Un joven se lava los pies en el bidé de su vivienda.

Bidé, el 'extraño' que dice adiós al baño salmantino

Del símbolo de distinción al espacio perdido: el bidé se despide de los planos de vivienda y la bañera podría ser la siguiente en caer para dejar espacio a los platos de ducha

B. H.

Salamanca

Miércoles, 29 de octubre 2025, 05:55

La existencia del bidé se remonta a la Edad Media, aunque el primer documento que la acredita es del siglo XVIII, cuando se incorporó a la higiene íntima del monarca francés Luis XV y de su esposa, Madame de Prie. Inmediatamente se popularizó entre la nobleza francesa, italiana y también la española, país en el que vivió su época de esplendor en la década de los sesenta del siglo pasado cuando se imponía en los planes generales y en las viviendas de protección oficial.

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Ahora ha perdido aquel carácter de exclusividad y distinción para iniciar su camino hacia la rareza, si no hacia la extinción.

Los millennials ya no saben ni cómo se usa. Ocupa demasiado espacio en los baños y alternativas como la ducha higiénica o el wáter japonés empiezan a darle la puntilla. A pesar de todo, hoy en día sigue siendo obligatorio en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Salamanca, algo que se corregirá con la modificación aprobada ayer en la Comisión de Fomento. Se podrá instalar, pero ya no será una exigencia.

Para el presidente de la Agrupación Empresarial de la Construcción y sus Servicios Auxiliares de Salamanca (ACONSA), Javier Tamames, considera que dejar de imponer elementos como este permitirá al sector «ser más eficiente en el diseño y ofrecer al cliente exactamente lo que demanda en estos momentos». La normativa urbanística de Salamanca obliga a que los baños cuenten con ducha, lavabo, taza y bidé, «por cultura española», subraya el presidente de la Asociación de Empresarios Salmantinos de la Construcción (AESCÓN), Manuel Prieto. Una cultura de transición que ya no se corresponde con las necesidades del siglo XXI. De hecho, Venancio Colmenero, responsable de una empresa salmantina de cerámica y equipamientos de baño, señala que solo los clientes mayores de 50 años demandan bidés. De ahí para abajo, prácticamente es un elemento a retirar, aunque sea nuevo y cueste cerca de 300 euros.

«Si hay dos baños, se pone bidé en uno sí y en otro no», reconoce el profesional. Por raro que parezca, aún se venden, aunque en un número muy inferior al de tazas y lavabos. «Este año habré vendido seis o siete», confiesa, fundamentalmente para reformas en viviendas de personas mayores. «Otros los quitan después —añade—, para dejar espacio a muebles, por ejemplo.»

Cada vez están más arrinconados, especialmente por los populares grifos higiénicos, más económicos que el wáter japonés. La cerámica con una amplia gama de chorros —en su versión premium incluso con asiento mullido y calefactado— resulta muy costosa y se limita a bolsillos acomodados.

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Todo hace pensar que la próxima víctima de las nuevas tendencias será la bañera. «Vendemos muy pocas, y la mayoría son exentas, para decoración.» El plato de ducha le está comiendo el terreno —nunca mejor dicho— a un elemento que hace apenas unas décadas era imprescindible en cualquier hogar.

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