Sex lex, dura lex
Jueves, 12 de marzo 2020, 04:00
Cuando el político de turno legisla buscando satisfacer clamores, sin atender a razones, convivir con el absurdo resulta inevitable.
Desde el primer segundo de su ... fundación el partido leninista del jorobado echó las redes en los caladeros de los colectivos feministas y LGTBI. Todos caminaban cogidos de la mano, felices y contentos cantando por el bosque, hasta que las feministas se dieron cuenta de que los derechos de los gays, lesbianas y transexuales hacían peligrar la visibilidad de su lucha. A las auténticas feministas no les gusta que las mujeres con pene tengan los mismos derechos que las mujeres, digamos, genuinas.
Señoras feministas; su actitud es homofóbica, nefaria y —sí, voy a utilizar esa palabra que ahora tanto les gusta— fascista. Si una mujer nace con la desgracia de estar atrapada en el cuerpo de un hombre es legítimo que este reo de la naturaleza pueda, en nuestra desarrollada y tolerante sociedad, dar salida a la mujer que lleve dentro. Según la ley, esa nueva mujer, por el mero hecho de desear una nueva condición, tiene exactamente los mismos derechos que cualquiera de sus iguales. Ni más, ni menos. Ale, a bailar.
Ahora resulta que la lucha feminista por la igualdad —si buscan la igualdad ¿por qué no se llamará igualitarismo?— no es una lucha para todas las mujeres. Es sólo para aquellas a quienes las propias feministas consideran mujeres. ¿Y quiénes son las verdaderas mujeres? Según las feministas, si una persona cambia de sexo y la ley le reconoce su nueva orientación, esa persona no tiene los mismos derechos que las mujeres comunes. Es un ser inferior, una mujer de segunda división. Ni Hitler, que segregaba a las personas por su raza, credo u orientación se atrevió a tanto.
Quizás a estas feministas no les gusta que mujeres como Hubbard, la primera mujer transexual que ganó un torneo internacional de halterofilia femenina, o que velocistas transexuales como Andraya Yearwood y Terry Miller, las gacelas de ébano que pulverizan records, se impongan en disciplinas reservadas solo a las mujeres. Puede que les moleste que estas mujeres aspiren a ocupar sus puestos reservados en las empresas o que modelos de pelo en pecho como Ángela Ponce ganen los concursos de Miss Universo.
Estas feministas no pueden pretender que las personas que han cambiado de sexo, de acuerdo a la ley, sean relegadas a categorías inferiores o diferentes pues, si eso fuera así, ¿dónde quedaría la paridad de derechos por la que tanto claman? Sería intolerable. Eso no es igualdad. En el momento en que sectorizas algo, como en este caso son los derechos, estás cayendo en una total incongruencia.
Y estas son las hermosas paradojas que nos traen los nuevos tiempos. Les sugiero sentarse, respirar y, con una sonrisa, disfrutar del espectáculo desde la barrera.
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