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Un joven, recogiendo colillas, en una imagen expuesta en el Archivo Provincial COLECCIÓN J.L. RODRÍGUEZ ARGÜESO
De los colilleros al pan de Franco. Así era la vida durante la Guerra Civil en Salamanca

De los colilleros al pan de Franco. Así era la vida durante la Guerra Civil en Salamanca

Una exposición recoge en el Archivo Provincial documentos y fotografías que reflejan la cotidianeidad de los salmantinos a finales de los años treinta

Domingo, 9 de agosto 2020, 14:57

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De las condiciones de la vida cotidiana en la Guerra Civil y tras la contienda hablan los documentos que se exhiben en el Archivo Provincial de Salamanca, hasta mediados de septiembre, recopilados por el coleccionista e investigador José Luis Rodríguez Argüeso. Una necesidad básica como la alimentación, de 1936 a 1939, estuvo mucho peor resuelta en la zona republicana, donde se encontraban grandes poblaciones como Madrid y Barcelona.

El pan de Franco. Dice Rodríguez Argüeso que, por la mala gestión y la mala distribución de productos, en la zona republicana se vivió con mucha hambre. “Tengo testimonios recogidos de gente que lo pasó muy mal. Y nos vamos a encontrar con un fenómeno curioso, el pan blanco de Franco, arrojado desde los aviones en una bolsa con un mensaje: “No nos importa lo que penséis. Nos basta saber que sufrís y sois españoles. Todo es mentira en las propagandas rojas. Este es el pan de cada día en la España de Franco, el que guardamos en nuestro granero para compartirlo el día de la liberación con los hermanos cautivos”. Las zonas cerealísticas de Castilla y León se encontraban en el territorio dominado por Franco. En Salamanca, no obstante, en los últimos meses de 1938 todos los depósitos de víveres comenzaron a vaciarse paulatinamente. Las primeras carencias fueron de pan, con las tahonas elaborando miles de chuscos para los soldados y también con destino a las ciudades conquistadas.

Cartillas de racionamiento y estraperlo.

Cuando acaba la Guerra Civil no hay bastante comida para toda la población. “Surge la cartilla de racionamiento, que va a ser una medida provisional y dura 13 años y un mes. Aquí en la exposición hay alguna de 1939 y alguna de 1952. Los documentos hablan por sí solos. Había cartillas de racionamiento de varias categorías: infantil, de madre gestante, de primera, segunda y tercera... Con cupones que había que ir entregando a una tienda determinada. Y en algunas se ve cómo los cupones del pan ya se han gastado mientras los del carne no se han estrenado. Fue muy raro que hubiera carne. Además, en la posguerra se generalizó el estraperlo o mercado negro. El hambre se complicó con la falta de higiene porque apenas había jabón.Como muchas casas habían quedado destruidas también hubo mucho hacinamiento y muchísimas enfermedades por la falta de higiene”, apunta Rodríguez Argüeso. “Lo único que era barato”, prosigue el investigador, “era el alcohol. El número de alcohólicos fue muy grande. La gente se gastaba los jornales para olvidarse de las penas”.

Las mujeres, sin cartilla de tabaco.

En época de carencias para muchos el tabaco fue tan importante como la comida. “En la Guerra Civil”, apunta el coleccionista, “de vez en cuando, hacen un alto el fuego para intercambiar el tabaco canario de los franquistas con el papel de fumar de Alcoy, sobre todo. De vez en cuando hubo estas cosas, que parecen de chiste de Gila. Acabada la guerra, aparece la tarjeta de fumador: tenías que tener 18 años, buenos antecedentes políticos, realizar muchos trámites y con la tarjeta te daban un poquito de tabaco. A las mujeres no se les daba porque el tabaco les estropeaba el cutis”, recuerda. También surgió el “oficio” de colillero: un señor que iba con un palo y un pincho, cogiendo colillas para uso propio o para tabaco de segunda categoría. La dependencia del tabaco fue grande. Quien no fuma cambia su tarjeta de fumador por comida. Y también hubo quien se quedó “tan debilitado, por cambiar su comida por tabaco, que falleció de inanición”.

Día del plato único.

Al comenzar la Guerra Civil, explica Rodríguez Argüeso, se creó el “Día del plato único” para comer menos y donar el resto a la beneficencia. Y los restaurantes tenían que dar el 40% de la recaudación de ese día, que era cada 15 días, en dinero. Después se creó el “Día sin postre”. Y finalmente, el régimen quiso imponer el “Día sin cigarro”, pero debieron retirarlo rápidamente. Los españoles estaban dispuestos a comer menos, a no tomar postre de vez en cuando, pero de ningún modo estaban dispuestos a dejar de fumar.

La falta de calzado y el milagro de Béjar.

Otra importante carencia en la guerra y la posguerra fue la del calzado. “Muchos soldados llevan alpargatas, que se deshacen cuando van por caminos rocosos. Muchos van descalzos. España es una potencia en calzado, pero no puede importar cuero. La gente pasará varios días en casa hasta que les arreglen sus zapatos. Y surgieron las abarcas, elaboradas con neumáticos desechados y unas correas. Las empezaron usando los campesinos, pero luego también se vio mucha gente en Salamanca con ellas. Franco las prohibió, finalmente, porque daba mala imagen usar neumáticos como suelas”, dice Rodríguez Argüeso, que también destaca que en 1930 había en Béjar 25 fábricas de producción textil, con 900 obreros, que luego comenzaron a suministrar uniformes y mantas al Ejército.

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