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Antonio Hernández.
Antonio Hernández, director de cine peñarandino: “Castilla y León es un decorado fantástico para rodar, pero resulta caro”

Antonio Hernández, director de cine peñarandino: “Castilla y León es un decorado fantástico para rodar, pero resulta caro”

El cineasta recibió este martes la Espiga de Oro de Honor de la Semana Internacional de Cine de Valladolid

Miércoles, 23 de octubre 2019, 11:14

El salmantino Antonio Hernández (Peñaranda de Bracamonte, 1953) recibió este martes la Espiga de Oro de Honor de la Semana Internacional de Cine de Valladolid como reconocimiento a su amplia trayectoria. Veterano y prolífico, distingue en su producción entre un cine de autor y un cine de encargo.

–Se cumplen 40 años del estreno de su película “F.E.N.” en la Seminci. Y hoy recibirá la Espiga de Oro de Honor..

–Allí empezó todo. Tenía 25 años cuando hice mi primera película. La seleccionaron en Valladolid y allí fue mi primera experiencia de ver una película nuestra acabada proyectándose en una sala llena. De repente habíamos entrado en el mundo del cine.

–¿Y después todo fue ya rodado?

–¡Qué va! Nunca fue rodado. Esta carrera para mí y para mucha gente nunca va rodada, salvo para esos seres privilegiados que desde que arrancan tienen una trayectoria fulgurante, algo que ocurre mucho cuando ganas un primer premio en Cannes, Berlín o San Sebastián. No fue mi caso. Nosotros produjimos nuestras dos primeras películas y no fueron bien de taquilla. Eso nos impidió producir más. Yo he tardado en volver a producir de una manera independiente 35 años. Hace cinco años produje mi tercera película, “Matar el tiempo” (2015), con Aitor Luna, Jon González, Ben Temple... y por ahora es mi última película.

–¿Tiene alguna película preferida de entre todas sus criaturas?

–No sabría cuál elegir... Distinguiría dos partes en mi carrera nítidamente. He hecho un cine de autor, que es el que siempre quise hacer, que es una tendencia europea más que americana. Yo aprendí de los directores europeos, de la gente que escribía y desarrollaba sus propios proyectos. Y también he hecho mucho cine de encargo y televisión, con guiones de otros y producción ajena. O sea, que yo hablaría de mi cine, del que me define más como cineasta. No quiere decir que ser director de encargo sea malo: yo lo hago encantado y lo seguiré haciendo. Pero mi idea primigenia era contar mi manera de ver el mundo a través del cine. Y entre esas películas, no sabría decir cuál es mi favorita. Para el público, sé que es “En la ciudad sin límites”, que es la película que ha elegido la Seminci para la gala de este martes.

–“En la ciudad sin límites” es una película muy premiada.

–He tenido tantos premios con ella, tan buenas críticas, tanto reconocimiento nacional e internacional que tendría que decir que es mi película favorita, pero no lo es. Hay otra película mía que me gusta mucho. Es “Oculto”, también con Leo Sbaraglia, más Laia Marull y Angie Cepeda, que a mí me parece más Antonio Hernández que todo lo demás. Y también me gustan “El menor de los males” (2007), “Matar el tiempo” (2015) y “Lisboa” (1999) con Carmen Maura. Me siento muy orgulloso de mi trabajo.

–¿Qué tiene ahora entre manos?

–Estoy con la última temporada de “Las chicas del cable”. Y he estado en la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta temporadas.

–También tiene en perspectiva un par de largometrajes.

–Tengo un proyecto de largometraje que es “Parecido a un asesinato”, que lo producirá Ramiro Acero, que es un thriller basado en una novela del escritor aragonés Juan Bolea, y creo que se hará en 2020. Y tengo también un proyecto con guion mío, “Testamento”, que intentaré también levantarlo.

“Entre el director y los actores se establece una relación muy intensa. Hay que trabajar con ellos para llegar a cosas muy íntimas”

–¿Encontrar financiación para los largometrajes es un calvario?

–Siempre lo ha sido, pero cuando yo empecé hace cuarenta años con “F.E.N.” sí que era difícil. Entonces no había ningún tipo de subvención ni ninguna cadena de televisión (cuando solo existía TVE) que financiara películas. Entonces era una industria o un negocio como cualquier otro, como poner un restaurante o una galería de arte. Ahora la UE, las autonomías y el Gobierno a través del ICAA tienen subvenciones. Y las plataformas digitales y las televisiones privadas también financian películas. Ahora es más fácil que hace 40 años conseguir financiación, aunque siga siendo difícil.

–¿El cine vive ahora un final de era, aunque Antonio Hernández tenga proyectos de futuro entre manos?

–Al revés. Hay un barullo gigantesco y global, que no es español, y los medios audiovisuales (también la ficción) están todavía en una especie de montaña rusa. El público ve más ficción que nunca y se consume más cine que nunca, pero no se ve en las salas de cine únicamente. Se ve en los móviles, en los ordenadores... y eso ha aumentado la demanda. Pero el cine que solo se ve en salas comerciales sí creo que ha sufrido una transformación tremenda, aunque pienso que seguirá ahí porque nunca va a ser igualado por una pantalla pequeña. Seguiremos haciendo cine para que se vea en soportes como la televisión, el ordenador, el móvil y la tableta. El cine en las salas tiene que reubicarse.

–¿Considera que una serie como “Las chicas del cable” es cine?

–Pues yo no pondría etiquetas ni un adjetivo. Cuando ruedo “Las chicas del cable” trabajo igual que cuando ruedo una película. Trabajo hasta con la misma tecnología. Y cuando hice “Los Borgia” para Antena 3 rodamos una versión para cine y dos capítulos para televisión. Y, por cierto, fue muy bien tanto en taquilla como con la audiencia televisiva. Pero ahora es verdad que los grandes éxitos de televisión no se ponen en el cine como películas, caso de “Juego de tronos”, aunque el cine sí se está viendo en televisión, igual que siempre. No veo la diferencia entre cine y series, a no ser que estés haciendo un producto que entre dentro de otro formato que no es ficción, por ejemplo, una comedia en plató, una sitcom. Las series españolas se ruedan igual que el cine, aunque tal vez el cine se rueda con más tiempo y hay más tiempo de postproducción; si no, no se diferencian en nada.

–¿Siente que tiene alguna asignatura pendiente? ¿Hay algo que le gustaría hacer después de tantos años de carrera?

–¡Tantas cosas! Tengo otros dos guiones en el cajón que quiero levantar... En cine siempre estamos empezando. Un proyecto nuevo no se parece al anterior y siempre somos principiantes, cosa que, por otro lado, no está mal. No nos hacemos viejos porque estamos siempre empezando. Y empezar parece una cosa más de adolescentes. Hacer una película siempre es una ensoñación, tener un sueño hecho realidad. Empiezas frente a un folio en blanco y acabas, en algún caso, recogiendo una Espiga de Oro de Honor.

–¿Es hiperactivo?

–Siempre lo he sido. ¡Y si añadiera a mi currículum la cantidad de cosas que he hecho! He sido durante ocho años director de doblaje con más de doscientas películas y series dirigidas en esa etapa. He hecho publicidad, radio, teatro, he tenido un grupo cómico... No he parado nunca y me faltan un par de vidas más para hacer todo lo que quiero.

“No hay un cine castellanoleonés. Pero es la autonomía quien debe promocionar a sus cineastas. Los de abajo ya luchamos mucho”

–Salamanca ha dado al mundo un puñado de cineastas, pero no hay un cine de Castilla y León mientras que sí ha habido una filmografía vasca.

–No hay un cine castellanoleonés pero más por una cuestión político-cultural que de otro tipo. Hubo una época en la que el Gobierno vasco se preocupó por que los cineastas del País Vasco tuvieran un soporte, una ayuda, una promoción y un reconocimiento. Es una cuestión político-cultural que una autonomía quiera resaltar el trabajo de sus cineastas, darlo a conocer y atraer rodajes a través de las film commission que facilitan las grabaciones. Castilla y León es muy bonita. Es fantástica para rodar. Y deberíamos hacerlo más. ¿Qué ocurre? Que es tan caro hacer cine que es muy difícil que salga del bolsillo privado. Más aún cuando no tenemos una Ley de Mecenazgo que permita que entren inversores por otros intereses. Si una película que cuesta dos o tres millones de euros se ruede fuera de Madrid —cuando el 95% de la industria del cine está en Madrid— se encarece por pagar hoteles, traslados, dietas ... En Canarias se rueda porque desde hace unos años hay unas exenciones fiscales que atraen el cine a Canarias; si no nadie haría cine en Canarias. Hay autonomías que fomentan la cultura. De ahí que yo haya rodado en Valencia, País Vasco, Andalucía y ahora voy a ir a Aragón con “Parecido a un asesinato”. El apoyo a la cultura en las comunidades autónomas tiene que venir desde arriba. Los de abajo ya luchamos mucho.

–Recuérdenos qué ha rodado en Salamanca.

–Rodé parte de “Lisboa” en Salamanca y en Fuentes de Oñoro. E hice un documental para la Junta sobre el V Centenario del Tratado de Tordesillas que rodé en Salamanca, León, Burgos... por toda la autonomía y por Portugal. Castilla y León es un decorado fantástico para rodar.

“Dirigir cine es trabajar en equipo”

–Ha dirigido a un plantel enorme de actores a lo largo de su carrera.

–He tenido la oportunidad de dirigir a primeras figuras como Héctor Alterio, José Luis López Vázquez, Sergi López, Carmen Maura, Lluís Homar, Ana Belén, Ángela Molina, Blanca Suárez... Y tendría que poner al mismo nivel otros actores no tan conocidos con los que he disfrutado enormemente. El trabajo de un director de cine es un trabajo en equipo. Tú no haces nada en realidad, lo hace tu equipo. Tu equipo son tus brazos, tus ojos, tus oídos... Son tu director de fotografía, el cámara, el montador, el músico, el director de arte... Todo ese personal, según mi criterio, ocupa en mi corazón y en mi intelecto un nivel tan importante como el de los grandes actores o los actores más reconocidos.

–¿Cómo encara la dirección de actores?

–Una vez di unos cursos titulados “Cada actor, un método”. Aunque hay un método famoso, el Stanislavski, de Lee Strasberg, para que el actor pueda desarrollar su personaje.

–A los actores ¿hay que darles confianza? ¿Se tienen que sentir respaldados por el director?

–Eso es lo primero; el punto de partida. Se establece una relación muy intensa y muy personal entre un director y un actor, igual que entre los actores. Y tienes que trabajar con alguien, a quien en muchas ocasiones acabas de conocer, para llegar a cosas muy íntimas, muy personales, muy de dentro y que luego se vean plasmadas en la pantalla. Lo básico es que confíen en ti y en tu criterio. A fin de cuentas no solo les dices qué esta bien y qué esta mal, sino que les dices por dónde deben ir, les corriges, les pones la cámara cerca o lejos, haces un travelling, ruedas un plano u otro... Los actores ponen todo su físico y toda su personalidad al servicio de sus personajes.

–Dice que hay premios que convierten el cine en una competición.

–En la Semana Internacional de Cine de Valladolid de 1979 ya me di cuenta de que mi película “F.E.N.” era la misma si la premiaban o si no la premiaban. Y no iba a ser mejor director si me llevaba un premio. Jamás he pensado en hacer un trabajo o una película para ganar a otro en una competición. Aunque nunca es desagradable que te regalen un premio, de la misma manera que tampoco debe ser amargo que no te lo den.

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