía las alineaciones para el segundo y el tercer tramo, estableciendo 19,50 metros de anchura en ellos: pero Salamanca entraba en la segunda mitad del siglo XXy cerca de dos tercios de la actual Gran Vía estaban sin edificar.

La autorización para edificar inmuebles de seis plantas agilizó desde 1959 la edificación de nuevas construcciones. La mayor altura de los edificios compensaría la diferencia de cota en ese tramo respecto a la rasante en ese intervalo. Pero faltaba por configurar el tramo final de la avenida, y también el más problemático.

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