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Viaje a las entrañas de la central de Villarino

La central hidroeléctrica, excavada a 400 metros de profundidad, es una compleja obra de ingeniería que aún es referencia en la producción de energía hidráulica

Lunes, 8 de abril 2019, 21:04

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Hay un lugar al noroeste de la provincia de Salamanca, en la frontera de agua que marcan la confluencia del Tormes y el Duero, donde es posible viajar al centro de la tierra. Hace ahora medio siglo que unos aventureros horadaban el granítico subsuelo de Las Arribes para hacer realidad la obra de ingeniería más descomunal hasta el momento, y que desde entonces ha servido de modelo como ingeniosa solución para generar energía desde el agua.

La presa de Almendra y la central de Villarino, inaugurados por Iberduero en 1970, reúnen un conjunto de características que la convierten en una infraestructura singular por muchos motivos. Con 202 metros de altura, Almendra es la presa más alta de España y ocupa el puesto 37 en todo el mundo. El embalse es el tercero de mayor capacidad del país, con 2.648 hm3 (2.412 de capacidad útil) y su superficie de hasta 8.640 hectáreas es la mayor referencia visible de la provincia de Salamanca desde el espacio.

El salto de Villarino, como se denomina al conjunto de presa y central, supuso igualmente en España una revolución en las instalaciones hidroeléctricas y su aportación aún es imitada en la actualidad. A cinco kilómetros al oeste del casco urbano de Villarino, el corazón granítico del terreno alberga a 450 metros de profundidad una central reversible, capaz de generar energía turbinando agua en un sentido y bombeandola en sentido contrario en función de la necesidad del sistema eléctrico.

La ingeniosa idea se desarrollo en una muy compleja obra subterránea sin precedentes. El agua del embalse de Almendra viaja hasta la central por una galería excavada en la roca de 15 kilómetros de largo y 7,5 metros de diámetro a 100 metros de profundidad. Al final de su trayecto, la galería se bifurca en 3 de 5 metros de diámetro cada una y cada una de éstas, a su vez, en dos de 2 metros. Cada una de ellas alimenta a un grupo de turbina-alternador instalado en la central de los seis existentes. La red de tuberías terminan desaguando en el embalse de Aldeadávila.

La mayor diferencia de altura entre la galería subterránea de conducción, que discurre a 625 metros sobre el nivel del mar, y la central, que está a 270, multiplica la capacidad de producir energía que permite en una presa convencional la caída desde la cota superior a las turbinas al pie del muro de hormigón. Esta es una de las revolucionarias aportaciones del salto de Villarino.

“En las centrales reversibles como ésta, es fundamental que la turbina se encuentre a mayor profundidad que el embalse inferior. Si no fuera así, no sería capaz de coger la fuerza necesaria para impulsarla hasta la altura suficiente”, explica Ángel Huerta, ingeniero jefe de Iberdrola responsable de la central de Villarino. Aquí las turbinas están a 60 metros por debajo del embalse de Aldeadávila, desde donde el agua vuelve en sentido Almendra en la fase de bombeo.

En un sistema de bombeo mixto como el de Villarino, la producción de energía se reparte en un año normal entre un 60% de aportación procedente de las aguas del Tormes y un 40% de bombeo desde Aldeadávila. “Se suele turbinar en las horas punta, cuando hay más demanda eléctrica, mientras que se bombea en las horas ‘valle’ cuando hay menos demanda y el precio del megavatio-hora (MWh) baja”, explica Ángel Huerta. “Al bombear -añade- se utiliza el mismo circuito hidráulico, pero se invierten dos fases el alternador y el rodete [rotor que impulsa el agua] gira en sentido contrario”.

Dos chimeneas de equilibrio instaladas en ambos extremos del circuito ayudan a almacenar temporalmente el agua nivelándola con su respectivo embalse al actuar como vasos comunicantes. “Las chimeneas de equilibrio son obligatorias en centrales que cuentan con mucha tubería de conducción, como es este caso”, apunta el responsable de la central. Estos estanques en altura ayudan también a evitar los excesos de presión originados aguas arriba y aguas abajo por la energía cinética originada por el agua en movimiento, que podría deparar posibles roturas en caso de que las válvulas de alta presión se cierren.

Un equipo de 20 personas integra actualmente la plantilla de Iberdrola que mantiene el inmenso complejo del salto de Villarino, asistido por el personal de las contratas de los distintos servicios. Para moverse por las cuatro plantas subterráneas emplean un ascensor que desciende nada menos que hasta los 440 metros de profundidad. Como un edificio de 140 pisos; una altura muy superior a la que tenían las desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York.

El ascensor -que en realidad son dos, con capacidad cada uno para 14 personas- comunica la superficie con la cámara de válvulas de alta presión, en el nivel inferior. Baja y sube a una velocidad tres metros por segundo. Desde su instalación en 1970 fue durante varios años el más alto del mundo de los diseñados para personas, excluyendo las instalaciones mineras, hasta que fue superado por la CN Tower de Toronto en 1975.

El mar de Almendra, que junto a los embalses de Villalcampo, Ricobayo. Castro, Aldeadávila y Saucelle integra el sistema llamado Saltos del Duero, también acusa la seca primavera que estamos viviendo. Con la cota máxima en 730 metros, se encontraba la pasada semana a 701’19, e equivalente a cerca de un 42,5% de la capacidad del embalse. De estar lleno, sus 2.412 hectómetros cúbicos corresponderían aproximadamente a 3.120 GWh de energía almacenada, que es más o menos lo que consume en cinco meses un país en vías de desarrollo como Guatemala. Energía generada en el corazón de granito de Las Arribes salmantinas.

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