Una asamblea griega en Fonseca entre notas de theremín
Las 'Noches de Fonseca' regresaron este jueves con fuerza después de ocho años. Los espectadores disfrutaron de 'La Orestíada' de Esquilo, a cargo de Teatro Urgente y Ágora
El Patio del Colegio Arzobispo Fonseca se trasladó durante unas horas a la antigua Grecia con el regreso de las esperadas 'Noches de Fonseca' , en esta ocasión con la representación de la obra 'La Orestíada' de Esquilo, un texto clásico que sigue resonando más de dos mil años después. La compañía Teatro Urgente, fundada por Karina Garantivá y Ernesto Caballero, y Ágora, presentaron en Salamanca esta versión contemporánea y performativa de la tragedia griega. Junto a ello, el elenco compartió con el público una experiencia escénica interactiva que apeló, al mismo tiempo, a la parte más humana y emocional.
La puesta en escena no dejó a ningún espectador indiferente. La obra contó con música en directo y un instrumento vanguardista y con capacidad de evocar sonidos antiguos, el theremín. La composición de la banda sonora y de gran parte de las melodías corrió a cargo del músico Bastián Iglesias. Durante la representación se introdujeron ritmos más actuales como pequeños fragmentos de música electrónica o tecno.
Por otro lado, para complementar todo lo anterior, aparecieron elementos como luces de camerino, espejos, maquillaje o flores. El vestuario de los actores mezcló la etiqueta con la fantasía, con predominio de sedas, negros y blancos. «La puesta en escena juega mucho con los cuerpos y con una luz que se sincroniza con la música», explica la dramaturga Karina Garantivá.

Una de las peculiaridades que más llamó la atención a los espectadores fue la cercanía que vivieron con los actores, que interactuaron directamente con el público. «Los actores salen a la asamblea para hacer preguntas a los espectadores creando ese clima muy propio del teatro greco-latino donde los ciudadanos participaban y tenían voz», manifiesta Garantivá.
Después de ocho años, las 'Noches de Fonseca' regresaron con más fuerza que nunca cumpliendo todos los objetivos. «Queríamos convertir el claustro de Fonseca en un territorio para lo sorpresa y el deleite, pero también para la mirada crítica. Queremos obligar al espectador a salir de su zona de confort y utilizar las artes escénicas como dispositivo de reflexión», resalta Javier Panera, director del Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca. Por su parte, como asegura el director Ernesto Caballero, la representación de la obra sumió a los espectadores en una profunda reflexión. «Lo que hace Esquilo es generar un debate entorno al sentido, al lugar y a la naturaleza de la justicia. En un momento actual en el que vivimos huelgas de jueces, donde se cuestiona la propia institución de la justicia, en el que hay ataques al Estado de Derecho, me parece muy oportuno escuchar al autor».

La representación narró la historia de Orestes, un joven que se despierta un día con la noticia de que su madre ha asesinado a su padre cuando venía de la guerra. En ese momento, el chico quiere vengar esta muerte y decide matar a su madre. La historia trata la venganza enmarcada dentro de una guerra, en la que se propone un cambio radical en la concepción de la justicia.
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